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¡Sombras, nada más,
acariciando mis manos!
¡Sombras, nada más,
en el temblor de mi voz!
Pude ser feliz
y estoy en vida muriendo
y entre lágrimas viviendo
los pasajes más horrendos
de este drama sin final...

La última Cena
“Con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura”… Hace mucho calor. Toda la ciudad sufre el asedio de la naturaleza y la crisis. Argentina a duras penas continúa con vida a pesar de la falta de energía eléctrica, de agua, de esperanza. Siento que mastico tierra, justo yo que siempre viví en el conurbano y estuve hasta las rodillas de agua cada dos por tres por las inundaciones. Se me seca la boca y ni siquiera puedo entrar a un supermercado y apoyarme al lado de una heladera. A esta hora están cerrados, recién abre en dos horas. Los cortes de energía nos tienen así, medidos. Los que sí la pasan mal son los de los edificios. Quienes viven en los últimos pisos de los edificios parecen princesas encarceladas en las torres del reino. Aguardan el regreso de la energía eléctrica, como se espera el beso de un príncipe encantador. Por lo menos aquí abajo, si te agarra la desesperación te tirás al río y chau. Los ancianos se deshidratan en las calles mientras las palomas mueren en las plazas. Las fuentes están secas como el alma del pueblo. Ya no hay verde, no hay agua. Ya no hay ordenador social porque no hay administración pública, ni trabajo, ni transporte, ni televisión. Ni pan para el cuerpo ni pan para el alma. Sólo silencio y bruma en el interior de los corazones. Este es el modo en que la vida se va desgranando como panecitos viejos en pequeñas y arenosas migas.
Los nombres de dios están en boca de los ángeles de la muerte. Algunos se pintan la cara y vitorean a las vírgenes que ya van por no sé cuántas. Los cañones ahora disparan hacia fuera y los días que vivimos en peligro aumentan cada vez más. ¿Cómo le digo entonces a mis hijos que con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia…?

Siempre me gustó escuchar a los artistas. Yo leía mucho y escuchaba música siempre que podía. Cuando iba al trabajo, por más que era temprano, iba con la radio pegada al oído o silbaba canciones de mi juventud. Por eso me gustan los cantantes. Me rescatan siempre de lo insoportable. En estos días los artistas hacen lo posible por sostener la esperanza. El Festival “Tres días por la Democracia”, aplazado por la infame Operación Virgen del Valle iniciada durante los primeros días de diciembre, culmina realizándose el 26. Los cortes de luz nos duelen como si nos cortaran a pedazos la vida. Soda nos hace soñar y Les Luthiers nos hace sonreír. Nos hacen recordar que es posible que con la democracia se come, con la democracia se educa, con… Se lo agradecemos tanto que nuestras manos están rojas de aplaudir a rabiar.
¡Si todo esto sirviera para conjurar el desasosiego que se cierne sobre nosotros! Mientras camino por la calle el vapor que despide el asfalto me recuerda al infierno. Aunque algunos dicen que el infierno es helado, frío como la ausencia misma de la vida. Por alguna razón que desconozco prefiero elegir un infierno hirviendo. Así, como me hierve la sangre cuando veo la quietud de los funcionarios que se parece mucho a la muerte. Ellos sostienen una quietud de mar de fondo. Lo sé porque en otros lugares mientras algo de vida se mueve, los espíritus de la noche sobrevuelan las ciudades. Como en Rosario. Sé que un tal Pocho Lepratti está llegando a la ciudad y seguramente traerá un poco de cielo a este desierto. Seguramente con él será posible eso de que con la democracia se come, con la democracia…

