Sin Gardel… sin barrio…
Se cumple un año
más de aquel trágico accidente
en Medellín que se llevaría
la vida de Carlos Gardel, pero que daría
inicio al mito del Zorzal que cada día
canta mejor.
Gardel, es aquel
personaje que sintetiza al porteño
por completo, es su secreta necesidad de
tenerlo. Y, sin embargo, a pesar de discutir
fervientemente sobre el origen de Gardel,
y si es más argentino que el dulce
de leche, no llevamos con la misma pasión
la defensa de su patrimonio. El barrio de
Carlos Gardel, hoy no existe.
En los alrededores
del Abasto, sólo podemos encontrar
el Museo Casa Carlos Gardel,
que apenas conserva la estructura y fachada
original. Estuvo abandonada un tiempo, luego
fue un bar, y luego volvió al abandono.
Hoy, como museo, al menos podemos observar
y rescatar algunas postales de la vida de
Gardel.
El famoso O´Rondeman,
desapareció de la noche a la mañana.
Si bien estaba abandonado hacia décadas,
algunos viejos puesteros del Abasto defendían
su existencia. Sucumbió frente al
avance de los proyectos inmobiliarios del
barrio. Proyectos que realmente me asombran,
cómo en cuestión de horas
aparecen torres modernas casi instantáneamente.
La Esquina Carlos
Gardel, nos recuerda aquello que
fuera el Chanta Cuatro.
Habría que ir a ver si en el menú
sirven la famosa sopa de cebollas que Carlitos
solía pedir casi a diario. Es sabido
que el Zorzal era de buen comer.
Encontré una entrevista que le hicieron
a Sebreli, en la cual según él
Gardel empezó a ser importante para
los tanguero recién luego de su muerte,
y que llegó a él en la década
del cincuenta cuando fue redescubierto por
intelectuales como Cortázar.
Carlos Gardel
es la respuesta a la búsqueda del
personaje emblemático y característico
del porteño. Es parte del
proceso generador y de búsqueda de
un denominador común de quienes pertenecen
a Buenos Aires. Espero que no tengamos que
terminar buscando en una postal o en un
disco viejo, y que podamos seguir encontrando
a Gardel en cada esquina del barrio.
Catalina Cabana
[email protected]
Revista El Abasto, n° 132 , junio 2011.