“Yo
la escribo y yo la vendo”
Frase muy
porteña, que nació
frente al Obelisco, más
precisamente en la esquina
de Carlos Pellegrini y Corrientes.
En la década de 1930
se había instalado
allí un pintoresco
vendedor callejero que pregonaba
su mercancía con
un estribillo que variaba
según lo que ofrecía.
Primero fue una pelotita
unida a una paleta por un
hilo elástico. Una
novedad para aquel tiempo
que el hombre pregonaba
con una rima de su invención:
“La pelota boliviana
que va y viene cuando se
le da la gana” (el
aspecto aindiado del hombre
hacía evidente que
había nacido en el
Altiplano).
Cuando
se agotó el interés
por ese artículo,
lo reemplazó una
revista de formato muy reducido
y de unas cuatro páginas
manuscrita y redactada por
él. Esta vez el pregón
que voceaba era: “Yo
la escribo y yo la vendo”.
Aunque la publicación
no duró mucho, la
frase se difundió
ampliamente hasta quedar
incorporada al lenguaje
popular. Todavía
hoy se dice de los elogios
que algunos hacen de su
propia persona que no son
otra cosa que un “yo
la escribo y yo la vendo”
¿Quién no
conoce a esos individuos
con tendencia crónica
al autobombo? Se trata de
gente que, a fuerza de hacer
públicos sus logros,
sus experiencias y sus méritos,
resulta menos interesante
que los volantes de propaganda
que nos endilgan casi a
la fuerza por la calle.
Héctor Zimmerman
Tres mil historias
de frases y palabras que
decimos a cada rato,
Editorial Aguilar, Buenos
Aires, 1999.

Revista El Abasto,
n° 89, julio, 2007.