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Por un lado reabrió El Picadero, por otro lado, El Popular, es una nueva apuesta teatral

Dos buenas noticias sobre tablas

Después de muchos años, reabrió El Picadero, cuna del hito Teatro Abierto. Por su parte, El Popular, Chile 2080, es una nueva apuesta para configurar un circuito cultural en el sur de Balvanera.
Más allá de que uno de los rasgos característicos de Abasto sea la gran cantidad de salas y espacios teatrales, nunca está de más darle la bienvenida a aquellos que deciden apostar por el barrio y darle para adelante en iniciativas culturales.
Por eso, en primer lugar fuimos hasta el sur de Balvanera. Luego de tocar timbre en Chile 2080, nos abren las puertas del flamante teatro El Popular. Más que teatro, podemos decir que es un emprendimiento familiar, cuyas caras visibles son las de la directora Anabella Valencia y su padre Jorge Valencia, referente del mundo del cine. “Tengo familia artística”, cuenta y añade: “Todos aportamos desde nuestra experiencia”.
Al igual que estilan muchas salas, de día, cuando los telones están corridos, se dictan cursos y talleres. “Tienen un acercamiento teatral de todas formas”, aclara Anabella y repasa la grilla: actuación para adultos, niños y adolescentes; clown; entrenamiento corporal, movimiento consciente; dramaturgia; fotografía; y yoga.
Donde antes había un garaje de una concesionaria –imaginen las dimensiones del lugar— ahora se luce un frente pintado en rojo brillante. “Se puso en venta y fue una posibilidad a nivel familiar de levantar un teatro”, evoca Anabella y suma que el objetivo estuvo en “crear un espacio para llegar al barrio y sus vecinos”.
A la vuelta, sobre avenida Independencia, se despliega un circuito de bares y cafés tradicionales. A esto hay que sumar, según resalta Anabella, que en la cuadra hay otras salas. “Se configura un punto para venir y disfrutar del teatro”, enfatiza como complemento a la ya tan mencionada zona lindera al ex Mercado Proveedor.
En cuanto a infraestructura, está la sala Sur, planta baja, acondicionada para clases y ensayos. La Discépolo, en el primer piso es donde se hacen las obras. Es de techos altos, altísimos, paredes de ladrillos pintados en negro y una disposición de asientos muy cuidada para la vista del espectador. “Contó con arquitectos del San Martín y del Cervantes”, se enorgullece Anabella.
El Popular a su vez, busca fomentar en particular el sainete y el grotesco. La directora artística comenta sobre este punto que busca difundir “autores argentinos fomentando el de ahora y atraer nuestro sainete y grotesco criollo, vamos a avanzar para que las nuevas generaciones vean la génesis del teatro argentino”.
Otro plato fuerte que se cocina en esta sala da función los jueves a las 21. Se trata del ciclo “Canciones criollas”, con la presentación y organización del Tata Cedrón junto a diversos grupos musicales elegidos por él.

Ahora, seguimos en Discépolo, pero en el pasaje, no en la sala. Más precisamente a la altura 1857. El frente está recién pintado, a pesar de que durante la tarde el trabajo de remodelación exponga un fluido ir y venir de obreros. Lo importante es que El Picadero volvió a abrir sus puertas el 22 de mayo con el estreno del musical Forever Young.
El productor teatral Sebastián Blutrach es la cara visible de esta nueva etapa. “Voy a mantener un balance entre obras comerciales y otras más alternativas. Y además, me gustaría que el teatro Picadero sea un lugar de encuentro [...] Conocía su historia, pero a medida que me involucré en este proyecto descubrí todo lo que significaba”, manifestó en declaraciones al diario Clarín (nota “Reabre el Picadero, un teatro mítico que casi fue demolido”).
En la década del `20 ese pasaje era una vía ferroviaria; el edificio había sido una fábrica de bujías de automóviles, y luego devino en sala teatral. Cobró repercusión en los ochenta con Teatro Abierto. Vale recordar las jornadas artísticas celebradas en el barrio en 2011 a treinta años de aquel hito cultural.
El director Roberto “Tito” Cossa recordó que fue “un movimiento que nació de los autores prohibidos en los teatros oficiales, en la televisión y en las cátedras donde se formaban actores, [...] Osvaldo Dragún propuso hacer un ciclo con obras breves de 21 autores”.
En forma de represalia, el 6 de agosto de 1981 el teatro fue incendiado. Sólo quedó su fachada. Las décadas siguientes lo tuvieron como estudio de televisión, teatro de vuelta sin brillo y luego con las persianas bajas.
Para peor, en 2007 casi lo demuelen para llevar a cabo un emprendimiento inmobiliario (uno más y van). Entonces, la ONG Basta de Demoler, tal como hace en la actualidad, inició un proceso judicial para proteger al Picadero. Luego de idas y vueltas, Sebastián Blutrach adquirió la sala.
“La reapertura del Picadero es una reparación y una respuesta a los años de horror. Blutrach va a dedicar un espacio a la memoria de Teatro Abierto. Eso sí: le vamos a pedir que le dé más lugar a autores nacionales”, concluyó “Tito” Cossa.

Juan Manuel Castro
[email protected]


Revista El Abasto, n° 144 , junio 2012.


 

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