La historieta porteña
Según la Real Academia
Española una historieta es una serie
de dibujos que, con o sin texto, construyen
un relato. El humor gráfico está
asociado a un solo cuadradito, aunque hay
expertos, como Oscar de Majo, que reconocen
que suele incluirse dentro del concepto
de historieta por utilizar las mismas herramientas,
aunque no siempre se desarrolle en forma
secuencial, o sea a través de varias
cuadritos o viñetas, leídos
de izquierda a derecha como la palabra impresa,
sino en un solo cuadrito unitario.
Como dato
histórico es interesante saber que
la mirada sobre la producción cultural
ha cambiado, y mucho. En el caso que nos
atañe, hasta mediados del siglo XX,
la viñeta de prensa se llamaba caricatura
y las historietas fueron durante años
consideradas como un subproducto cultural,
sin embargo, desde hace medio siglo el tema
viene teniendo cada vez más reivindicación
artística a tal punto que varios
hoy la denominan el noveno arte a pesar
de ser anterior a las dos precedentes: cine
como el séptimo arte y fotografía,
octavo, que tampoco mantienen un orden cronológico
por su gestación, sino por su reconocimiento
como “arte”.
Personalmente
entiendo al arte en un doble sentido cuasi
contradictorio. Un lado que podríamos
llamar zen donde la creación es fruto
de la concentración usando las herramientas
elegidas y el otro sería el comunicacional
donde hay una intención, consciente
o inconsciente de llegar con una idea o
un sentimiento a otro.
Hoy estamos
inmersos en el debate por una nueva comunicación
donde el desconcentrar el poder de unos
pocos -que desde la última dictadura
militar vienen concentrando cada vez más
ondas, canales y medios en general-; el
tema comunicacional está en boga.
Por un lado, implica el riesgo de hacer
“desaparecer a TN” o al canal
“Volver” (¡qué
paradoja!, los amigos de los desaparecedores
de personas están preocupados por
ese verbo). Por otro, permite gestar otros
espacios que puedan ayudar a producir nuevos
sentidos, y por ende nuevos rumbos, a nuestra
sociedad. Está claro que la comunicación
no es solamente cuestión de los medios,
ni de las historietas. Se trata de un proceso
de construcción de sentidos colectivos
que se puede gestar en otros espacios: sociales,
culturales, políticos, institucionales,
laborales, públicos, etcétera.
Por eso, cuando
vemos gestiones que administran el dinero
público gastando fortunas en sus
empleados de jerarquía, en obras
que hacen empresas de amigos, en cultura
elitista, pero dejan poco o nada salvo palos
para las necesidades sociales y culturales
de base, y crean cuasimonedas para pagarles
a proveedores, no hace falta ser un genio
cargado de masa crítica para comprender
como viene esta historieta.
Rafael Sabini
[email protected]
Revista El Abasto, n°
115, noviembre, 2009.