La sala mas
nueva del barrio, del director y dramaturgo
Eduardo Lamoglia
El arte que resuena en
el Tinglado
Donde antes se arreglaban
autos, desde hace dos meses se consolida
la actividad cultural del flamante teatro
abastense. La sala más nueva del
barrio, del director y dramaturgo Eduardo
Lamoglia, busca cimentar su camino con una
nutrida grilla de espectáculos, apostando
a la producción propia, “espiritual
e idealista”.
La rampa que atraviesa
toda la vereda nos hace recordar al viejo
taller, imaginamos vehículos entrando
y saliendo; pensamos en sus viejos dueños
y en mecánicos arreglando motores
mientras escuchan radio y toman mate. Toda
esa ilusión, casi como si fueran
personajes sobre un escenario, desaparece
al ingresar al Tinglado.
Una vez dentro de Mario
Bravo 948, el olor a nuevo es una constante;
mezcla de madera pulida y volantes recién
impresos. El hall es amplio y en sus muros
hay láminas gigantes con todos los
espectáculos en cartel. Sobre la
derecha hay una pequeña barra. “Vamos
a poner un bar para que la gente tome algo
mientras espera a que demos función”,
cuenta Nahuel, hijo de Eduardo, quien nos
da la bienvenida.
Mientras aguardamos la
llegada de su padre, recorremos el teatro.
Nos encontramos con el llamado Espacio Grisino
¿De qué se trata? Es un novedoso
espacio para que los chicos jueguen y realicen
actividades recreativas y lúdicas.
Es mediodía y la calma reina bajo
el Tinglado. En la sala, con capacidad para
150 personas, está ensayando un elenco.
Con la llegada de septiembre llega la renovación
de cartelera. Nahuel dialoga con nosotros
y reconoce que la obra Edipo.com, donde
actúan Sandra Ballesteros y Pablo
Alarcón (con la puesta en escena
de Lamoglia padre), les dio visibilidad
en el mundo teatral.
A su vez, con las vacaciones
de invierno y el día del niño,
la obra La hora de (no) dormir también
les sirvió para mostrar un espectáculo
de calidad ante “el público
más sincero y difícil: los
niños”, tal como definirá
luego el mismo Eduardo.
Sobre Mario Bravo, apurando
el paso, vemos la silueta del experimentado
Lamoglia, ese mismo que durante la dictadura
participó en Teatro Abierto y que
años más tarde emprendió
el proyecto Teatro Histórico, además
de ser ex director en el porteñísimo
Teatro San Martín. De todos modos,
sin hacer pompa de sus más de tres
décadas arriba de los escenarios
bromea: “Si hasta fui boletero”.
La efervescencia
de lo nuevo salpica el diálogo de
tanto en tanto. “¿Cuál
es la medida de las láminas?”
pregunta un interlocutor por teléfono;
¿A qué hora había ensayo?,
indaga el iluminador. Sin embargo, la charla
se da en forma amplia, nutrida: partimos
del teatro más nuevo de la zona de
Abasto y llegamos a una reflexión
generacional sobre el arte.
Tal como es de esperar,
pasar de buscar salas para exhibir sus proyectos
a contar con un techo teatral y convocar
a nuevas generaciones para que se expresen
es visto por Eduardo como “una eterna
felicidad”. “Confiar en los
jóvenes que se acercan con sus proyectos,
tal como hubo gente que confió en
mí, es muy gratificante”, añade.
“Queremos trabajar
para que la gente venga y vea un buen espectáculo,
no pusimos esta sala con fines comerciales,
sino con fines más espirituales y
más idealistas”, asegura. En
este sentido, contrasta la visión
de un “teatro-supermercado”
y apunta a consolidar una sala “que
tenga una identidad propia y un estilo que
se vea reflejado en la calidad de sus obras”.
Y si de obras se trata,
volvemos al deslumbramiento de estar en
los primeros pasos del Tinglado. Eduardo
nos confía: “Estamos programando
la temporada de 2012, lo que me parece insólito
y a la vez me llena de satisfacción
y ganas de seguir adelante”.
Dicha programación
tendrá a los niños como público
privilegiado. “Vamos a seguir con
las obras para chicos porque me parece importante
darles cabida para que puedan acercarse
al mundo del teatro, es crear un habito”,
adelanta.
Parte del optimismo que nos trasmite Lamoglia
radica en una situación que excede
al Tinglado: “El teatro refleja la
situación de la sociedad, hace unos
años, con la crisis económica
y presenciando el cierre de espacios culturales
pensé que el arte se estaba muriendo,
sin embargo, tuve la corazonada de que llegaría
un resurgimiento, y así fue”.
“Hoy hay 400 espectáculos
en cartelera, cerca de 50 serán comerciales,
los demás pertenecen a un movimiento
alternativo que sigue construyendo, que
expresa una búsqueda y un enriquecimiento
espiritual”, analiza.
¿Cómo está
la situación en Abasto? El ex integrante
de Teatro Abierto asegura que debería
ser reconocido por su “intensa actividad”.
En este sentido, recuerda que a principios
de la década del noventa dictaba
clases en un edificio de Billingurst y Corrientes:
“Te daba miedo caminar por las calles
que rodeaban al Mercado, era zona de casas
tomadas, venta de droga, había un
movimientos más denso”.
Eduardo reflexiona que
esta situación se revirtió
con la apertura del shopping, aunque no
coincida con la cultura que pregonan los
centros comerciales. Eso sí, reconoce
que a pesar de esta variación “el
Abasto no se convirtió en Puerto
Madero, se convirtió en algo piola”.
En esta mirada retrospectiva
sobre la zona, destaca la presencia de salas
históricas como De La Fábula,
ubicada en Agüero 444, que inició
sus actividades en 1965. “También
eran característicos los sótanos
-cuando no se hablaba en términos
de Cromañón, en la década
del `70- que los actores alquilaban para
ensayos y funciones. Se difundían
boca a boca; no soy del barrio, pero cuando
paso veo que ahora en su lugar hay tapicerías
o negocios”.
Para finalizar, Eduardo
Lamoglia enumera varios mitos que fundaron
la mística actual de estas calles:
“Luca Prodan viviendo en el barrio,
los años que estuvo Carlos Gardel;
también fue importante la presencia
de las cantinas que estaban alrededor del
Mercado, donde comían los empleados,
allí se juntaban también los
payadores y músicos”. Es por
estos mitos que “siempre hubo movida
cultural, siempre se destacó su bohemia”.
Estos mitos se continúan
escribiendo en tiempo presente. Y será
así durante mucho tiempo, siempre
y cuando haya un Tinglado que nos resguarde
con los fines espirituales e idealistas
del teatro.
Juan Manuel Castro
[email protected]
Revista El Abasto, n° 135 , septiembre
2011.