La original
y exitosa obra de “teatro
ciego”, La
isla desierta, que
estuvo montada durante mucho
tiempo en la Ciudad Cultural
Konex ahora tiene su propio
espacio, en la esquina de
Zelaya y Jean Jaurès,
donde además planifican
otras actividades...
Cuando
el arte llega a todos
Las calles porteñas
acunan un teatro único
en el mundo, y no es para
menos. La Asociación
Argentina de Teatro Ciego,
desde su esquina del barrio
Abasto, ofrece espectáculos
a videntes y no videntes
por igual. Por las noches
brinda una función
fuera de serie que se vale
de distintos recursos para
crear un clima personal,
en donde la imaginación
acompañada de los
sentidos crean la magia
teatral.
Para
conocer más acerca
de este espacio cultural
hablamos con Gerardo Ventati,
productor general; Martín
Bondone, presidente de la
Asociación Argentina
de Teatro Ciego y Javier
Ventati.
Martín comenta que
“el 3 junio de este
año comenzaron las
obras para refaccionar la
casa donde hoy funciona
el teatro. La inauguración
fue el 3 de julio y sigue
hasta el día de hoy
con sus funciones a sala
llena”.
En
cartelera está
La
isla desierta
(basada en un
texto de Roberto Arlt);
obra con siete años
de trayectoria, de las cuales
estuvo mucho tiempo y con
éxito en la Ciudad
Cultural Konex. Cuenta con
un cincuenta por ciento
no videntes. En pocas palabras,
la obra se desarrolla en
una oficina del porteño
barrio de Retiro en el año
1937. Los personajes pasan
del décimo piso al
sótano ya que se
sienten aturdidos por los
ruidos de afuera. Allí
uno de los personajes -Cipriano-
a través de sus tatuajes
y vivencias de vida emprende
un relato fantástico
que envuelve a los demás
personajes. El trasfondo
se basa en la ley de trabajo,
la 11.425. Esta obra se
desarrolla alrededor del
público en lugar
de un escenario, se da el
espacio para el contacto
entre aquel y los actores.
La puesta en escena a oscuras
incluye aromas y sonidos
hechos por los mismos actores
que llevan las sensaciones
de los presentes a un nivel
muy especial. Como frutilla
del postre “existen
experiencias táctiles
donde nadie toca a la gente”,
con este acertijo el productor
general Gerardo Ventati
adelanta algunas de las
grandes sorpresas de las
que se vale La isla desierta.
El
objetivo de este espacio
es generar trabajo
para no videntes.
Se intenta manejarse en
cooperativa
gestando productos, apoyándolos.
Uno de éstos es hacer
panificación integral
ya que la diabetes favorece
la ceguera. A través
del consumo de productos
integrales se busca que
la gente tome conciencia
de cuan importante es la
prevención. La habilitación
para vender en dietéticas
está en trámite.
En
cuanto a lo artístico
se juega con la oscuridad
ya que “es divertida,
es una cosa lúdica
que incita a la imaginación”,
según Gerardo. Se
puede interactuar con mayor
facilidad. Como nadie está
mirando, nadie juzga y el
espectador esta libre para
sentir de forma más
intensa el espectáculo.
Cuentos, café concert
y cenas-show son proyectos
para experimentar a oscuras
ya que el antecedente teatral
ha sido positivo. En próximos
espectáculos se espera
que la mayoría de
los actores y músicos
sea no vidente.
Esta
idea tuvo su origen en Córdoba
en el año 1994 con
un espectáculo llamado
Caramelo de limón,
en el cual no había
actores ciegos. Luego se
estrenó en varios
teatros de la Capital. En
la actualidad en México
esta obra está en
cartel de la mano de un
argentino. Más allá
de estos casos no hay antecedentes
de algo similar en el resto
del mundo.
Desde
Jean Jaurès día
a día se afirma un
grupo de artistas que además
de asombrar a sus espectadores,
da una gran mano a gente
con capacidades especiales
mediante espectáculos
con sello propio. He aquí
un ejemplo de cuando el
arte muestra su faceta solidaria.
Juan
Manuel Castro
[email protected]
Véase
comentario de La isla desierta.
Revista El Abasto, n°
101, agosto, 2008.