Nacionalismo... ¿bajo
qué principios?
Ya antes de este 25 de Mayo
la ciudad comenzó a verse cada vez
más cargada de banderas argentinas.
Con el formidable festejo del Bicentenario
el corazón patrio comenzó
a palpitar a un ritmo más acelerado
y de modo más sensible. Cuestión
que el mundial reforzó con los primeros
gloriosos partidos hasta que Alemania nos
pasara por arriba en cuartos de final. Sin
embargo, las banderas continuaron y la razón
es sencilla: el Día de la Bandera
y luego el 9 de Julio. Como no soy futurólogo,
ni pretendo serlo, no sé que pasará
con las tantas banderas que ventilamos.
Pero creo que en algún lugar interno
de casi todos los que habitamos estas tierras
la seguiremos cobijando.
¿Qué recordamos
“con gloria” cuando utilizamos
estos símbolos patrios? ¿Cuál
sería el común denominador?
Me enseñaron que tanto los hombres
de la Primera Junta patria de 1810, como
los de la Independencia el 9 de Julio de
1816 en Tucumán tuvieron que poner
sobre la mesa lo que hacía falta;
su cuerpo con el coraje que eso implica.
Siempre entendí que fue basándose
en principios de igualdad y libertad, ideales
de independencia nacional, utopías
por un mundo mejor. Aquello también
lo puso la selección en la cancha.
Más los principios podría
representarlo aquel cartel que orgullosos
desplegaron y que decía: “Apoyamos
a las Abuelas de Plaza de Mayo para el Premio
Nobel de la Paz”.
Sin embargo, me llama la
atención que a pesar de que tantos
aplaudimos y recordamos a los luchadores
idealistas el programa que mayor rating
televisivo mide continúa siendo aquel
donde predomina la vulgaridad de la pelea
entre sus participantes. Donde uno de sus
integrantes hace gala de la fortuna que
gasta, busca novia como quien elije una
olla Essen, y mientras tanto en su fábrica
-en pleno Almagro- echan a los obreros que
protestan.
Y me parece llamativo
que no se amontone gente para festejar,
y que nadie toque la bocina, ni aplauda
por la calle, cuando enjuician a los mayores
representantes del más terrible gobierno
genocida que tuvo este país, al menos
en las últimas décadas.
También me jode
un montón que cuando se eligen cargos
políticos tanta gente vote a esos
personajes que no se van a jugar por esta
tierra, tipos y tipas a las que sólo
les importa una sola cosa, llenar su propio
bolsillo.
Y me revuelven las tripas
aquellos hechos donde la gente se moviliza
a defender a los que cometen las peores
injusticias. Como ese pueblito donde cuatro
muchachotes tuvieron su marcha a favor luego
de haberse aprovechado de una niña
de 14 años con posterior circulación
del estupro.
O este otro reciente donde
un equipo de un programa de investigación
porteño deschava casos de prostitución
infantil con menores de siete años
[¡!] y que recibe una avalancha en
contra gritando cosas como que “el
problema es el hambre” y que “solo
vienen a desprestigiar al pueblo”.
O en Bariloche donde luego
de una seguidilla de terribles represiones
contra habitantes pobres -donde la mano
dura del aparato represor se llevó
tres vidas, dos de ellos menores de edad-
sale una caravana de “buenos vecinos”
en defensa del apharteid barilochense.
Entonces me pregunto,
¿qué está pasando con
nuestros valores? ¿No quedó
claro que debía gobernar la igualdad?
Porque parece que algunos se creen más
“iguales” que otros... ¿Para
quién era la libertad, para el pueblo,
o para quienes lo hostigan? ¿Cuáles
son los principios que para otros conllevan
los símbolos patrios? ¿Me
perdí de algo? O soy el único
que considera que hay mucho garca suelto
revoleando la banderita y cantando el himno
mientras defiende cuestiones que solamente
Lúcifer podría defender.
Rafael Sabini
[email protected]
Revista El Abasto, n°122,
julio 2010.