“¡Bárbaro!”
“Bárbaro”
es una de las expresiones-baúl
en la que cabe todo lo que
es merecedor tanto de temor
y desprecio como de encendido
entusiasmo. Ocupa en el
habla de todos los días
el lugar que antes ocuparon
fabuloso, formidable, regio,
espectacular, colosal, brutal,
diez puntos y tantas otras…
Suple un montón de
respuestas y nos exime de
entrar en detalle cuando
alguien nos pregunta cómo
fue algo o cómo nos
va. Un día templado
y con sol entra en la categoría
de bárbaro, lo mismo
que un conjunto musical,
un pulóver nuevo
o el novio que una amiga
acaba de presentarnos. Desgracias
como un choque callejero
y alegrías como un
gol de triunfo son por igual
candidatas a esa explosión
superlativa cuyas vocales
a, o, redondas y contundentes
no dejan lugar a dudas,
por más que literalmente
y por sus orígenes
suponga lo contrario. De
bárbaros calificaban
primitivamente los griegos
a los miembros de una civilización
ajena y tenida por intratable
como animal raro. Al no
encontrar sentido a los
sonidos que proferían
suponían que no sabían
hablar y que carecían
de inteligencia. Del ruido
bar-bar o ba-ba que creían
oírles viene el nombre
que les dieron, pariente
etimológico de bobo,
de baba y de babieca. Todas
propias de criaturas incapaces
de salir del balbuceo como
si se tratase de bebés.
Héctor
Zimmerman
Tres mil historias de frases
y palabras que decimos a
cada rato, Editorial Aguilar,
Buenos Aires, 1999.
Revista El Abasto, n°
90, agosto, 2007.