Nosotros y la memoria
Paso el censo. Murió
Kirchner. Todo ocurre demasiado rápido.
Y a veces al mismo tiempo. Dentro de 10,
15 o 20 años recordaremos que estábamos
haciendo ese día. Como cuando el
hombre llegó a la Luna en 1969 o
asesinaron a Lennon en 1980 o bien, más
cercano en el tiempo en 2001 cuando cayeron
las Torres Gemelas.
Pienso en todo esto mientras
estoy sentado en una de las mesas de La
Perla de Once, reducto legendario donde
Nebbia y Tanguito compusieron La Balsa,
pieza fundacional del rock en castellano.
Aunque Lito no se acuerde del día
exacto y a Tanguito no le podamos preguntar.
Pero seguramente son muchos los que recuer-dan
el momento en que escucharon por radio los
primeros acordes de La Balsa.
La memoria sirve
para vernos reflejados en el tiempo. La
memoria sirve para identificarnos con nosotros
mismos, nos permite reconocernos y crear
una identidad que fundida con la identidad
de otros individuos da nacimiento a una
idiosincrasia o modo de ser.
Somos italianos que hablan
español pero nos creemos franceses.
Pero tanos al fin. Existe una memoria genética
corriendo por nuestra sangre, algo que heredamos
de nuestros abuelos y padres. Y como cualquier
tano somos demostrativos y emocionales.
Y así lo manifestaron las multitudes
que se acercaron a Plaza de Mayo para despedir
los restos del ex presidente y alma mater
del actual gobierno entre llantos, gritos
y cánticos varios.
Tal vez esperamos demasiado
de nuestros lideres y es por eso que los
movimientos políticos en la Argentina
sean “ismos” con nombre de persona:
Peronismo, kirchnerismo y... ¿menemismo?
Personalismos. Necesitamos de un papá
benévolo que nos cuide, nos arrope
y nos alimente. Algunos son mejores padres
que otros.
¿Cómo recordaremos
la muerte de Néstor Kirchner? ¿Qué
cambiará y que no? Todavía
es pronto para decirlo. La memoria dará
su veredicto en el momento adecuado. Ahora
es momento de que la pasión se exprese.
Se dice, entre otras cosas,
que los argentinos tenemos poca memoria.
Si hay algo destacable de estos últimos
años es que volvimos a ejercitar
cierto tipo de memoria, volvimos a decir
nunca más. Nunca más a los
milicos, pero también nunca más
a las privatizaciones y al neoliberalismo
que nos impuso él sálvese
quien pueda. Hay muchísimas otras
cosas que afirmar y otras tantas para negar.
También quedan
algunas deudas pendientes. No todo depende
de un “ismo”
que cambien las reglas, algunas situaciones
requieren del compromiso de todos.
El bar La Perla está cerrando. Los
tiempos cambiaron y muchos recuerdan nostálgicos
la época en que estaba abierto las
24 horas y allí se sentaban los soñadores
a cambiar el mundo. Me levanto y me dirijo
hacia la salida. El mozo me llama. Me había
olvidado de pagar la cuenta...
Damián Marsicano
[email protected]
Revista El Abasto, n° 126 , noviembre
2010.