“Roban
pero hacen”
Esta frase
que comencé a escuchar
a mediados del siglo pasado,
pero que posiblemente venga
de mucho tiempo atrás,
la decían gente de
trabajo, laburantes convencidos
que era lo mejor que les
podía pasar. Ese
dicho posiblemente fue y
siga siendo incentivo para
los funcionarios corruptos.
La corrupción en
Argentina está tan
arraigada y amarrada que
se podría decir que
forma parte de nuestra idiosincrasia
y me atrevería a
asegurar que la admitimos
con cierta complicidad.
La ciudadanía persiste
constantemente en reclamar
soluciones para el desempleo,
la salud, la pobreza, la
educación y la inseguridad
lo cual está muy
bien- pero no pone el mismo
énfasis en exigir
medidas que eliminen al
máximo la corrupción
que es realmente la verdadera
causante de la falta de
recursos para enfrentar
todas esas adversidades.
Mientras siga vigente la
frase -que sirve de título
a esta nota- o se piense
que un poco de corrupción
no perjudicaría a
nadie, o se festeje “la
viveza criolla”, las
cosas no cambiarán
y seguiremos en el puesto
93 entre 163 países
en el escalafón que
mide el índice de
corrupción en el
mundo.
Para revertir esta nefasta
situación es necesario
crear conciencia y responsabilidad
en el futuro ciudadano,
desde la escuela primaria,
los que gobiernan deberán
hacerlo con transparencia
y administrar dando el ejemplo,
la justicia y organismos
de control aplicando tolerancia
cero para los casos de corrupción,
y en lo individual tener
presente que un funcionario
que recibe coima para votar
una ley, como un ciudadano
que otorga una propina para
agilizar un trámite,
están cometiendo
el mismo acto, una acción
que tiene un solo nombre:
corrupción.
P.C.
Revista El Abasto, n°
105, diciembre, 2008.