Nos
encontramos con Mario
Benvenuto uno de
los últimos eslabones
en la zona de una familia
abastense, como tantas otras,
oriunda de Italia…
Entre
veloces automotores
y tranquilas plantaciones
Fui
atraído a realizar
esta nota por la cantidad
de fotografías antiguas
y almanaques de los años
´50 e imágenes
históricas en general.
Justo cuando estábamos
por realizar la entrevista
Mario Benvenuto recibe un
llamado y veo en su cara
consternada que algo malo
anda pasando. Y me cuenta:
un primo de su misma edad
tiene un tumor en la cabeza.
Sobre el primo dice: “Es
el duplicado mío,
somos muy parecidos”.
En fin, the show must go
on, así que retomamos
la nota. Pronto adentramos
en un mundo familiar de
mucha influencia en la zona,
con mucha participación,
así que más
de un tema, sin duda, quedará
en el tintero.
Hay
cuestiones que no quiero
obviar: la importancia de
las murgas de la zona para
esta familia: la Tutankamón
-que era de Palermo- y,
más que nada, la
abastense: Los Amantes del
Perejil. También
es interesante saber que
estudió Ciencias
Políticas en la U.B.A.,
fue uno de los fundadores
del Banco Credicoop, así
como también del
Partido Solidario. Pero
en este número nos
centraremos en la historia
familiar que incluye talleres
mecánicos, carreras
de autos y una huertita…
Tanos
del sur
“Mi abuela materna
procede de Calabria, Provincia
de Cosenza, Corigliano Calabro.
Este es un pueblo que quedó
casi vacío. Hay más
coroglianeses en nuestra
Capital Federal que en Corigliano.
El 80% de los del Mercado
de Abasto eran coriglianeses.
La mayoría campesinos.
Mi familia, mis abuelos
y mi tío se establecen
en Boulogne Sur Mer y Córdoba,
en 1905. Luiggi era mi abuelo
paterno. Mi padre, Pascual,
nació acá
en 1914. Eran ocho hermanos,
seis italianos y los dos
más chicos argentinos.
El más chico pronto
falleció. Otro, Alfonso
Benvenuto murió acá,
se nacionalizó y
fue al servicio militar
donde le pegaron un tiro
en el año 1932. Por
eso mi abuela cobró
pensión del ejército
en Unione e Benevolenza
hasta que murió.
Tengo todo guardado, hasta
el telegrama que recibe
mi abuela”. Cuenta
Mario, demostrando estar
al tanto de sus orígenes.
”A
mi madre, que era también
del barrio, la piropeaba
Troilo. Porque Troilo fue
a la escuela, donde yo luego
presidí la cooperadora
por cinco años, la
Escuela República
de Irán en Cabrera
y Billinghurst. Esa cooperadora
quedó llena de plata
hasta que Cavallo nos chupo
la guita: 25 mil dólares.
Lo putié en persona
en el Teatro Coliseo. Yo
ahí, hace veinte
años propuse que
le cambiemos el nombre a
la escuela; que se llamara
Aníbal Troilo y recién
ahora, con treinta y mil
firmas entró el proyecto
a la Legislatura Porteña.
”Mi
madre también nace
en la Argentina. Mi abuelo
materno era procedente de
Corleone, Sicilia. Era carpintero,
se llamaba Nicola La Rocca.
”En casa se hablaba
coriglianés que es
un dialecto muy cerrado.
Yo no lo hablo, entiendo.
Después estudié
ocho años de italiano.
El coriglianés tiene
una mezcla de celta, raíces
alemanas, una mezcla media
rara.
”Mis
padres se establecen acá,
en una casa de inquilinato.
Griselda Gambaro tiene un
libro que se llama El mar
que nos trajo. Es la historia
de ella, pero es también
la historia de toda la inmigración
del sur de Italia, que es
mucha. Tanta que hace unos
años los italianos
que residen fuera del país
pueden votar. Después
de Alemania encabezamos
nosotros esa inmigración.
Estamos hablando de que
tenemos más italianos
que Brasil o EE.UU.”
explica nuestro entrevistado
para ponernos a tono y poder
proseguir con el relato
de su familia…
“De
aquello, lo que queda de
los Benvenuto de La Rocca
hoy acá, en el barrio,
soy yo, mi hijo, Pablo,
y la quinta generación:
mis dos nietos, Matías
Agustín y Delfina
Benvenuto, ambos van a pasar
a ser ciudadanos italianos”.
Los
talleres mecánicos
y Oscar Gálvez
Pero volvamos al recorrido
laboral de su padre…
“El primer taller
lo pone mi padre en Tucumán
3653 [donde está
Vehipole ahora] con Oscar
Gálvez, mi tío
Salvador. En esa época
Oscar Gálvez no era
famoso”.
Estamos
hablando de una época
anterior a que Gálvez
se convirtiera en “El
Aguilucho” que ganaba
tanta carrera... Me cuenta
que aquel primer taller
trabajaba más que
nada con coches particulares.
Que con en un segundo taller,
muy grande, que abrieron
en el año ´46,
situado en San Luis 3190,
incorporaron algunos camiones,
de los cuales muchos eran
del Mercado de Abasto y
“camiones como los
de la mueblería Maple,
que era muy importante,
y los de Cremas Pon´s”.
En
esa misma propiedad nació
nuestro entrevistado, Mario
Benvenuto, en el ´48…
“y antes había
nacido mi hermano Luis que
trabajaba en el taller”.
