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No queremos que nos persigan,
ni que nos prendan,
ni que nos discriminen,
ni que nos maten,
ni que nos curen,
ni que nos analicen,
ni que nos expliquen,
ni que nos toleren,
ni que nos comprendan:
Lo que queremos
es que nos deseen.
Néstor Perlongher

 

El corazón al Sur
La ciudad en un principio fue conocida como Barracas al Sud. Vecina del Docke y dueña de una profunda lucidez, la de aquellos que saben que al Norte existe –indefectiblemente– otro mundo: la Ciudad de Buenos Aires. Frente a esa Buenos Aires llena de luces y brillos, Barracas, ya tenía en aquel entonces la supremacía de contar con “La Academia” y por si fuera poco, la baraja de la vida le había dado al “Rey de Copas”.

En 1904 a Barracas le cambiaron el nombre por el de Avellaneda, en homenaje al presidente. A pesar de la alteración, las cigüeñas –aunque medio desorientadas– seguían llegando a Avellaneda. Como en el caso de aquel día de Navidad, que llegó con gemidos y llantos de recién nacido. 1949 trajo a un niño al que le pondrían por nombre, Néstor y que –al igual que Barracas– con el tiempo alternaría su nombre –en este caso– con el de Rosa, en tributo a Rosa Luxemburgo.

Blanca y radiante
Traspasaba Puente Alsina a las dos de la mañana con un tapado blanco de piel sintética, que remataba con una capelina. Estaba absolutamente convencido de que “lo primordial para hacer la revolución es ir bien vestida”. Por ello soportaba con absoluto desdén, miradas y obscenidades. Debajo de ese atuendo portado con dignidad, habitaba un poeta, un sociólogo, un antropólogo, y vaya a saber cuántas cosas más cabían en la insolente lucidez generacional de aquel joven de Avellaneda. Su grito de guerra estaba sostenido en una indubitable convicción: “Toda política es, también, una política de la sexualidad”. El no sabía –aun– que sería un militante del deseo.

Roja y escandalosa
Como no podía ser de otra manera, inició su militancia política en el trotskismo. Fue estudiante de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Su audacia lo llevó a ser elegido delegado estudiantil para alegría de algunos y para fastidio de muchos. Por esos días era el responsable de la autodefensa en las movilizaciones. Se ocupaba de las molotovs, de los palos, de cuidar a sus compañeros de las cargas a caballo de la infantería y de los carros hidrantes. Desde su pensamiento, sostenía una tesis indecorosa que sonaba políticamente incorrecta. “La opresión social, cultural, moral y legal que padecen los homosexuales, no esta desarticulada de todas las demás formas de opresión social, política, cultural y económica que sufre el conjunto de la sociedad”. Sus propios camaradas fueron los verdugos morales que no se atrevieron a decirle “puto” en la cara… lo dejaron irse en medio de un vergonzoso silencio cuando les exigió que respetaran públicamente su identidad homosexual. Renunció públicamente al partido más no a la lucha por cambiar radicalmente el mundo.

Ciudad de pobres corazones
Si para el facho retrógrado de los ´70 la homosexualidad era (es) una aberración contranatura, para el zurdaje mojigato de aquel entonces los “invertidos” constituían el síntoma más inaceptable de la decadencia burguesa. Un consenso inequívocamente unánime del poder bicéfalo del mundo, percibió que una revolución contracultural de impugnación mundial emergente, se esparcía como mancha de aceite impugnándolo todo -y especialmente- los fundamentos del patriarcado. "Los homosexuales, al demostrar en nuestra práctica sexual la posibilidad real y concreta de un placer erótico no ligado a las funciones reproductoras, ni a la estructura jerárquica y vertical del matrimonio y la familia patriarcal, amenazamos desatar el furioso vendaval del amor sobre una sociedad basada precisamente en la represión del amor. Los machistas no pueden soportar nuestra presencia… nos tienen miedo, miedo a nuestra sexualidad fuera de la ley, y a su propia sexualidad reprimida”.

Moralidad
La Federación Juvenil Comunista exhibió su profunda perturbación cuando la generación más joven de la clase trabajadora de Buenos Aires adoptó en masa el uso del jean azul. En un panfleto advertían no sólo que el pantaloncito era un “símbolo del imperialismo”, sino que esa prenda “hacía difícil distinguir a un obrero con conciencia de clase de un pervertido”. En un todo de acuerdo, la Liga Católica de Madres de Familia exhortó al intendente de Buenos Aires –Coronel Eugenio Schettini– a que retirara de la ciudad los anuncios publicitarios del jean “Lady Far West” por “ofender la moralidad pública” y por favorecer la sobre-sexualización de los cuerpos. El tipo estuvo plenamente de acuerdo. Es que las mujeres habían cambiado la ubicación de su “zona erógena” al calzar la prenda pecadora. La Revista Panorama titulaba con sorna el fenómeno: “Adán y Eva cada vez más parecidos”… (donde quien más se parecía a Eva, era Adán). Los encuentros ideológicos de los extremos seguían por doquier. En Chile, las publicaciones del Frente Popular aplaudían “la limpieza” de homosexuales por parte de los carabineros, los mismos que después los irían a buscar con el mismo higiénico esmero. La Revista Primera Plana (en cuyas páginas se reflejaba la modernización económica del desarrollismo con las formas más progresistas del arte y la cultura, privilegiando a la vanguardia del cine europeo, a la literatura norteamericana y al "boom" de la literatura latinoamericana, el teatro independiente y las nuevas formas culturales expresadas por el Instituto Di Tella), convivía con el desprecio hacia la democracia y un militante anticomunismo. La misma revista que llevó al General Onganía al sillón de Rivadavia, fue clausurada por éste en su edición 345.

