Subiendo un par de escalones
Se termina otro año,
y mirando hacia atrás me siento tan
grande como cuando pase de preescolar a
primer grado.
¿Se acuerdan de
esa sensación? El cambio de color
de guardapolvo, pasar de la bolsita a la
mochila, de los crayones a la lapicera de
pluma. ¡Muchos cambios! Y de repente,
te sentías regrande.
Yo me siento grande, y
no sólo por estar un año más
vieja, sino porque este año que se
termina me pasaron muchas cosas, de las
cuales he aprendido grandes enseñanzas.
Aprendí que la
política no es sólo aquello
que te cuentan los medios, esas palabras
y oraciones que te dicen los noticieros
o te escriben los diarios. La política
es mucho más que eso, y hoy está
tomada por algo devaluado. Es la estrategia
que mueve al mundo, y nosotros solo leemos
una pequeña porción de ella.
Aprendí que es
necesario ver más allá de
nuestras realidades. Ayudé a darle
un techo a una familia, y vi que con detalles
y pequeñas acciones podemos mejorar
la vida de los demás.
Aprendí a escuchar,
y ser generosa. A no pensar tanto en mí,
en mis necesidades, sino también
en quienes me rodean, y en mis afectos.
A entender lo importante que es dar aquellas
pequeñas cosas que a veces ni entendemos.
Pero sobre todo, la lección más
importante de este año fue que cada
uno hace lo que puede. Y lo que cada uno
puede, es probable que otros no les alcance
o no sea suficiente, o tal vez sea de lo
mejor.
Y entendí que no
es necesario enroscarse con aquellos que
no hacen lo que es suficiente o correcto
para uno.
Es por eso, que les recomiendo
tomar mi consejo, que es el siguiente: si
aquel hace lo que puede, y esto no te alcanza
o no te sirve o te hace mal, simplemente
ten paciencia o sigue buscando. Siempre
hay otro que aquello que puede, es aquello
que necesitas y te hace bien.
Les deseo un excelente
final de año, y muchos nuevos aprendizajes
para el 2011 que se viene.
Catalina Cabana
[email protected]
Revista El Abasto, n° 127 , diciembre
2010.