Con
total naturalidad
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Es
increíble e
inexplicable la facilidad
con que los mortales
nos adaptamos a las
circunstancias, -o
para emplear un término
más actualizado,
a la conyuntura- de
los avatares de este
mundo. Algunos con
más esfuerzos,
otros sin esfuerzo
alguno.
Con
total naturalidad
vemos chicos realizando
malabarismos en las
esquinas, trabajando
de cartoneros o mendigando.
Con total naturalidad
consentimos la impunidad
y la corrupción
en todos los ámbitos.
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Con total
naturalidad, y cierta complicidad,
observamos como la suciedad
invade las calles, plazas
y paseos públicos.
Con
total naturalidad aceptamos
las transgresiones a normas
y leyes.
Con
total naturalidad admitimos
que los culos de modelos
tengan más promoción
que los numerosos modelos
que son ejemplos de comportamiento
a imitar.
Con
total naturalidad e indiferencia
vemos cómo la computadora
reemplaza la charla con
amigos y el robot reemplaza
al hombre.
Con
total naturalidad aprobamos
que el fútbol tenga
más divulgación
que la ciencia y el arte.
Con
total naturalidad aplaudimos
la presencia de personajes
funestos por sus acciones
escandalosas porque para
la televisión son
valiosas dado que se trata
de levantar el rating.
Con
total naturalidad se admite
el robo de todo: alcantarillas,
picaportes, cables, placas,
tachos de residuos, medidores
de gas, teléfonos
públicos, semáforos,
etcétera.
Con
total naturalidad nos enteramos
del cambio de sexo, hombre
a mujer, mujer a hombre,
con la misma simplicidad
con que se cambia la ropa
interior.
Y
a propósito de cambios
¿por qué no
autorizar también
el cambio de fecha de nacimiento?
Si una persona tiene 60,
70 o más pirulos
y se siente como alguien
de 30, porqué no
ajustar ese dato a su realidad
fisiológica. ¡Será
justicia!
P.C.
Revista El Abasto, n°
107, marzo, 2009.