Aquí, en Buenos Aires, la ciudad de todos los poderes, el sudor escribe las camisas y las frentes. Reviso mi bolsillo y lo que puedo comprar en el kiosco de Sarmiento y 25 de Mayo, al llegar a Maipú ya no me alcanza. Doce minutos para caminar cuatro cuadras y ya estoy devaluado. No puedo festejar el año nuevo. No puedo porque no siento que nada nuevo llegue. Es más, siento un detenimiento enorme del tiempo. Más aún después de la muerte de Alfredo.
Zitarrosa cantó gran parte de mi vida. No digo que haya acunado mi niñez, pero sí mi infancia y mi más dulce adolescencia. Fui capaz de enamorarme y llorar con “Stéfanie”, sentir en cada gota de mi sangre el “Adagio en mi país” y darme ánimo cada día con “Pa'l que se va”.
Por eso el tiempo se une al asfalto caliente y hace que mis pasos apenas se muevan despegando alquitrán derretido en cada huella. Hoy me parece difícil eso que dice que con la democracia se come...
Supe que en estos días de enero el presidente Alfonsín y su gabinete, entre urgencia y urgencia, se reunieron en la Quinta Presidencial de Olivos. Solidarizándose con los cortes de luz, a un “iluminado” se le ocurrió iluminar la reunión con un sol de noche. Imaginé las camisas sudorosas pegadas al cuerpo, los cuellos mugrientos, las corbatas arrugadas, los rostros grasosos y los vientres hinchados rebalsando los cinturones de los pantalones de los ministros reunidos a media luz esperando algo parecido a una tregua (porque para esperar un milagro hace falta fe). Como una metáfora de la última cena, imagino que todos se sientan a la mesa, que el traidor va a besar a Jesús para cumplir con la profecía, algún Pedro se entera que lo va a negar tres veces (muchas más pienso yo) y los demás miran consternados atontados por el calor. En ese momento entendí que para aquellos hombres que ya lo habían entregado todo –que ya nos habían entregado a todos– sólo un changüí de tiempo era lo que en realidad necesitaban para terminar de sacarse el muerto de encima y ya no tener que repetir la letanía de que con la democracia…
Me pregunto ¿a quién se le ocurrió iluminar esa cena con su sol de noche? Su luz, débil, mortecina, insignificante, sólo sumó más abatimiento al clima de mishiadura que nos ahoga a todos. Lo más temible de la oscuridad es la dificultad de reconocer el rostro del otro. A media luz no hay manera de reconocer al enemigo. A media ley tampoco. La democracia deseable y defendible se va deshilachando como un trapito raído.
Ni siquiera Piluso puede defendernos ahora. Su huella roja en la tierra me dice que no va a haber más capitán ni para mí, ni para mis hijos, ni para mis nietos. A lo mejor Alberto se anticipó al paso del asteroide 1989 fc (un enorme cascote anónimo que fue bautizado después de que cruzó raspando la tierra). Estábamos tan preocupados en mirar hacia abajo que no teníamos idea de lo que pasaba arriba. No lo vimos al Negro, no vimos la piedra que nos podría haber hecho pelota. No encontramos el modo de que comer con la democracia, educar con la democracia, curar con la democracia. No la vimos ni cuadrada.
Qué se yo, tengo la sensación que de esta sólo se sale con esperanza y coraje. Y me parece que por ahora ninguna de las dos opciones será posible. Dios ya no atiende en Buenos Aires.

Pesadilla antes de navidad
El jueves 1 de diciembre de 1988 el gobierno adelantó la hora oficial para ahorrar energía. Para el día 6, los espectáculos deportivos (léase fútbol) debieron ajustar su desarrollo a la duración de la luz solar. El 12, comenzaron los “cortes programados rotativos” en algunas zonas de Capital Federal y Gran Buenos Aires (que en principio serían sólo por 15 días -de lunes a viernes-, distribuidos en tres turnos de 5 horas de duración cada uno, empezando a las 7 de la mañana).
Ya para el 2 de enero, se agregaron los sábados y el día 9 se sumó otra hora más de corte. Después la medida aplicada a las empresas y comercios, se extendió a toda la población. Luego, le llegó el turno a la TV: se redujo el horario de transmisión a sólo 4 horas diarias (los canales 2, 7, 9, 11 y 13 sólo podían transmitir entre las 19 y las 23 hs.). Los bancos atendían sólo de 8 a 12 y toda la administración pública comenzó a “gozar” de asuetos administrativos para “ahorrar” un 20% de energía. También fue prohibida la iluminación con fines ornamentales, se redujo el uso de electricidad para la vía pública, se obligó a los comercios a mantener las vidrieras y carteles apagados cuando estuvieran cerrados y se suprimieron muchos trabajos nocturnos. La falta de energía eléctrica afectó también el abastecimiento del agua (Obras Sanitarias de la Nación tuvo que distribuirla en tanques a las zonas del Gran Buenos Aires). Hubo sequía. Por ello bajó la potencia de las usinas hidroeléctricas. A todo ello se sumó que quedaron fuera de servicio dos bombas de la central hidroeléctrica de Embalse Río III, la salida de servicio de la central nuclear de Atucha y un incendio en La Pampa que afectó una línea que transportaba energía desde El Chocón.
El ir y venir de la electricidad también agravó todo: una sobrecarga de tensión a mediados de diciembre afectó al vecindario de San Telmo que calcinó incalculables artefactos. A mediados de enero, en la Quinta Presidencial de Olivos, la cena de “fin de año” que reunía a altos funcionarios con el presidente, se hacía en penumbras, bajo la luz mortecina de una lámpara de camping “sol de noche”. En el Parlamento y la Casa Rosada no se encendía el aire acondicionado. Alfonsín era fotografiado -como sus ministros- con la corbata aflojada, las mangas arremangadas, sudoroso. Definitivamente, Dios no atiende en Buenos Aires.

