Con la idea fija
Cada dos por tres me topo
con casos similares: gente emprendedora
que debe abandonar la zona por los altos
alquileres que se piden. Luego, locales
vacíos, afeando el paisaje ciudadano
durante años. Encima están
todos los casos de vecinos que se mudan
del barrio por el mismo motivo: los alquileres
del Abasto andan por las nubes. Si hiciera
una lista de ejemplos creo que podría
llenar este editorial y no habría
ya espacio para mi reflexión. Pero
tiro algunos para que no piensen que sanateo:
Ferretería Pablo, Actor´s Studio
(Av. Corrientes) y unos cuantos teatros
más, la redacción de esta
revista cuando estaba en S. de Bustamante
al 700, la zinguerería (gitana ya
de tanta mudanza), varias viviendas, incluso
de colaboradores de la revista y unos cuantos
pequeños empredimientos que se vieron
diezmados por al avaricia de los alquileres.
El gobierno porteño
no comprende que puede, y debe, hacer políticas
de vivienda pese a que tiene un organismo
dedicado al tema: el IVC. Actuó contra
los sin techo con la patota de la UCEP -por
lo que ahora están citando a 29 empleados
relacionados al tema, entre ellos el mismísimo
jefe de Gobierno- pero no hizo viviendas.
No trabajó en la prevención
de un derecho tan fundamental como lo es
el derecho a una vivienda digna como figura
en nuestra Constitución porteña
en el Artículo 31. El gobierno de
la Nación no sé si ha hecho
algo por otros lados, pero lo que es en
Capital: casi nada, algo en Villa del Parque
y lo que hacen a través de la Asociación
Madres de Plaza de Mayo generando viviendas
en Lugano o Soldati. Pero lo que es a nuestros
trabajadores medios, los que no llegamos
a las ocho lucas en blanco para ser pelados
en un banco comercial, ni vivimos en villas
de emergencia, no vemos planes. No vemos
bancos hipotecarios con planes de verdad,
accesibles y sin intereses morbosos. Sólo
reina un capitalismo salvaje de exclusión
social que brinda un poder irrisorio al
propietario de un inmueble.
Rige entonces un
sistema que no tiene en cuenta la influencia
social de estas políticas. Porque
la falta de políticas también
es política. No se planifica
por barrios más pujantes con comerciantes
que puedan planificar, estocar, crecer sin
ser propietarios de inmuebles. No se considera
el tejido social, la necesidad de pertenencia,
la dificultad que implica un cambio de dirección,
de zona, de escuela…
Estas decisiones en países
que muchas veces vemos como ejemplo se toman
en primer lugar en los ámbitos legislativos.
Acá se han presentado varias propuestas,
pero ninguna llega a buen puerto, siempre
ignoradas, boicoteadas por sectores que
indudablemente tienen muchas bancas y poco
interés en cambios que mejoren la
vida de los trabajadores. Por esa razón
hoy, las decisiones finales las terminan
tomando los propietarios, que son los que
tienen el verdadero poder en la negociación
del contrato que fuere. Porque no es lo
mismo necesitar una vivienda, o necesitar
seguir con el comercio en el lugar para
no acarrear una serie de gastos innecesarios,
que estar sentado con los papeles y pedir
precios de alquileres europeos en la jungla
latinoamericana. Y sabemos muy bien que
si el propietario invirtió en el
inmueble por un tema puramente económico
no le importará lo que suceda con
el inquilino al que no le renueva el contrato,
así como tampoco le importará
que ese espacio cuyos papeles posee quede
vacío, ensucie o empeore la zona.
Encima hay algunos que por pretender los
cien volando descuidan el pájaro
en mano conllevando a un deterioro del inmueble
y hasta de su propio bolsillo. Porque una
cosa podrá ser lo que digan las estadísticas
o lo que estén pidiendo en los agrupados
del Clarín, y otra la realidad definitiva
que muchas veces termina siendo una negociación
entre dos partes cuando se respetan y se
consideran. Lástima que eso no abunde.
Lástima que los principios estén
a la venta.
Rafael Sabini
[email protected]
Revista El Abasto, n° 128 , enero/febrero
2010.