“Ese segundo taller
existió hasta el
´63 en que pusimos,
donde hoy está la
Asociación Argentina
del Volante ese edificio
lo hizo mi viejo la agencia
[actual Billinghurst 880].
Ahí estaba la venta
de coches usados y nuevos.
Desde esta esquina actual,
902 hasta el 926, era todo
taller. Y nosotros vivíamos
acá al lado. El taller
era media cuadra de largo.
Todo el frente decía
´Pascual Benvenuto,
Automóviles, Alternadores,
Arranques…´
eran metros y metros de
taller. Ese taller gigante
existió entero hasta
el año ´95
en que mi hermano se retiró
y me quedé yo con
este pedazo.”
Me muestra
fotos y textos para reafirmar
su versión. En un
número de la revista
A todo motor reafirman esta
historia de Gálvez.
Me cuenta que su padre también
fue cofundador de la UPTMA
(Unión Propietario
de Talleres Mecánicos
de la Argentina).
Me
llama la atención
el haber llegado con una
mano atrás y otra
adelante y poder lograr
tantas cosas por lo que
le pregunto si habían
tenido ayuda económica
de alguien… Y me insiste
en que no. Que todo fue
laburando, desde abajo,
apostando siempre al laburo.
“Después Oscar
comenzó a facturar
bien por correr, pero no
le fue bien económicamente
porque era muy buena persona,
mal comerciante y excelente
piloto”.
Las
carreras
“En esa época
todos corríamos.
Había una fundación
que se llamaba Agrupación
Argentina Automovilística
Infantil que fundó
mi viejo, era un trébol
de cuatro hojas. Esto lo
apoyó Perón.
Comenzó así:
a los cinco años
yo estaba probando un auto
en Palermo, a las seis de
la mañana, se acercó
Perón con una comitiva
y nos preguntó ¿qué
era eso? Un auto con motor
de baja cilindrada que andaba
a 100 kilómetros
por hora. Y ahí Perón
comenzó a apoyar
con guita esta asociación.
Recuerdo que cuando lo saludé
no sabía ni quien
era Perón, mi viejo
me tuvo que decir que era
el presidente de la Nación”.
Y
con la intención
de reafirmar su increíble
historia me muestra la Revista
Mundo Infantil (del ´54),
cuyo lema era “Los
pueblos que olvidan a sus
niños renuncian a
su porvenir”. En las
páginas centrales
está fotografiado
nuestro entrevistado sobre
uno de estos coches cuando
tenía seis años.
Con esa edad, dice la revista,
tenía 38 trofeos.
Entonces corría con
un motor Ducati de 48 cilindradas.
Me cuenta que los coches
los hacían ellos
“todo a martillo”,
eran prototipos. Y que su
padrino deportivo siempre
fue Oscar Gálvez.
Me muestra el casco que
le pasó su padrino
que tuvieron que adaptar
a la medida cortándolo
a la mitad y remachándolo.
Orgulloso me dice “corrí
desde los cuatro años…”
Cuenta
que el apoyo económico
que hacía el gobierno
de Perón a estos
circuitos callejeros se
distribuía desde
la pequeña Unidad
Básica “Evita”,
ubicada en una esquina del
predio que hoy alberga la
escuela de San Luis, entre
Agüero y Gallo.
“Corrí
hasta los 12 en que me pegué
un palo. Se tocaron las
ruedas dos coches y volé
por arriba de otro y fui
a parar a la tribuna. Lo
mío fue un golpe
en la cadera. El otro se
golpeó más,
se desfiguró la cara.
Casi se matan mi vieja y
mi viejo. Yo no me asusté.
Yo me quería subir
al auto al otro día.
Corrí un par de carreras
más y después
mi viejo la cortó.
”Me
acuerdo mucho de cuando
murió Evita. Mi vieja
estuvo todo el día
casi al lado del féretro,
ella era muy peronista.
Y mi abuela italiana, al
igual que mis tías,
todas fanáticas de
Evita. Cuando hablaba Perón
se iban todas ellas a las
cuatro de la mañana
a esperar el discurso y
copaban la Pirámide
de Mayo”.
La
quinta Carlos Gardel
“Los tanos del sur
eran todos quinteros y albañiles.
Eso no prendió en
los argentinos. Ellos vivían
con muy poco, con un cachito
de tierra. Volviendo a mi
padre, tuvo una quinta en
Moreno que vendió
de grande porque le quedaba
muy lejos. Ya tenía
78 años. Así
fue que buscamos un espacio
de tierra cercano para que
él cultive, porque
anímicamente decaía.
La Municipalidad le presta
ese lote libre en Corrientes
al 3400, casi Sánchez
de Bustamante, en el año
´94 o ´95 que
le duró hasta que
se lo pidieron para hacer
un centro cultural que nunca
se hizo. Cuando le pidieron
el terreno lo mataron. Al
año murió.
En el 2003 se lo pidieron
y sacó sus cosas.
Trabajaba y daba clases
de huerta a chicos de la
primaria. Regalaba sus frutos
a los que pasaban por la
huerta. Le puso Quinta Carlos
Gardel”.
El
proyecto del Centro Cultural
Corrientes nunca tomó
vuelo. Apenas comenzaron
las obras se devaluó
la moneda y la empresa constructora
frenó el trabajo.
De ahí en más
ha sido una larga espera
que con esta gestión
ha dado un paso más;
para atrás. El cartel
que prometía el centro
cultural y lo poco edificado
lo retiraron, como también
hicieron con los que se
habían metido por
no tener otro lugar donde
dormir.
Rafael
Sabini
Revista El
Abasto, n° 107, marzo,
2009.