¿Vuelven las vacas
flacas?
Del romance con el kirchnerismo
que mantuvieron los medios masivos, y
gran parte de la crème de la crème,
durante su primera hora presidiendo el
país hasta el conflicto con los
empresarios del campo no hubo dudas de
que la Argentina, luego de tocar fondo,
lentamente mejoraba. Luego la cosa cambió,
en relación al discurso dominante,
y sin embargo, pese a la crisis en Estados
Unidos y Europa, continuó mejorando.
Y también a pesar de que las cifras
del INDEC no coincidían con las
que uno sentía y calculaba a diario:
el costo de vida subió mucho, pero
así los ingresos también.
De pelearnos por un Lecop en el 2001,
a la actualidad, la situación económica
indudablemente ha prosperado. Sin embargo,
entre el freno a las paritarias salariales
y los recargos a los gastos parece que
tendremos un 2012 carito.
El ABL comenzó
a llegar con aumentos que superan el 110
por ciento, aunque sabemos de casos del
1100% (¡!), si tenemos en cuenta
el nuevo “impuesto al inmueble”
que constituye la mitad del monto. Por
otro lado, los inmuebles que menos pagaban
fueron a los que más les subieron;
en otras palabras: un batacazo a los menos
pudientes. En muchos casos hay inquilinos
que pagan el ABL, bajo la argumentación
de que implica el abono de una serie de
servicios (Alumbrado, Barrido y Limpieza).
Con la nueva factura existen propietarios
que todavía pretenden que las abone
el inquilino, pese a que la mitad es un
“Impuesto al Inmueble” (o
sea, al capital). Sería
interesante que algún legislador
levante el guante y proponga una ley que
prohíba semejante acto de usura,
más allá de lo celebrado
en cualquier contrato inter pares que
se haya efectuado. Porque todos sabemos
que no hay una relación de igualdad
entre propietario e inquilino al momento
de firmar un contrato para que, por ejemplo,
una familia acceda a una vivienda. Uno
especula con ganar dinero, el otro necesita
suplir una necesidad básica: ¡la
vivienda, un derecho humano!
Pero las subas no
terminan con el ABL o el subte
(que aumentó el macrismo cuando
asumió la responsabilidad que luego
no quiso tomar). Por otro lado, la quita
de los subsidios -desde Nación-
no solamente hace subir los servicios
y las naftas, el alza se va trasladando
por la cadena hasta el consumidor final.
Encima ha subido la yerba en un porcentaje
desmedido según parece por la misma
razón de siempre: la especulación
de sus productores que prefieren exportarla.
En este caso a Siria. Mientras el secretario
de Comercio Interior de la Nación,
Guillermo Moreno, le pone freno a las
exportaciones los medios masivos, en nombre
de los dueños de los campos, lo
critican como si fuese responsable de
lo que pretende impedir.
Según voces de la oposición
el gobierno porteño ha aumentado
su deuda –al mejor estilo neoliberal–
con 500% desde el inicio de la gestión
de Mauricio Macri. Desde la oposición
sostienen que nos han endeudado con intenciones,
por ejemplo, de ampliar el subte más
de lo que se hizo. Cabría rescatar
la faraónica obra de los entubes
del Maldonado que esperemos evite futuras
inundaciones por Villa Crespo y Palermo,
y luego... pará de contar. Por
otro lado todo indica que el ejecutivo
de la Nación ha disminuido la deuda
pública nacional.
En suma, el costo para la barriada porteña
se está haciendo elevado. Si a
eso le sumamos que estamos inmersos en
un modelo que pasó de ganadero
a sojero, diría que estamos alejándonos
de nuestra idiosincrasia culinaria criolla:
la carne se hace prohibitiva y la yerba
pasa a ser un lujo.
Dicen las malas lenguas que la vida de
la economía de este país
viene siendo cíclica, que hay épocas
de vacas gordas y otras de vacas flacas...
¿estaremos volviendo al segundo
o vamos rumbo a un tercer estadío,
ya sin vacas? (Yupanqui hace tiempo ha
señalado que siempre fueron ajenas).
Rafael Sabini
[email protected]