Men In Black
El jueves 1 de diciembre de 1988 una unidad comando de la Prefectura Naval Argentina –los “Albatros”– se evapora de su acantonamiento en las sombras de ese día. En dos camiones militares se ausentan llevando consigo armas de guerra acopiando material bélico. El ministro de Defensa Horacio Jaunarena, según las memorias de Alfonsín, recién se enteró de lo acontecido el jueves 8 de diciembre.
Raúl Alfonsín se encontraba en México asistiendo a la asunción de Salinas de Gortari. El día viernes 2, arriba a Nueva York. El sábado 3, estaba previsto que diera un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Es en ese momento que se anoticia que el Coronel Seineldín se había sublevado en Villa Martelli. Al llegar a Washington para concretar la entrevista concertada con el presidente George Bush el tema de fondo –a pesar de Don Raúl– es lo que está sucediendo en Buenos Aires. Mientras tanto, en estos pagos el jefe del Estado Mayor General del Ejército, General Caridi, recibe malas noticias. El Regimiento 3 de la Tablada, el 7 de La Plata y la Compañía de Comunicaciones Número 10, se han plegado a la sedición. Ningún integrante del gobierno estaba anoticiado de que el 30 de noviembre Seineldín (quien estaba destinado en Panamá) había regresado subrepticiamente a la Argentina para comandar el Operativo Virgen del Valle.
Jaunarena tampoco se enteró, y menos Alfonsín, que el viernes 2 de diciembre el Coronel ya había comunicado a sus hermanos en armas, que él desconocía la autoridad de Caridi. La sedición ya tiene sus objetivos: Fin de los Juicios, Ley de Pacificación y Amnistía, Nuevo Rol del Ejército, Incremento Salarial, Mayor Presupuesto Militar y –obviamente– la Renuncia de Caridi. El Operativo Virgen del Valle ya está en marcha.
Alfonsín ordena, desde los Estados Unidos, reprimir sin negociar. Sin embargo, es Víctor Martínez quién está a cargo de la Presidencia de la Nación. Es por eso que pesa sobre él la responsabilidad que lo obliga a decir: “Salvo el acta matrimonial nunca he tenido que firmar algo tan grave”.
El mismo sentimiento embarga de Caridi. Cuando intenta de muy mala gana llevar adelante la orden, es recibido por fuego de morteros y su “ataque” se suspende. Inesperadamente, los sediciosos se trasladan -sin ser hostilizados- desde Campo de Mayo a los cuarteles de Villa Martelli. “Dios y Patria” gritan desde afuera… ”O Muerte” contestan desde adentro. Se abren las puertas y allí se hacen fuertes. Fuerzas blindadas, al mando del general Isidro Cáceres, convergen sobre Villa Martelli. Pero el general Cáceres es un hombre respetado por los “carapintadas”, lo cual torna previsible el desenlace del episodio. Caridi y Seineldín parlamentan (con Cáceres por testigo y garante), llegando a un acuerdo de caballeros: se ha firmado el “Pacto de Villa Martelli”.
En otra parte de la ciudad Soda Stéreo iba a presentarse en Obras el sábado 3. Zeta Bosio recuerda que casi levantan el concierto pero finalmente “lo hicimos porque creímos que hacerlo era la mejor demostración de que la democracia era efectiva”. Cada uno luchaba con sus propias armas.
En definitiva, Caridi había asumido los reclamos de los rebeldes a los que tenía que reprimir, y actuaba como embajador del Movimiento ante el presidente Alfonsín. Había dejado al general Cáceres al frente de la “represión” quien a su vez había ordenado al general Arrillaga el uso de artillería. La orden era una papa caliente en las manos del Ejército.
El general de artillería Arrillaga no acertó ningún disparo en diciembre (pero fue absolutamente certero cuando –52 días después– demolió los edificios de la Tablada al sofocar el copamiento por parte del Movimiento Todos por la Patria).
Mientras los militares negociaban, frente al cuartel de Villa Martelli una muchedumbre, como en aquellas Pascuas, se había dado cita convocada por los medios oficiales de difusión para “resistir” la nueva sedición carapintada. Sin embargo, la diferencia con aquella otra resultó ser una batalla campal donde los efectivos policiales dispararon a mansalva contra la ciudadanía reunida allí y cuyo saldo fue de cuatro muertos y cuarenta heridos.
Al finalizar la jornada, aquella parte de la sociedad argentina que se hizo presente a las puertas del cuartel, quedó impávida. Ellos habían recibido los balazos. Se había desdibujado definitivamente el rostro claro del enemigo.
Al coronel Seineldín se lo llevan preso. Quien no se rinde es el mayor Hugo Abete (seguirá en rebeldía durante cinco días más, al frente del Regimiento de Infantería Mecanizada 6, con asiento en Mercedes). Su actitud fue el colmo… sólo entregó la unidad al coronel Seineldín en persona recién el viernes 9 de diciembre. Aun quedaba más: quien protagonizó quizás el suceso más escandaloso fue el coronel que teóricamente estaba preso (sic). Viajó expresamente hasta Mercedes para recibir la unidad rebelde de parte de su subordinado (¿?).
Los días de espanto concluyen cuando el 11 de diciembre el Poder Ejecutivo dispuso un aumento para las FFAA del 20% más una suma fija de 1.500 australes y el 20 de diciembre, aceptó la renuncia del Gral. Caridi. Se cumplía una vez más con las exigencias de los hombres con la cara pintada de negro y la casa –de manera infortunada– volvía a estar en orden. ¿Y dónde mierda está Dios?

