Marchando a la deriva
De las noticias con que
nos bombardearon diariamente los medios
selecciono una, que si bien no es catastrófica
ni alarmante, no deja de ser asombrosa por
lo insólita y absurda.
“Una escultura del suizo Alberto
Giacometti (1901-1966) es desde ayer la
obra de arte más cara jamás
vendida en una subasta. “El hombre
que marcha”, un bronce fundido en
1961, se vendió en 104,3
millones de dólares en la
Subasta de Arte del Siglo XX celebrada en
la casa Sotherby´s de Londres”.
Clarín, 4 de febrero del
2010.
Este record me hace reflexionar
sobre ciertas actitudes: ¿quién
determina el valor de una obra? ¿cuál
es la escala de valores que manipulan? ¿qué
es lo que motiva a un individuo a invertir
semejante monto para poseer una obra que
exhibirá en su ámbito privado
y para un reducido entorno? ¿a cuántos
hambrientos se podría socorrer con
104,3 millones de dólares que alguien
pagó por esa escuálida escultura
que curiosamente nos remite al flagelo del
hambre. Podrán decir que son las
leyes del juego, de la oferta y la demanda
y la libertad de acción del mundo
capitalista, todas falacias en un mundo
agotado que necesita urgente una política
afín a la naturaleza humana que lo
preserve y lo salve. No abro juicio sobre
la obra en sí misma, porque no soy
crítico de arte, pero lo que sí
puedo hacer es expresar mi opinión
basándome en el sentido común.
P.C.
Revista El Abasto, n° 118, marzo, 2010.