Fuimos al Bancadero,
centro de asistencia psicológica
del barrio
“Vale la pena trabajar
por el barrio”
El Bancadero, asociación
mutual de asistencia psicológica,
está ubicado en el pasaje Carlos
Gardel. Allí nos recibe la licenciada
Ana María Arahuete. Luego de conversar
con ella un rato, pasamos a una de las salas
donde se llevan a cabo las terapias.
Allí nos
encontramos con el actual presidente, el
psicólogo Alejandro Ollier, y el
integrante de la junta fiscalizadora y ex
presidente, Samuel Wolf. Junto a ellos dialogamos
sobre la tarea que casi treinta años
realiza esta asociación en el barrio.
Recordamos el trabajo que hicieron durante
los días posteriores a la tragedia
de Cromañón y nos explican
por qué valoran la red RIOBA.

Samuel Wolf y Alejandro Ollier.
¿Cómo
es la asistencia psicológica que
brindan?
Samuel Wolf: El Bancadero
presta asistencia psicológica a un
sector vulnerable de la sociedad, se trata
de la clase media-baja. En casos, clase
baja directamente.
Alejandro Ollier: Nosotros
somos grupalistas, la idea es trabajar en
equipo.
¿Quiénes
componen el equipo del Bancadero?
AO: Está integrado
por psicólogos y psicólogos
sociales. Esto es una característica
única. Es inédito en salud
mental. Los psicólogos sociales queremos
compartir el espacio y cada uno volcando
sus experiencias. Lo bueno es que estamos
integrados.
SF: Fuimos criticados en
algunos lugares de la psicología
tradicional por salirnos de la clínica
clásica; cuando te salís sos
un transgresor, lo somos un poco.
En cuanto a los
pacientes, ¿Qué inquietudes
les transmiten a ustedes?
SF: La desocupación
es uno de los asuntos más fuertes.
La última experiencia fue la de tratar
la crisis social, es decir, cuando la gente
empezó a tener miedo a perder el
trabajo. Una paciente me comentaba: “Soy
docente pero no me blanquearon”. Además
hay que sumarle que uno se entera de despidos.
Se genera una sensación de inseguridad.
¿Cómo
transmiten esa sensación?
OA: Este asunto parte de
una gran injusticia social. En los pacientes
aparece el tema “antes se podía
andar por la calle tranquilo”, la
gente lo tiene en el discurso, junto a la
precariedad laboral.
Pasado un nuevo
aniversario, ¿Cómo fue la
experiencia de trabajar en la tragedia de
Cromañón?
SF: Atendimos afectados
del barrio, con otros colegas. Se descentralizó
la información que buscaban los padres
esa noche. Al otro día se informaba
en los CGP. Realizaban esa tarea empleados
administrativos, que no estaban capacitados
para la situación trágica.
Por eso nos llamaron a nosotros, para darles
asistencia a los empleados y a la gente.
Ése fue un aspecto; los primeros
momentos. A veces la cosa dura varios días,
porque como en la AMIA, hay muchas personas
que no fueron rescatados al instante. Muchos
fueron encontrados en estado de shock a
kilómetros en el caso del boliche
de Once.
AO: La segunda fue a posteriori,
a las familias afectadas. Gente del barrio
nos llamó porque grupos enteros quedaron
afectados. Nos reunimos en sus casas. En
este caso nos dividimos en grupos. Por un
lado, estaban las chicas, que estuvieron
en el momento del incendio, ellas tenían
más dificultad, atravesaron lo traumático
del desastre. Después, los chicos
que entraron a ayudar. También estaban
los familiares. A cada grupo le sucedían
cosas diferentes. Mientras que el apoyo
en el CGP duró unos días,
este trabajo se hizo entre 3 y 4 semanas,
lo cual da una idea de los distintos momentos
que tiene la atención en momentos
de catástrofe.
¿Que rol
toman frente a las organizaciones vecinales?
SF: Priorizamos el contacto
con el barrio y la zona. Valoramos estar
en RIOBA (Red de Instituciones del Once,
Balvanera y Abasto) junto a las demás
instituciones. Es una forma de empezar a
armar lo que consideramos una alternativa
válida para la unidad de los vecinos
del Abasto.
AO: Estamos en la red,
tenemos aranceles diferenciales para los
vecinos de la red. Creemos en esto de la
trama social del barrio. La red de instituciones
es parte de la sociedad civil.
Aparte de la red
del Abasto, ¿Estuvieron en otras
asambleas?
SF: Participamos cuando
surgieron las asambleas populares en el
80, había una gran espontaneidad,
querían horizontalidad.
AO: Hablamos de fines del
´82, la Guerra de Malvinas y el fin
de la dictadura. Era una respuesta a la
apertura que tenía la sociedad, luego
de estar retraída, se vivían
experiencias como el Teatro Abierto. Dentro
de esa apertura democrática surge
El Bancadero.
SF: Otra experiencia que
vivimos fue la del 2001. Quedó en
la cabeza de la gente como que “no
se puede resignar”. Cuando hay un
hecho significativo la gente sale a la calle.
Esto ejerce su influencia sobre los partidos
políticos. Lo que digo es que hay
una Argentina que se ve y otra que está
por abajo, la que no se ve. Existe otra
que es la que formamos las instituciones
populares.
¿Qué
es lo que los motiva a seguir con esta labor
dentro de la zona?
SF: La gente toma este
lugar como un refugio frente a las angustias
que vive. “Yo vengo acá y me
siento cómodo”, me cuentan
varios pacientes. Eso es importante, encuentran
un clima favorable para resolver sus angustias.
AO: A nosotros nos llega
el reconocimiento, es una gran satisfacción.
Tenemos asistencia breve, es decir, cuatro
meses de forma individual o seis en grupo.
Tenemos un reconocimiento, el cariño
de la gente. Vale la pena trabajar por el
barrio.
Juan Manuel Castro
[email protected]
Revista El Abasto, n° 117, verano,
2010.