La Tablada
La mañana del 23 de enero de 1989, amaneció más temprano. Exactamente a las 06:15 pero no porque saliera el sol. A esa hora, un baldazo de agua fría caería sobre todos rompiendo la tensa calma que siguió al último levantamiento carapintada. Ese día en Buenos Aires haría un calor atroz: 32 grados y 65% de humedad, pero un escalofrío recorrería las espaldas de todos. Ese día, duraría una eternidad.
En el Regimiento de Infantería Mecanizada Nº 3 “Gral. Belgrano”, localizado en La Tablada, se había desatado un infierno. El diario La Razón adjudicó la responsabilidad del ataque a la unidad militar a militares carapintadas aún en la portada de su 5ª edición. Hasta pasado el mediodía, todas las fuentes gubernamentales insistían que la acción armada se debía a una nueva sublevación de militares rebeldes.
Todo cambiaría sobre el mediodía. No eran los carapintadas los que se batían a sangre y fuego en ese cuartel sino un grupo de civiles armados, todos ellos militantes del Movimiento Todos por la Patria. Algunos de ellos, viejos guerrilleros del ERP, otros, chicos reclutados para la gran causa de la democracia. Afiliados orgánicos del Partido Intransigente, miembros de organismos de Derechos Humanos como el CELS, curas de la Teología de la Liberación, integrantes del Ejército sandinista, eran detalles que dejaban perpleja a toda la militancia progresista y de izquierda.
A medida que se conocían los detalles del hecho, la indignación crecía en forma proporcional a la angustia, todos esperaban la puñalada por la espalda de la mano de la derecha, no de la izquierda; y menos de esa que aparecía como amplia, generosa, democrática y republicana. Era un disparate, una verdadera locura haber tomado la decisión de copar un cuartel como si fueran los años 70 con el objetivo de parar un golpe de estado contra Alfonsín. Lo más siniestro de todo esto es que la operación se justificaba mediante una mentira infame. Los atacantes vestían prendas militares, tenían las caras pintadas, y arrojaban volantes firmados por el “Nuevo Ejército Argentino”, mientras vivaban a Seineldín y Rico.
Como si fuera poco, a esa farsa sangrienta se sumaba el ganador de las internas del justicialismo y candidato a la presidencia: Carlos Menem afirmó que todo lo que estaba ocurriendo era responsabilidad de la Franja Morada.
El comisario Juan Angel Pirker, el más lúcido y democrático policía de esos días, le dijo a Alfonsín que él rendía a los atacantes del cuartel con gases lacrimógenos y sin romper ni un vidrio. Pero a Pirker se lo desestimó y otro fue el desenlace: 3.500 efectivos de la bonaerense y del ejército rodearon el cuartel. Alfonsín puso al mando de la operación de recuperación del cuartel al general de Artillería Alfredo Arrillaga, beneficiado por sus leyes de Punto Final y Obediencia Debida (responsable de la operación masiva en Mar del plata “La Noche de las Corbatas” donde fueron secuestradas once personas, entre ellas seis abogados y del Centro Clandestino de Detención “La Cueva”).
El 24 de enero, todo terminó del modo más trágico. A la caída del sol había 39 muertos, 3 desaparecidos, 60 heridos, 5 cadáveres no identificados y 21 atacantes detenidos. Una herida quedó abierta en la sociedad. Luego de 30 horas de combate, donde el poder político amparó metodologías represivas propias de las dictaduras, y permitió un proceso judicial plagado de irregularidades, condenado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que responsabilizó al estado argentino por las desapariciones, ejecuciones y torturas ocurridas tras la recuperación del cuartel.

