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EL DRAMA DEL TECHO IMPROPIO,
EL INQUILINO ESTRUCTURAL Y EL GHETTO

LA CRÓNICA:
Los hechos de violencia y muerte dosificados con xenofobia patotera, desnudan apenas la punta del iceberg de un problema que destruye silenciosamente.
Un grupo de personas alentadas por rumores de otorgamientos de escrituras, ocuparon un pastizal denominado oficialmente parque. Luego fueron retiradas a golpes y disparos, con un saldo lamentable de cuatro muertos y un número desconocido de heridos.
Los que ocuparon el controvertido predio son en su mayoría habitantes de otros asentamientos, informales y de emergencia llamados “villas miseria”.
Estas personas por lo regular, alquilan de otros villeros “dueños” de viviendas precarias y pagan sumas nada despreciables, por viviendas absolutamente despreciables e indignas, en espacios degradantes.
Hasta hace poco, mucha gente pensaba que a la villa se iba a vivir “para no pagar”.
Pero este no es un drama solo de los más pobres.

EL CONFLICTO ESTRUCTURAL:
En Argentina, la mayor parte de sus habitantes (incluidos los que se sienten “clase media”) nacen en una vivienda alquilada y mueren alquilando, sin haber podido jamás tener su techo propio. Es peor aún, muchas familias que consiguieron comprar su vivienda, ven con amargura cómo sus hijos deben terminar alquilando para poder vivir más o menos dignamente, pero con sacrificios muchas veces inhumanos y sostenidos… para mantener a esa úlcera llamada alquiler.
El sentido estético de la “clase media” sumado a la sensación de proximidad y coqueteo con el poder, no le permite usurpar terrenos ni alquilar en la villa. Y esto a su vez, colabora para invisibilizar el drama que existe y destruye, pero que la ciudad disimula.
Los alquileres son altos, porque las propiedades son caras y las propiedades son caras, porque inexisten planes de vivienda ni créditos accesibles para la gente en emergencia habitacional, ni para la clase media-baja (principalmente la lesionada en la década anterior).
El gobierno nacional viene cumpliendo un rol muy importante en la construcción de viviendas para los sectores más humildes, pero no así para los sectores medios que están abandonados y sueltos en el ruedo con los sectores más poderosos, a su merced.
El gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires directamente abandonó a todos, aunque mantiene un mamotreto llamado “Instituto de la Vivienda de la Ciudad” que cuesta centenas de millones anuales, para construir nada. Inclusive tiene un banco que da superávit y está de espaldas a todas las necesidades de desarrollo de la Ciudad y del que Macri toma recursos quebrantando sus estatutos..
Paradójicamente, solo los sectores de altos ingresos pueden pensar en financiamientos.
En Argentina alquilar, para los sectores medios es una forma de marginalidad elegante y de aparente “naturalidad”, pues estos inquilinos tienen sus derechos constitucionales cercenados aunque hagan de cuenta que no. Puesto que alquilan por IMPOSIBILIDAD de comprar.
Los inquilinos son condenados a una situación insalvable y “vitalicia”, cuando en realidad se debería alquilar solo en circunstancias fortuitas y por términos cortos.
Por supuesto es necesario comenzar a corregir desde abajo hacia arriba, pero esto es algo que se viene intentando desde hace mucho tiempo y la clase que no llega a “media” pero asoma la cabeza, está en permanente zozobra y en un subi-baja morboso que le provoca infartos, ACVs, rupturas de hogares, desasosiego, frustraciones, etc, etc, etc. El alquiler también mata.
En contraposición, existen personas dueñas de decenas y centenas de propiedades que viven de alquilarlas, por las que no pagan un solo peso de impuestos, llevando adelante una actividad millonaria oculta y desrregulada. Muchas de estas propiedades funcionan como hoteles clandestinos, donde hay desde hacinamiento a aguantaderos de marginales, ya que no llevan el menor registro de los que allí viven, que además, están sometidos a toda clase de arbitrariedades.

LA PROPUESTA:
Es de vital importancia la creación de la figura legal de la vivienda única y la generación de estructuras escalonadas de incentivos fiscales para la construcción de la vivienda social por parte de las constructoras privadas, es decir, la empresa que en el edificio se avenga a construir una proporción de metros cuadrados a regular, para vivienda social o única, contará con facilitaciones en las tasas de créditos, reducción o insención impositiva y calificación para proveer al estado en licitaciones.
Esto no solo disminuiría la presión del gobierno por este problema, aumentaría la oferta bajando los precios y encaminaría a la solución de la erradicación de ghettos.
La tendencia a construir edificios o barrios “para pobres” no desestigmatiza, a sus habitantes. La atomización de estas construcciones con este procedimiento favorecería la inclusión social.
El folclor de la prohibición o el paternalismo del subsidio, saca de foco un recurso virtuoso y propositivo como el incentivo fiscal y crediticio.
¿Quiere tasas más bajas? ¿quiere pagar menos impuestos? ¿quiere calificar para venderle al estado? Muy simple: haga esto que estamos necesitando.
Nadie obliga a nadie y aquellos a los que les sirve se ponen a trabajar en lo que queremos, ganando por cierto con lo que hacen.
La condición de vivienda única, es para que nadie pueda acceder a más de una vivienda de estas afectadas al régimen de incentivos y que inclusive, solo se pueda hipotecar su heredabilidad y una vez saldado el crédito inicial, para evitar que familias o ancianos queden en la calle.
Por otra parte, el registro de propiedades en herencia vacante debe ser transparentado, para evitar que se continúen haciendo negocios sucios con esos valores, lesionando a todos los ciudadanos.
Final y paralelamente, se debería abrir un registro de inmuebles rentados e imponer la actividad, por paquete de metros cuadrados y no por unidad habitacional, para que no se pueda repasar este impuesto al inquilino. Este impuesto podría entrar en el esquema de incentivos, para aquellos propietarios que se avengan a participar de las políticas habitacionales.
En este somero esbozo, podemos vislumbrar soluciones viables y funcionales. Sin duda, la peor política es aquella que no se aplica.

Enrique Juan Box
[email protected]


Diciembre 2010.



 

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