En busca de
uno rioba “de diez”
El número
diez indica tradicionalmente la perfección
de orden divino y la responsabilidad humana.
Y eso mucho antes de Maradona. Según
el Tarot, la carta número diez simboliza
"La Rueda de la Fortuna" y, por
tanto, la evolución, ya que cada
giro representa una nueva oportunidad. Teorías
de la India le otorgan como atributos al
diez la iniciativa, el optimismo, el progreso,
la sabiduría, el karma y los ciclos
de vida. Esto podría avisar de que
se está por culminar un importante
ciclo de progreso espiritual, aunque no
sé si eso involucraría una
culminación editorial. Tal vez, un
cambio en cuanto a su desarrollo, natural
por la maduración lograda. Varias
artes marciales no poseen el décimo
grado superior (dan) por considerar que
eso indicaría la mayor perfección
y el ser humano es imperfecto per se.
Partamos de
la base que el número diez tiene
un valor intrínseco; sirve para recordar
y contar con ayuda de los diez los dedos
de las manos. Tal vez por eso figuran como
diez los mandamientos que Jehová
dio a Moisés y diez son las plagas
que azotaron a Egipto (Ex. 7:12). Abraham
dio el diezmo del botín a Melquisedec
(Gn. 14:20) y aun en épocas de crisis
hay quienes solicitan el diezmo. Los israelitas
daban una décima parte a los levitas,
y ellos daban una décima a los sacerdotes
(Nm. 18:21-26). Diez vírgenes fueron
a encontrar al esposo (Mt. 25). Eran diez
los siervos a los que se les confió
las minas (Lc. 19:13). Algunos dicen que
se pusieron diez antepasados entre Adán
y Noé, y diez entre Noé y
Abraham por la posibilidad de recordar que
da ese número, aunque los historiadores
sostienen que existieron muchos más.
La Ilíada
y la Odisea también están
marcadas por este número. Diez fueron
los años que duró la Guerra
de Troya. Y otros diez le tomó a
Ulises volver a su Ítaca natal.
Y diez es
la nota más alta en nuestro sistema
de puntaje escolar.
Filósofos
de la antigüedad, como Platón
o Aristóteles, sostenían como
ideal que la polis no fuera más grande
que el que una persona situada en un extremo
pudiera ver terminar la aldea; o que una
persona a viva voz se pudiera hacer escuchar
en toda la polis. Dentro de una metrópolis
como la que habitamos, una de las ciudades
más grandes del mundo (porque la
verdad es que no hay campo después
de la General Paz), el barrio, o en criollo,
el rioba, es lo más cercano a aquella
polis. Para hacer de esto un sistema menos
injusto, “de diez”, hay propuestas
de organizar la distribución de poderes
de otra manera. Una propuesta que toda gestión
porteña patea continuamente para
años venideros es la famosa descentralización,
con sus consejos consultivos, con sus comunas
semiautónomas donde los vecinos tendríamos
a los funcionarios de vecinos y con presupuesto
como para que la participación ciudadana
se traduzca en cuestiones concretas y no
sólo en votos. Dentro de esta idea
-de sociedad con los poderes más
diluídos y, por ende, más
cerca nuestro- los medios vecinales y comunitarios
como éste tendrán una significación
aún más central: el cuarto
poder al alcance del vecino, sirviendo para
pensar y repensar problemáticas locales
con el fin de convivir en mayor armonía.
Bajo esa luz,
pero sin esperar el orden burocrático
fue que instituciones sociales de nuestro
barrio se entrecruzaron y conformando una
red de interacción solidaria y por
el bien común. Esa red de acción
directa la nombraron Red de Instituciones
del Once, Balvanera y Abasto (RIOBA). Este
número 109 profundiza en Rioba y
como no podría ser de otro modo en
nuestros diez años.
¡Todo diez puntos!
Rafael
Sabini
[email protected]
Revista El
Abasto, n° 109, mayo, 2009.