Dark Shadows
En la Chicago Argentina, es donde comenzaron los saqueos el día domingo 28 de mayo; mientras Alfonsín pronunciaba un discurso. En 48 horas unos cien comercios fueron saqueados en un estallido social sin precedentes. La ciudad fue militarizada y el país sometido a estado de sitio. Entre las fuerzas que llegaron a poner “orden” a la revuelta popular se contó con la eficaz e inestimable colaboración de los 400 “Albatros” comandados por Seineldín (¿parece joda no?), y el apoyo logístico del II Cuerpo de Ejército a cargo del General Cáceres (todos ellos sediciosos de Villa Martelli). Además, llegaron 1.500 efectivos de la Policía provincial, 300 de la Policía Federal, 4.000 gendarmes desde distintos puntos del país que generaron a lo largo de los diez días de “operaciones” 1.500 allanamientos donde se detuvo a 1.600 personas (hasta familias completas con pibitos de 2 y 4 años).
Los detenidos, fueron encerrados en las comisarías, en la Escuela de Policía y hasta en la Sociedad Rural [sic]. Hubo apremios ilegales y simulacros de fusilamiento, acordes al perfil de los represores. Se contabilizaron 8 muertos, cientos de heridos con munición de plomo y de goma y 23 detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Varios “comunicadores sociales” proponían la implantación de la pena capital para defender el derecho a la propiedad que los hambrientos ponían en peligro… ¿los hambrientos?
“Cuando llegué al súper casi me muero de la impotencia. La chata de la policía estaba cargada de mercadería. Los mismos que deberían custodiarme me estaban robando. ¡La misma policía me robaba!... fue terrible porque yo tenía el depósito pegado al súper. Me metieron un semirremolque marcha atrás, tiraron el portón, lo cargaron de mercadería”.
El lunes 29 de mayo circuló un extraño rumor que fue aceptado de plano en los barrios pobres de Rosario: “hordas de marginados vienen atacando los hogares, violan mujeres y matan a los niños”.
“Nos dijeron que los vecinos de Villa Gobernador Gálvez iban a venir a saquear nuestras casas, así que mi marido y yo escondimos a los chicos y pasamos la noche en el techo armados con palos y piedras”. En el centro los vecinos se avisaban unos a otros por teléfono… “ya vienen las hordas”. El mismo rumor se implantó en Buenos Aires días después. San Miguel, La Paz, Vucetich, José C. Paz, Las Calas, Villa Mitre, Villa Trujuy, Primavera, Santa Brígida…

