Cada familia es un mundo
Alfredo Ramos, integrante
del grupo Teatro Berreta de Cámara,
con el que se han propuesto investigar sobre
viejos géneros teatrales de nuestro
país y donde pusieran en escena en
su momento Orsay, pequeña tragedia
argentina, un sainete negro; Un amor
en Chajarí, grotesco rural y
Los desordenes del amor, un dramón
de amor, tal como lo dieron en llamar
ellos mismos. Ahora, ha decidido Ramos,
venirse por partida doble ya que estrenó,
un díptico que tiene por tema la
inmigración: Retazos de la Dolce
Vita, un grotesco trágico, y
El perro pequinés (o
la neurosis del subterráneo),
un estilo demodée, según Ramos.
En este comentario,
me ocuparé sólo de El perro
pequinés. Aquí se puso el
foco sobre la inmigración judía.
La historia está ambientada en el
barrio del Once, en el año 59; se
logra muy bien la recreación de esa
época tanto en el trabajo del diseñador
escenográfico Félix Padrón
como en el vestuario de Pía Drugueri.
El público, en su mayoría
personas que sobrepasaban los 60 años,
celebraban todas las referencias al barrio,
a toda esta zona de Almagro y del Abasto
que se mencionaban en el espectáculo
cuando citaban distintos lugares, como Las
Violetas, o calles del barrio; sintiendo
así una fuerte identificación
con toda esa ubicación geográfica
temporal que conocieron y que hoy es tan
distinta.
La obra es una pieza
blanca, ingenua, si se quiere... Ramos pone
en cuestión una familia inmigrante
judía, con un padre, polaco, como
jefe de familia, viudo, dueño de
una sastrería; que vive con dos hijos
adolescentes y una cuñada que lo
ayuda. Así, el partir desde este
núcleo familiar le permite cuestionar
ciertos conservadurismos de aquella época
de la misma forma que tomar, un tanto, en
solfa ciertos hábitos de la religión
judía.
Los hijos trataran, como
en todas las épocas, de romper con
el mandato familiar, así el hijo
mayor, fanático conocedor del tango,
intentará despegarse del negocio
familiar tratando de ganar una fortuna al
participar de un concurso de preguntas sobre
el 2 x 4 en el programa televisivo “Odol
pregunta” en el aire. Mientras que
la hija, casi tomada por su despertar sexual,
estará noviando con un goi, hijo
de un almacenero del barrio.
Otro foco de conflicto
que aparecerá, latente, en tensión,
aunque un tanto velado, será esa
relación platónica que tiene
el padre con su cuñada… Relación
que correrá serios riesgos ante los
embates del novio, cortejante de la cuñada
que, encima, es un usurero del barrio.
El perro pequinés
es una obra que nos muestra todo un mundo
que ya desapareció, así se
convierte en un espectáculo nostálgico,
antiguo. Muy interesante fue la decisión
de poner en escena una pátina audiovisual
con la recreación de aquel hito televisivo
que supo conducir Cacho Fontana (“Odol
pregunta”) en un televisor blanco
y negro.
En suma, una blanca comedia,
de las de antes, para disfrutar en familia.
Marcelo Saltal
[email protected]
FICHA TÉCNICA: Obra:
El perro pequinés (o la neurosis
del subterráneo). Dramaturgia:
Alfredo Ramos. Elenco: Alejandro Baratelli;
Gonzalo Dutria; Carolina Ferrer; Karina
Frau; Harry Halvillo; Leonardo Martínez;
Uriel Milsztein. Actuación en video:
Enrique Fischetti; Patrick Kenton y Andrés
Raiano. Voz en off: Marisa Rojas. Vestuario:
Pía Drugueri. Diseño escenográfico:
Félix Padrón. Asistencia de
dirección: Mariana Mitre. Dirección:
Alfredo Ramos. Sala: La Carpintería
(Jean Jaurès 858, tel.: 4961-5092).
Revista El Abasto, n° 133 , julio 2011.