Encuentro con Alberto Morales,
cantor de tangos
De Colombia al Abasto,
ida y vuelta
Al pensar en Argentina, el país cafetero
y el tango, al instante llegamos a la misma
conclusión: Carlos Gardel. Revivimos
aquel 24 de junio de 1935 en que el Morocho
de Abasto se estrelló en un avión
en suelo medellinense. En aquel momento
nacía el mito del Zorzal criollo.
De algún modo,
ese instante trágico también
cimentó las bases para que el tango
pase a formar parte de las costumbres musicales
de aquel país. Al cálido ritmo
de sus cumbias se le sumó el gemir
de bandoneones.
Sin embargo, la música
del Río de la Plata tuvo sus referentes
en el exterior a lo largo del tiempo, más
allá de Gardel. Uno de esos héroes
del dos por cuatro es Alberto Morales,
a quien se le rindió un merecido
homenaje en el marco del ciclo “Mi
historia con el tango” en el Museo
Casa Carlos Gardel, a través
de la Dirección General de Museos.
En el patio principal
de Jean Jaurès 735, el mismo donde
Carlitos compartió tardes con su
Madreselva, el público se acomodó
para repasar la historia de Morales, revivida
en primera persona. “Ha sido generoso,
se ha brindado al tango y su gente, por
eso, celebramos esta charla con el maestro”,
introdujo su presentador.
Fue así que el
anochecer abastense se tiñó
de recuerdos y anécdotas, nuestra
música popular contada por un gran
protagonista. Al principio, Morales, padre
y abuelo de artistas (su hijo tiene un atelier
en la zona, su nieto es músico y
lo acompañó en varias grabaciones,
según contó), detalló
como de purrete, a los diecisiete años,
integró la Orquesta de Luis
Giardino. Tiempo después,
el mítico Julio de Caro se convirtió
en su maestro y amigo. En otras palabras,
un lujo desde el comienzo.
Sin embargo, en estos
casi sesenta años de trayectoria
nos encontramos con un paréntesis:
desde 1958 hasta la década del setenta
Morales dejó los escenarios. Sin
embargo, como una revancha en la vida, retomó
vuelo de la mano de grandes figuras de la
talla de Carlos Figari, integrando el Cuarteto
de Carlitos.
Luego, vivió
un 1976 movido: fue invitado en varias oportunidades
con la agrupación “Buenos Aines
5", dirigida por Mario Marmo. Al año
siguiente, Alberto Castelar lo llamó
para ser el cantor solista de su compañía.
Si del perfil solista
de Morales hablamos, vale destacar que contó
con el acompañamiento de guitarristas
muy importantes, tales como Roberto Grela,
Antonio Siri, Juan Carlos Gorria. A su vez,
compartió escenario con los conjuntos
típicos de Oscar Basil, Trío
Marmo, Trió Porteño de Jorge
Cordone. Pasaporte en mano, luego de ganar
popularidad cantando en Canal 11, se presenta
con el Club de los Césares en Roma,
Italia.
“Charlo
fue mi padrino”, asegura
Morales en diálogo con este medio.
Su historia comenzó en forma de amistad
y luego se afianzaron una relación
artística que dejó grandes
frutos.
Las calles del barrio
atestiguaron el talento de la dupla. Morales
nos cuenta que el primer lugar donde cantó
junto a su padrino fue en el Abasto, en
el boliche nocturno llamado La Cachira,
que estaba ubicado en Zelaya, a pocas cuadras
de la casa de Gardel.
“Vine con
mi padrino, gran admirador de Gardel, era
mutuo el respeto, el Morocho lo estimaba
porque era muy inteligente; en Abasto canté
por primera vez el tema de Charlo “Tango
en Colombia”, con los años
lo grabé y lo estrené en ese
país. Fue un suceso”, recuerda.
Esta dupla se también se presentó
en el Centro cultural San Martín.
De aquella época perdura la grabación
“Todo Charlo”. Este
larga duración, que vio la luz en
1986, es considerado una joya del tango.
La escena porteña
también fue testigo de la inconfundible
voz de Morales: El Viejo Almacén,
el Teatro Luz y Fuerza y en el Café
Tortoni son sólo algunos
de los espacios donde Morales se presentó.
“Tuve fortuna artística”,
reflexiona el cantor mientras dialoga con
nosotros. No es para menos, en 1993
ganó el Gardel de Oro, una
de las máximas distinciones a los
músicos argentinos. Dicho mérito
él lo traduce como una “enorme
satisfacción personal”.
Si a este pasado
glorioso, le ponemos el condimento del “ahora”,
estamos en condiciones de hablar de una
carrera magistral cantada en tiempo presente:
“Hace poco fui a Colombia, el gobierno
me pidió cuatro temas para que toque
la Orquesta de Cámara de Manizales”.
“El reconocimiento te conmueve”,
sostiene.
“Tengo 60
años de cantor. Soy de perfil bajo,
no me gusta creérmela”, asegura.
“Había un corredor, Juan Manuel
Fangio, que decía que había
que trabajar para ser el mejor pero no creérselo”,
cita el tanguero como una norma de vida.
Es así que en lugar de pedir elogios
afirma: “Que me vean por la calle
y me saluden, nada más”.
Para cerrar este
encuentro con los vecinos de Abasto, el
público le pide a Morales que se
cante un tango, su favorito. “El que
más me gusta es `Ave de paso`”,
asegura. Sin embargo, cerrando la velada
elije “un tema que es una autobiografía:
`Flor y flor`”.
“Por los pagos
de Tandil, / en un paraje sureño,
/yo viví desde pequeño /bajo
la luz de un candil. Y también como
el gorrión/ la vida se me hizo dura,
/ Dios sabe cuánta amargura / me
apretó desde pichón.”,
entonó. “Y qué más
puedo pedir, / si tengo lo que soñé,
/ la moza que yo busqué / y una cría,
flor y flor…/ “, concluyó
la melodía de Morales en la Casa
de Gardel.
Lejos del mito inalcanzable,
este artista, con más de 60 años
de trayectoria, sigue emprendiendo, creando.
Ya nos lo dijo: “Si me ven por la
calle, que me saluden, que es el mejor homenaje”.
Talento y humildad, eso es, en otras palabras,
un artista integro. Eso es Alberto Morales.
Juan Manuel Castro
[email protected]
Revista El Abasto, n° 136 , octubre 2011.