Todos contra todos
Nada tan cerca y nada tan lejos como la noción de enemigo interno. Pilar fundamental de la Doctrina de Seguridad Nacional, la dupla conceptual “enemigo interno” se teorizó con potencia demoledora a partir de las guerras del siglo XX y lejos de retirarse con la finalización de las mismas, se volvió carne en la subjetividad contemporánea. Pensar en que estos relatos que aquí rescatamos tienen basamento y origen a partir de los acontecimientos surgidos por el desmoronamiento económico producido por la hiperinflación acechante durante el gobierno de Raúl Alfonsín, resulta escaso para leer la influencia de su real dimensión en los sucesos de 1989.
La vigencia de una significación engarzada dentro de una cadena significante habla de los elementos que constituyen la trama discursiva que sostiene a las sociedades y que configura las subjetividades de una época. No hay inocencia en la punzante escritura que realizó la pluma del terror en las manos de los genocidas de la última dictadura cívico militar que diezmó la Argentina entre 1976 y 1983. La borra histórica que sedimentó luego del retorno de la democracia en nuestro país, dejó en el fondo de la copa victoriosa de las urnas, el residuo amargo de nociones que mantuvieron viva su eficacia simbólica de modo silente.
Desfondamientos tales como los producidos por la hiperinflación no son por sí solos suficientes para sostener un relato que legitime que en el otro no hay humanidad. Hace falta algo más que la miseria económica. Si los fantasmas que daban vida a los rumores que decían que otros vendrían a saquear, a violar a las mujeres, a matar a los hijos, no pueden ser reconocidos como las huellas de la dictadura en la subjetividad, ¿cómo deben entenderse? Se gritó a viva voz lo que se padeció en silencio durante ocho años. Porque quienes saquearon, violaron y mataron, fueron sin dudas los genocidas.
Y el acontecimiento que definitivamente devela este sentido hasta ahora oculto, es el salto cualitativo que se dio en 2001, donde la ferocidad de la crisis económica y el desgarramiento subjetivo atroz que padeció la sociedad en su conjunto, llevó a la construcción de consignas colectivas como aquella que decía “Piquete y Cacerola, la lucha es una sola”. Allí, en medio del dolor y la indignación, recorridos por la indigencia más escandalosa, abrumados por las muertes desbordantes de discrecionalidad y las más imperdonables, los argentinos ganamos una de las batallas más desiguales que hayamos padecido: le arrebatamos a la dictadura el sentido de “nosotros”.

Viviana Demaría y José Figueroa
[email protected]



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ALFONSIN, R. “Memoria Política”. Transición a la democracia y derechos humanos. Fondo de Cultura Económica.
AUYERO, Javier (2000). “El juez, la reina y el policía. Etnografía, narrativa y los sentidos de la protesta.” En: Apuntes de investigación. Cecyp. Buenos Aires.
CADÚS, J. “Rosario: Los Saqueos de 1989” Bloque de prensa Regional.
CERSÓSIMO, F. “El Enemigo Interno. Subversión en el ámbito educativo”, Espacios, UBA.
Comisión Interamericana de Derechos Humanos. OEA. Informe Nº 55/97 Caso 11.137 Juan Carlos Abella. Argentina.
FUERTES G. y ANIGSTEIN, C. (2007): “El Cruce: los saqueos en 1989 en Moreno, provincia de Buenos Aires”. UBA/Gino Germani, Jornadas de Jóvenes investigadores.
HILB, C. “La Tablada: el último acto de la guerrilla setentista”. Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA/ Conicet.
IÑIGO CARRERA, N. y Otros. “La Revuelta Argentina 1989 – 1990”. Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina. Documento de Trabajo N° 4.
IÑIGO CARRERA, N. COTARELO, M. “¿Revuelta o motín? Rosario y General Sarmiento, 1989”. Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina. Documento de Trabajo Nº 32
NEUFELD, M. y CRAVINO, M. “Los saqueos y las ollas populares de 1989 en el Gran Buenos Aires. Pasado y presente de una experiencia formativa”. Universidad Nacional de General Sarmiento. San Miguel, República Argentina
PRÉVÔT-SCHAPIRA, M. “Apuntes de Moreno”. Université Vincennes Saint-Denis - Paris 8/ Credal-ANR Metraljeux. Centre de Recherche et de Documentation sur l'Amérique latine.
YABKOWSKI, N. “La violencia del deseo, el lazo social y el espectro: reflexiones sobre la moneda en torno a la hiperinflación de 1989 y la crisis de 2001-2002 en Argentina”. Revista Theomai. UNQ Diarios y Revistas: Rosario 12, Página 12, Clarín, La Nación, Revista Somos.


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Revista El Abasto, n° 145 , julio 2012.

 

 

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