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Encuentro con el equipo de trabajo de La Vereda, asociación civil

Cultura solidaria


Al tomar Sarmiento, casi al 2900, una casa antigua de frente verde, con distintos diseños vistos más de cerca, atrapa la vista. Es una zona de tinte gris, no sólo por el cemento, sino por lo compleja que puede ser la vida para la gente de esa zona. Ante esta situación, lo que aguarda tras esa puerta es como un respiro, además de una oportunidad ante un panorama adverso.
Luego de una interminable escalera, se llega a un jardín maternal, a un taller de plástica, a un emprendimiento textil, y a tantas otras cosas más. Es decir, se llega a La Vereda. Este centro cultural, además de ofrecer actividades para los más chicos, lleva adelante un trabajo social de años. Cómo es “tener otra mirada por el otro” y cuáles son los frutos de trabajar en Rioba. Daniela Azulay, docente encargada de biblioteca, y Lucrecia Blanes, trabajadora social, responden a El Abasto.

¿Por qué La Vereda?
L.B: Cuando Viviana De Andreis y Verónica García crearon el espacio, pensaron La Vereda porque el psicomotirista Daniel Calmels dice en su libro Espacio habitado que la vereda es el espacio intermedio de juego entre la seguridad de la casa y la inseguridad de la calle.

¿Cuáles fueron los comienzos de este centro cultural?
D.A.: Empezó como un centro de capacitación, Viviana y Verónica lo abrieron a la vez que hicieron un diagnostico de la zona. Vieron que la población estaba muy fragmentada, había mucha xenofobia. Por eso se pensó este proyecto de centro cultural para la integración. Se empezó con talleres de arte, plástica y juego corporal en el año 2002. En 2004 se incorporó la biblioteca comunitaria, primero como un bolso de libros, luego fue creciendo hasta que se inauguró al año siguiente. En ese mismo momento se creo el jardín maternal comunitario. Surge de la necesidad de la gente. Esto fue con la red social Balvanera, lo que después devino en Rioba.

En la actualidad, ¿Qué actividades se desarrollan?
D.A.: En La Vereda funciona un jardín maternal. Por otra parte, hay talleres para chicos, de batería, plástica, canto y juego corporal y psicomotricidad. La biblioteca tiene taller literario para chicos a partir de los seis años. También se hace escultura y talleres relacionados con biblioteca para los más chicos. Otra propuesta es el taller de arte textil, que es para referentes adultos que vienen al jardín y al centro. Las actividades son gratuitas.

¿Qué fue “Pintar el Once”?
L.B.: A través de la Caravana por la Vivienda Digna y por situaciones particulares de los chicos que estaban en La Vereda, empezamos a trabajar en el taller de artes plásticas el derecho a la vivienda digna, a vivir en la ciudad. Muchos eran desalojados y se iban a vivir a provincia. En este contexto surge Pintar el Once. Pudimos llevarlo a cabo por un premio que ganamos al presentar el proyecto. Pensar Once como un lugar de belleza también. Los chicos realizaron los diseños para pintar los frentes de las casas de la cuadra. Pintamos cuatro junto a un artista plástico que convocamos para que los ayudara a pasar el diseño en papel al muro, siempre respetando el diseño original. Que quede el diseño original de los chicos lo vimos un “gesto de autoría”. También resultó una forma de darnos a conocer, que la gente relacionara el frente con el centro cultural. Posibilitó que mucha más gente venga.

¿Cuál fue su acercamiento con redes sociales?
L.B.: La Vereda comenzó a trabajar con lo que fue la Red Social Balvanera. Allí conocimos a mucha de la gente que hoy está en Rioba. En el 2005 nos juntamos con la gente de la Casona de Humahuaca y Casa Abasto. Pensamos un taller con la finalidad de conocernos más a nosotros, aparte de dar a conocer a la comunidad cada una de las actividades que hacían las instituciones. Fueron ocho talleres que, con el tiempo, se transformaron en Caravana Abasto. Queríamos mostrar lo que pasaba en el barrio, toda la problemática de los desalojos. Nosotros trabajamos mucho con el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI).

¿Cómo es el trabajo en Rioba?
L.B.: El año pasado decidimos abarcar dos problemáticas que nos preocupaban mucho en la red: vivienda y adolescencia. Nos dividimos en dos comisiones para profundizar el trabajo, indagando que recursos hay en función de esto, qué se puede hacer. La idea es aunar fuerzas ante una problemática común. Lo que a nosotros nos interesaba, por eso trabajamos en la red, era aliarnos con instituciones para luchar contra las injusticias que vemos cotidianamente. Ante situaciones particulares, trabajamos en conjunto. Si bien uno va a continuar por su cuenta, llega un momento en que hay que trabajar coordinadamente. Hubo un trabajo en la creación de los objetivos. Cada año se vuelven a formular. Se ha logrado avanzar en lo cultural, se hacen eventos, como la Cumbre de juegos callejeros. Allí las instituciones tienen la posibilidad de mostrar su trabajo.

¿Qué expuso La Vereda?
L.B.: En los últimos dos años lo que hacemos es mostrar las producciones que se hacen en el taller textil. Nos parece un espacio protegido y cuidado el que dan los eventos de Rioba como para empezar a vender estas producciones. Sirvió para organizarnos y profundizar este objetivo. Cuando comenzó el taller sólo había cinco personas, pero, como insistimos y mantuvimos la propuesta, hoy tenemos veinte personas y lista de espera.

¿Cómo encaran los talleres?
D.A.: Tener otra mirada. Desde La Vereda trabajamos esto de tener otra mirada con el otro, qué es lo que sucede con el otro y como mira uno lo que el otro puede, lo que no puede. En los talleres, aparte de hacerlo en conjunto, se trabaja con cada chico, con cada chica en particular.
L.B.: La participación de la gente. Porqué la gente no participa, de qué manera convocarla. Creemos que es algo a construir. Los talleres no se llenan de gente al poco tiempo. Hay que establecer el vínculo con esa persona, ver que necesita. Después, empezar a proponer distintas cosas que le atraigan. En base a esto, buscamos que la gente venga, se vaya apropiando de los espacios. Es un proceso a construir.

¿Cómo han crecido estas propuestas?
D.A.: Muchos talleres están en lista de espera, esto es fruto del sostén que le dimos a los talleres. Es una construcción que lleva tiempo, así se logra llegar a algo; no es una ecuación.

¿Cual es la situación de la gente que asiste?
D.A.: La gente suele tener altibajos, aun así les respetamos la matrícula. Esto sucede por características de contexto y entorno, que influyen en su participación dentro de un espacio. Trabajamos desde donde la persona puede, de ahí vamos bordeando el resto para que realicen sus proyectos de vida.
L.B.: Quienes vienen acá son familias que atravesaron situaciones de vida muy complejas, sus derechos fueron vulnerados constantemente. Hay que empezar a desandar eso y puedan apropiarse de las herramientas que los lleven a ser protagonistas de su vida.

Juan Manuel Castro
[email protected]

Revista El Abasto, n° 109, mayo, 2009.






 

 

 

 

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