Encuentro con el clown
Walter Velázquez
El poder de una sonrisa
Walter Velázquez tiene caminado
el barrio. Más precisamente sus
escenarios. Aprovechando que lo tenemos
en plena acción, está dando
un espectáculo durante enero en
Guapachoza con el ciclo Claun en chancleta
Varieté, clásico que lleva
dos años en esta sala local, decidimos
disfrutar de un atardecer para hablar
sobre su pasión por el clown y
cómo vive esta forma de ser artista.
Nos juntamos en la Casona de Humahuaca,
nuestra redacción también,
que es un poco el reflejo de la ciudad
de Buenos Aires: está a medio llenar.
Pensemos que por cada silla vacía
tenemos un vecino o una vecina disfrutando
quien sabe qué paisaje. Eso sí,
lejos de las mega torres porteñas.
Sin embargo, los valientes, los osados,
haciendo tripa corazón a los cuarenta
y pico de grados que anuncia el servicio
meteorológico seguimos adelante
con nuestros menesteres. Con esta determinación,
quedamos en encontrarnos al atardecer
con Walter y así, poder hablar
de lo importante: su vocación de
clown.
“Docente/actor y director/coach
actoral... Dicta talleres y seminarios
de Clown/Dramaturgia y Armado de rutinas
de Humor en Argentina y España.
Co-fundador del Teatro Absurdo Palermo
en Buenos Aires-Argentina. Cuenta en su
producción como director de circo
y teatro con más de 50 espectáculos,
que recorrieron el mundo y sus alrededores...
Y va por mas”, afirma en su sitio
web. Pero en este encuentro queremos ir
por más nosotros también.
Para eso, hablamos largo y tendido sobre
su trabajo.
Con una simpatía que contagia,
la charla se da de forma espontanea; casi
como un encuentro de colegas. En eso,
arrancamos por lo básico y preguntamos
¿Qué es el Clown? Para lo
que Velázquez en seguida arranca:
“El clown sos vos mismo en estado
puro, para bien o para mal. Es aprender
a hacer humor propio. Cada persona es
un ente de humor. Cada uno es un poco
clown en algún momento”.
“La técnica del clown es
la codificación de lo que hace
el payaso de circo. El clown rompe la
llamada cuarta pared, la que está
entre él y el público, constantemente.
Hacer clown no es hacerte el gracioso,
sino estar en estado de gracia. La alegría
del público hay que ganarla, no
tiene que ser algo forzado. El payaso
para mi gusto siempre se ríe de
la autoridad, no del más débil,
entonces nunca podría burlarse
de un niño, sino buscar su complicidad”,
añade a su definición.
Velázquez
y el Abasto
Walter entre este año que pasó
y este que recién está gateando,
estuvo en tres teatros abastenses. Como
un trabalenguas menciona la obra “Deportados
de Neverland”, cuyo rol fue de dramaturgo
y cabeza de su propia compañía,
Sin Pulgares. “Es una compañía
sin actores, es con técnicos, iluminador,
un coreógrafo y una vestuarista.
Armamos la obra y después llamamos
a los actores. Se dio así porque
nos conocemos hace mucho tiempo. Cada
uno tiene su trabajo, pero decidimos juntarnos
y nos potenciamos un montón”,
cuenta sobre este otro proyecto encarado.
Con este espectáculo hará
una segunda temporada en abril en el Teatro
del Abasto (Humauaca 3549). Por si fuera
poco, también en 2011 tuvo su paso
por el Teatro Beckett (Guardia Vieja 3556)
con la obra “Desconcertados”.
El último y más reciente,
es el espectáculo en Guapachoza
(Jean Jaures 715), en el marco de Claun
en chancleta Varieté. Un ciclo
emblemático para el género,
en un teatro emblemático también.
Hay más. Walter da talleres de
armado de rutinas, de clown y de entrenamiento.
A fin de mes, el 21 y 22 de enero, hará
una presentación especial con las
rutinas armadas en el curso.
Viajando con una
sonrisa
Luego, ya con la idea clara de que ser
clown es mucho más que estar maquillado
y vestido de forma llamativa y de repasar
los lugares donde lo podemos encontrar,
vamos en un vuelo imaginario repasando
los viajes que Walter realiza desde hace
casi diez años en el viejo continente
llevando sus espectáculos.
“Está muy aceitado el trabajo
con el público, en España
en general en octubre/noviembre y en marzo/abril,
me manejo de forma independiente, como
todo en mi vida se dio sin querer, el
tema de tener que laburar y parar la olla
y me llevó a dar clases, después
me fui curtiendo en la movida; tuve la
suerte de dirigir muchos espectáculos
que luego se fueron a Europa, los primeros
espectáculos de circo urbano, fue
para mí estar en el lugar indicado
en el momento indicado”, rescata
como pilar fundamental de sus meses fuera
del país.
España y Alemania, cuenta, son
los destinos predilectos. También,
destaca que allí son varias las
compañías que, a prepotencia
de trabajo, como diría Arlt, lograron
desarrollar una movida más que
interesante. Además, eran alumnos
suyos que lo fueron invitando para que
trabaje en el viejo continente. Y viceversa,
muchos clowns europeos vinieron a la Argentina
para estudiar con Velázquez.
El compañero
de los ancianos
En España nos cuenta Walter que
realizó presentaciones en geriátricos
con uno de sus personajes insignia: el
payaso Carlos Calostro Meconio. El personaje
es un octogenario que dice vivir en el
barrio de Boedo. Durante su visita a los
geriátricos se pone a interactuar
con los ancianos. “Entra a la hora
de la merienda, se sienta con ellos y
les pone el micrófono adelante.
Ellos cantan y bailan, es sensacional”,
rescata Velázquez, quien también
reside en Boedo.
“Él dice que se escapa los
viernes pero como el geriátrico
donde está es un bardo vuelve recién
los lunes. No podía ser algo triste,
por eso pensé que Calostro vaya
los fines de semana a la milonga y después
lo comparta con los ancianos”, cuenta
sobre el origen de este lúcido
y querible personaje.
“En los geriátricos hay un
clima de angustia, por eso, con el tiempo
fui aprendiendo de esa situación.
Los médicos me dicen que los alivia
tanto que algunos que necesitan tomar
medicinas, las prescinden. Esa es una
de las alegrías que te da la profesión”,
se enorgullece Walter.
De yapa, despidiendo el agradable encuentro,
así a vuelo de pájaro, este
actor nos da una noción bajo su
mirada de cómo inició el
clown local: “Comenzó Enrique
Federman, que es el papá de todos
nosotros. Acá hay una cultura de
clown muy rica. Las primeras mujeres que
fueron Cristina Moreira y Raquel Sokolowicz
que venían de estudiar en Francia.
Moreira fundó el Clú del
Claun, que fue el primero de Argentina.
Estaba, entre otros, Batato Barea. Fueron
los padres del clown de sala. De ahí
nacimos nosotros. En la calle, los Hermanos
Videla, Circo Chico, Circo Ciclo”.
Y siguen las firmas.
Hasta la próxima vez que nos crucemos
a Velázquez, que no va a ser nada
difícil, bastará con ver
la sonrisa con la que va a todos lados,
y que, como en sus espectáculos
arriba de escenarios, contagie un poco
de alegría a la barriada. De paso,
que le mande saludos a su tierna y apreciable
creación, el payaso Calostro Meconio,
el amigo de los ancianos.
por Juan Manuel Castro