Las Brigadas Puritanas
En la Cuba de la revolución, mientras el Che llevaba adelante su utopía revolucionaria en Bolivia bajo la consigna “Crear dos, tres... muchos Vietnam”, otra argentina se lucía en La Habana: Ana Lasalle. Su propósito era menos heroico que el del Comandante: cruzadas contra la “inmoralidad contrarrevolucionaria e imperialista” del pelo largo, los blue jeans ajustados, las minifaldas, los homosexuales y el rock and roll.

Con el mismo entusiasmo –pero en Buenos Aires, el comisario Luis Margaride (servidor público de Frondizi, Onganía y Cámpora) apodado “Tía Margarita” por Perlongher- se propuso, entre otras tantas elevadas actividades, exterminar la homosexualidad porteña (aunque en su espíritu anidara el anhelo de erradicar, lisa y llanamente toda la sexualidad). Proveniente del riñón de la Iglesia, no sólo organizó feroces razias en diferentes locales para poner al descubierto y detener homosexuales, aprehender a parejas heterosexuales por el escandaloso hecho de que se besaran en la vía pública, sino que incluso fue mucho más allá de lo que nadie había llegado, persiguiendo el venerable propósito de extirpar el pecado de la ciudad de Buenos Aires de lo que él denunciaba como la conspiración “porno-comunista”. Organizaría la Triple A.

Putos y faloperos
Será el General Velasco Alvarado, quien diera la definición de “falopero”, cuando en persona echó a Carlos Santana del Perú bautizándolo de “hippie drogadicto”. Ser hippie era ser drogadicto. Alvarado no era de derecha pero abominaba del “rock imperialista”. Sí lo era el General Osinde en Argentina. Acusó a la Juventud Peronista y a Montoneros de ser "homosexuales y drogadictos". La JP respondió “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Perón y Montoneros”. La construcción del imaginario identitario de la derecha y la izquierda peronista, se cerraba definitivamente.

Todo lo que necesitas es amor
“Vivimos en un mundo donde la gente se esconde para hacer el amor... aunque la violencia se práctica a plena luz de día”. Tomados de la mano, con sus pijamas aun sin arrugas, ella sonríe apenas, él mira a la cámara y dice “Hacemos reír a la gente, la felicidad es un buen aviso de la paz”. Con sus cabellos largos, sus besos, su amor irreverente y su arte, protestan pacíficamente contra la Guerra de Vietnam. Fue en marzo de 1969, durante la “luna de miel política” que John y Yoko tuvieron, luego de casarse en Gibraltar. Sábanas, guitarras, batas y pies desnudos eran todo lo que necesitaban para decir “haz el amor y no la guerra”. Esta vez eligieron la cama como escenario para pedirle al mundo una oportunidad a la paz.

Rodeados de flores, carteles, amigos, luces, flashes, panderetas y cualquier cosa que pudiera sonar, cantaron “Give peace a chance”. John y Yoko pusieron en primer plano la fuerza vital de Eros en el sostenimiento de una causa; la importancia de amar y sentirse amado para no desfallecer en la lucha contra esos enemigos gigantes que son la guerra y la muerte y el valor del cuerpo como un vehículo del amor y no como objeto sacrificial que sólo sirve para ser inmolado.

Fue amor, de eso se trataba y ellos lo sabían. Esa potencia viajó por el tiempo y el espacio, alimentando una época donde muchos –como Néstor, Spinetta, y tantos otros- entendieron que la verdadera lucha era mayor, más honda y entre míticos rivales eternos: Eros y Tánatos.

Epílogo
Del tiempo en que se pensaba en campos de “reeducación y trabajo” para aquellos “hombres inútiles” que hablaban como mujeres y eran una pérdida para la nación, pasando por la opción de la regeneración hasta una ley, sancionada y festejada en democracia que otorga el derecho al matrimonio a las personas del mismo sexo en las mismas condiciones que cualquier pareja heterosexual, ha pasado mucho tiempo.

A Néstor la vida no le dio el tiempo suficiente para ver este cambio. Murió un 26 de noviembre de 1992 en San Pablo, Brasil. Dicen que la causa fue una Sobredosis Insoportable De Amor. O quizás Saudades Infinitas De Avellaneda. Bueno, eso dicen algunos. Otros juran haberlo visto blanco y radiante.

Gran parte de que ese sinuoso y arduo camino desde el escarnio hacia el reconocimiento, lo forjó Néstor Perlongher con su vida y su pensamiento. Sabemos también que much@s otr@s han abierto caminos por dentro y por fuera de las organizaciones edificando con su ejemplo una sociedad más generosa, inclusiva y respetuosa ampliando con su lucha la libertad de tod@s. Si bien los senderos son mucho más transitables hoy gracias a la entrega y la constancia de l@s luchador@s del pasado, hay conquistas que aun faltan alcanzar.

Es por ello que, mientras siga habiendo prejuicios que demoler, utopías por defender, seguramente reaparecerá –para inspirarnos en la lucha– noche tras noche, ataviado con un lívido y sutil tapado blanco un fantasma cruzando, despacito y lleno de glamour, Puente Alsina.


Viviana Demaría y José Figueroa
[email protected]


Revista El Abasto, n° 141 , marzo 2012.


 

 

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