Cuando la intervención
“en defensa” toma partido
por el capital
Defensa del consumi…
¿qué?
Con tales amigos los enemigos
están de más
Primero, una sucinta relación
de algo que me pasó recientemente:
recibí de obsequio una bata de
baño. Poco después la estrenaba
y al cabo de algunos baños, la
puse a lavar. En una lavarropa bastante
nueva, excelente estado, junto con varias
prendas más.
Lo que tengo para tender son una camisa
lavada que está como siempre, una
campera, que igualmente salió de
la lavarropa como entró (aunque
esperemos que limpia), lo mismo con el
resto de las prendas… salvo la flamante
bata que aparece con el cuello totalmente
deshilachado, en tiras, y una delantera
con un dobladillo descosido en más
de un metro de largo.
Quien me obsequiara la prenda no tiene
la factura pero sí la constancia
del pago mediante tarjeta de débito.
Con ese “documento” voy al
comercio, “Diva”, en Olazábal
5002 (Villa Urquiza) y muestro la prenda.
Al dueño.
Suponía que no hacía falta
más, pero me equivocaba.
Este es un tramo de la conversación
más o menos textual (recordada
de memoria, porque no grabé).
Mirando el cuello destrozado, el “diálogo”
comienza:
-No hay reclamo que hacer porque esto
se lo produjo la máquina.
-Pero eso es raro, porque ninguna otra
prenda sufrió daño alguno…
-Se le enganchó el cuello…
Mostrando la delantera totalmente deshilachada,
le trato de explicar que no es uno el
“desperfecto”, porque la prenda
presentaba al menos dos deterioros en
lugares distintos y muy marcados.
-Pero, entonces, ¿cómo explica
este otro?
No hay respuesta, pero hay molestia.
-Llévelo usted al fabricante.
-No tengo porque hacerlo. Bastante trabajo
significa para mí traérselo
a usted. Para que usted resuelva. Con
el fabricante…
Finalmente, tercia una señora,
la dueña, quien me explica de buen
modo que presentarán la prenda
al fabricante, Camaro, y que no va a tardar
“muchísimo” como había
dado a entender el señor que no
quería recibir la prenda.
Algunas semanas después me llaman
para avisarme que el fabricante desecha
todo reclamo (el mío era prenda
nueva y con buenos dobladillos o devolución
del dinero, ni hablaba de daños
y perjuicios).
Fui a recoger la prenda y les aclaré
que no me quedaba sin dirigirme a Defensa
del Consumidor.
Porque uno es un iluso persistente. Y
si le dicen que eso existe, es que existe.
No pude ir a la oficina de Miller 2751
porque estaba en reparación y me
derivan a la de Cabildo 3067. Hay que
llevar, copias, dentro de horario, etcétera.
Con todos los requisitos cumplidos, hago
la cola.
La funcionaria me recibe con mucha cortesía.
Y la emprende con la denuncia. La factura
me pide, y le explico que tengo el comprobante
del pago con tarjeta. Y ella me “explica”
que eso puede servir ante el comerciante,
pero que de ninguna manera ante el fabricante
(porque me había sugerido de convocar
a las dos partes). Que el fabricante no
tiene porque reconocer esa documentación.
No fui capaz en ese momento de explicarle
que el comerciante tenía que tener
en relación con ese pago, una copia
de la boleta de pago correspondiente.
Así que, falta de documentación,
nada.
Pero su tesitura fue que sin factura sólo
se podría conseguir una reparación
si tenían “buena onda”.
Traté de explicarle que era eso
precisamente lo que faltaba.
Sigue leyendo la carta que detallaba lo
que el lector ha leído al principio.
Entonces, el comentario, enfático
de la funcionaria es:
-Uy, ¡qué complicado! ¿Cómo
se puede probar? ¿Y si la bata
se entreveró con alguna otra prenda?
La señora o señorita había
leído que las otras prendas no
sufrieron el más mínimo
daño.
Pero razonaba exactamente igual que el
comerciante.
Le dije que no tenía más
nada que hablar con ella. Me di media
vuelta y salí por donde había
entrado, sólo lamentando el tiempo
perdido.
Y la vuelta de tuerca
del asunto. Porque que el comerciante
se defienda con argumentos insostenibles,
pero para sacarse de encima la responsabilidad,
es entendible, aunque no compartible.
Pero que una “defensora del consumidor”
tenga la misma cabeza o que lo que tiene
en su lugar funcione del mismo modo, es
mucho peor.
La única lógica que pude
intuir para seguir “su forma de
ver” es que la buena mujer se hallaba
no delante de un consumidor que se quejaba
porque una prenda salió fallada
sino que estaba delante de un jodedor
que va con una bata a un comercio a reclamar
una nueva, luego va con un calzoncillo
a otro, mostrarlo roto para reclamar uno
nuevo, luego se dirige a un tercer local
a exhibir una campera rota y exigir una
nueva…
Entonces, claro, por eso la funcionaria
quería ser exigente con las pruebas…
La visita con resultado
tan indignante fue hecha el miércoles
28 de diciembre, a mediodía.
Hay otra explicación que en lugar
de ver cómo las lógicas
del mercado y el estado coinciden y ciertamente
lo hacen es desmedro del “particular”,
nos permitiría entender esto como
una humorada. Y es que se trataba de un
28 de diciembre.
Pero me imagino que la enorme seriedad
y responsabilidad de las gestiones políticas
que nos gobiernan no me permiten abrigar
esta hipótesis.
Luis E. Sabini
Fernández
[email protected]