Cuestión de clase
Verano. Un calor sofocante
y la suerte de tener trabajo. O mejor dicho,
dos trabajos. Lo malo es tener que soportar
todo el verano en la ciudad. Lo bueno es
que hago lo que me gusta, aunque realmente
no incida en mi diminuto patrimonio. Porque
todos sabemos que laburando no se hace dinero.
Pero estoy feliz y agradezco a Dios que,
pese a todo, estoy sano y vivo al igual
que mi familia. Pero cómo cuesta
patalear y patalear…
Eso de patalear
me recuerda a la fábula de los dos
ratones que se caen en un bol con crema
de leche sin batir. Dado que los bordes
eran altos y resbaladizos no podían
salir y pronto uno de los dos se dio por
vencido y se ahogó. El otro agitó
sus patitas todo lo que pudo y se mantuvo
a flote. Al rato la crema se batió
y luego se hizo manteca con lo que el ratón
pudo pisar con firmeza para finalmente lograr
salir del bol a su libertad.
Personalmente me
siento como el ratón que patalea,
solo que no percibo que nada se solidifique.
Sí que cambia. Hay cosas que pasan,
cosas que dejan de existir. Se apagan estrellas
como la negra Sosa, Michael Jackson y Sandro,
entre otros, recordándonos de la
fugacidad de todo. Y acá PC decide
que la tira de “Carlitos y el Pibe”
ha llegado a su fin. De hecho el de este
número sería, según
él, el último. A mí
me da nostalgia, por no decir tristeza.
Siento que las cosas pasan, envejecen, y
la gente también. Yo también.
Mis hijas crecen. Y sigo pataleando igual
que antes sin atisbos de crema, ni hablar
de manteca. La heladera anda por milagro,
ya tiene más de diez años
(¡qué poco duran las cosas
hoy en día!), el lavarropas igual,
casa propia ni en sueños, el auto
dice “mírenme, soy el más
rotoso del barrio”. Pero continúan
andando, como yo. Siguen
sin darse por vencidos. Menos mal. Porque
no nos queda otra. Encima, seguro que si
la crema se hiciera manteca en estos días
en seguida se derretiría por el calor
infernal que reina, incidido por el calentamiento
global. Pese a todo, sueño con que
se haga manteca.
Rafael Sabini
[email protected]
Revista El Abasto, n° 117, verano,
2010.