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Entrevistamos a Leopoldo Federico
por el aniversario del Quinteto Real

“Estoy agradecido a la vida por esta celebración”


Este barrio acunó a quien es hoy una de las figuras más importantes del tango. Junto al pianista Horacio Salgán realizó un ciclo de conciertos para festejar el medio siglo de Vida del Quinteto Real. El bandoneonísta nos recibió en su despacho de la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI), que preside, y mostró su emoción por esta cumbre histórica. También hablamos de cómo ve la situación actual de los músicos.
   Este hijo de Balvanera nos habla con la vitalidad con la que hace 50 años comenzó a tocar en el Quinteto. Para celebrar este cumpleaños se volvió a subir a un escenario con el Maestro Salgán para evocar tangos inmortales como A fuego lento durante los viernes y sábados del mes pasado. Quienes completaron el encuentro fueron los actuales integrantes del quinteto: César Salgán (piano), Hugo Rivas (en reemplazo de Ubaldo De Lío en guitarra), Carlos Corrales (bandoneón), Julio Peressini (violín) y Juan Pablo Navarro (contrabajo).
   En la vigilia a la presentación final, el maestro nos recibió en su oficina céntrica de la AADI. Entrar en su despacho es dar un vistazo a cada momento trascendente en su carrera. Afiches de sus presentaciones en el exterior, placas, fotos con personalidades del tango. Habría que hacer una visita guiada para evocar con profundidad cada recuerdo.
   Con amabilidad y buen humor nos recibe, por lo que el diálogo se da con fluidez. El maestro, que hizo historia junto a grandes como Astor Piazzolla, en el Octeto Buenos Aires, y con el Polaco Goyeneche, afirma que “lo del ciclo del Quinteto superó todo”. “La verdad, no me esperaba una respuesta tan ferviente del público”, asegura.
   No es para menos. Con localidades agotadas todas las noches, el Centro Cultural Torcuato Tasso, en San Telmo, ofreció veladas inolvidables. Federico no tocaba con Salgán desde la década del 60. Sólo en 1987 se reunieron bajo un sello discográfico japonés para hacer un álbum.
   Sobre Horacio Salgán, lo primero que destaca Federico es que siempre “defendió la raíz del tango a muerte”. Para el bandoneonísta, junto a Astor Piazzolla son los “exponentes más importantes del tango. Sobre el autor de Adiós Nonino opinó: “Él no pudo disfrutar en vida de lo que generó como músico”. Por eso le da tanta importancia a este homenaje: “Es muy merecido por todo lo que Salgán ha hecho”.
   “A todos nos pone tristes que esta alegría de tocar termine. Estos son hechos que te los tenés que grabar en el corazón, un día vas a contar que participaste de ese momento histórico”, confiesa.
   La sorpresa de Federico es doble: “No creí que la gente fuera tan espontánea, al margen de lo que puedan llegar a gozar, se mostró un afecto muy fuerte. El público es maravilloso, me crucé con personas que vinieron desde otros países para este concierto. Me sorprendí con los músicos actuales. No creí que César tocara tan bien el piano, él se dice bajista. Cierro los ojos y siento que es Salgán”. También elogió a Rivas, quien tocó como suplente: “En poco tiempo se aprendió el repertorio, es un gran músico”.
   De los intérpretes, la charla gira a los lugares: “El Tasso es la nueva catedral del tango”. “Tocar ahí es retrotraerme a los años en que había tango en todos lados”, sentencia. Esa época la recuerda como un tiempo donde las orquestas tocaban “desde el mediodía hasta la madrugada”.
“Todos los días de la semana tocaban tres orquestas en cada lugar en distintos horarios. Arrancaba a la tarde y la última terminaba a las dos de la mañana. “Cualquier orquesta tenia una confitería o un cabaret para tocar, había trabajo. Los bailes populares eran la entrada más fuerte para los músicos. En los diarios de la época había páginas enteras con la programación de los conciertos”, añade.
   “En los barrios estaban las orquestas típicas. En la década del 50 vivía en Balvanera y había un bar, muy chiquito, que se llamaba El Diamante, hasta en ese lugar, en ese rincón perdido, había tango. Yo iba a escuchar la orquesta de Salgán a Once cuando era muy pibe. De a poco me empecé a meter en el ambiente hasta que empecé a compartir mesa con los músicos. Llegó el día que me llamaron para tocar en la orquesta de Salgán en Radio Belgrano. Tuve suerte, empecé mi carrera a los 17 años y nunca paré. Hacía dos o tres cosas a la vez, no porque era el mejor, sino porque había trabajo”, recuerda.

Ahora Federico habla como titular de la AADI: “Está difícil la situación, los dueños de los lugares tienen que saber bien cuáles son los requisitos, es importantísimo porque sino uno siempre corre el riesgo de que le cierren el local”. Además, expone que “los músicos que recién comienzan su carrera necesitan mostrarse”.
   “El trabajo está mal. No es lo mismo que ir a los lugares relacionados con el turismo, es como trabajar en otro país”, diferencia. Del otro lado, está la gente que comienza a tocar, quienes buscan “encontrarse”, desde lo musical. “Es como un equipo de fútbol, una mirada basta para que todos vayamos atrás de lo mismo. Ahí nace la personalidad del intérprete. Si tocás cada tanto y encima tenés que estar pendiente del lugar no se puede lograr”, explica.
   Ante la evocación de hechos como la tragedia de Cromañón o el reciente derrumbe del boliche palermitano Beara, el bandoneonísta aclara, y lamenta, que hay una mentalidad donde se piensa que “cuanta más gente podés meter, mejor”. “Uno como dueño tiene que tener en condiciones los lugares a donde concurren masivamente las personas”.
   “Para el músico que empieza bien de abajo, en este contexto, se le hace difícil”. “Tiene que ir con su disquito y recorrer varios lugares, cuando consigue pasarlo por primera vez en una radio, para él es un día de fiesta”, expone. “Si tenés una familia y ves que las cosas no van bien, dejás todo porque hay que ganarse el mango”. Por esta razón “gente con grandes cualidades dejó la música, es una gran pérdida”, asegura.
   “De todos modos, no quiero dejar una impresión amarga”, detiene el diálogo el maestro. “Si como músico lo sentís, aguantá porque en algún momento se dan las cosas”, es su mensaje final.
   Desde adolescente el ritmo de su bandoneón marcó, y marca, una página fundamental en la melodía porteña. Este tanguero, criado en Balvanera, comenzó a tejer un sueño de dos por cuatro en estas calles. De chiquilín lo miraba de afuera al maestro Salgán en los cafetines de Once. Federico siente la misma emoción de haber compartido con él esta celebración: “Me sigo sintiendo músico de su orquesta, como hace 50 años”.

Juan Manuel Castro
[email protected]

Revista El Abasto, n° 126 , noviembre 2010.



 

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