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“Alguien tuvo la feliz ocurrencia de colocar en lo alto de la sala, del Teatro Coliseo, un micrófono potente y anoche, una onda sonora onduló vermicular, de las 21 a las 24, por el espacio, como cubriendo su sutil collage de armonías, las más caprichosas, ricas, grávidas de nobles emociones, a la ciudad entera. Lo de anoche fue más que eso, a la maravilla científica, sumose la delicadeza conmovedora que entrañó el pensamiento de quienes lanzaron al espacio –sin finalidad interesada alguna- todo el tesoro estético que encierra la partitura de Wagner. Buenos sembradores echaron puñados de emoción al espacio, para que recogiesen cuantos de ella pudiesen tener hambre y sed. Y a fe que los beneficiados habrán podido creer que esas notas, divinas, venían del cielo”.

Miguel Mastrollane
Diario La Razón,
28 de agosto de 1920


Señoras y señores: la sociedad de Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, “Parsifal...”
Comenzó así la transmisión de 3 horas que se pudo escuchar en las apenas cincuenta radios a galena que había en Buenos Aires.
Era el 27 de agosto de 1920. Fue la primera transmisión de radio en la historia de la humanidad. Fue en Argentina, en el barrio de Retiro.

VIEJO, MI QUERIDO VIEJO

Cuando el 27 de enero de 1856 la partera dijo ¡Varón! Jorge Susini y Carolina Lacombe ya tenían pensado el nombre de su hijo. Se llamaría Telémaco, como el hijo de Odiseo y Penélope. Ese nombre marcaría a fuego la vida de aquel niño porteño ya que su significado es “el que está preparado para combatir”. Telémaco Susini fue un joven inquieto y por supuesto, un padre más inquieto aún. Junto a Enriqueta -la mujer que fue su compañera y a la que amó inconmensurablemente– tuvieron once hijos. El mayor, Enrique Telémaco, llevaría grabado en su ser el espíritu aventurero que su padre le legara con su ejemplo de vida.

Pero no nos adelantemos a la historia. Para entender la vida de Enrique Susini, debemos acercarnos primero a la historia de su padre.

El Buenos Aires en que vivía Telémaco cuando era estudiante de medicina, aun no llegaba al centenario. La política, la ciencia y la masonería eran los ingredientes del clima de época que se vivía allí y en todo el mundo. Eran las burbujas inevitables que cosquilleaban las narices de los temperamentos curiosos. Todo estaba por hacerse y el mundo era un desafío. En 1875 ya se escuchaban fuertemente las ideas de un Estado alejado de los designios de la institución eclesiástica. Ideas como el matrimonio civil, la educación pública, circulaban en el espíritu de la época. Faltarían unos años antes de que se sancionara la ley 1420. Pero el escenario en que se dieron los acontecimientos de 1875 anticipaba el tenor de las disputas que recorrerían la historia de la conquista de los derechos en argentina. Esas disputas recorrían al muchacho que sentía el fuerte anhelo de ser parte de la historia.

Por ello, cuando en febrero de ese año monseñor Aneiros dio a conocer la intención de desafectar las parroquias de Catedral al Norte y Catedral al Sur para devolver esta última a los jesuitas, la respuesta por parte de los librepensadores, los estudiantes y los periódicos no se hizo esperar. El gobierno nacional había aceptado la intención de Aneiros y esta decisión era inaceptable. Sucedía en realidad que lo que estaba en juego no era una cuestión de jurisdicciones parroquiales sino el regreso de los jesuitas a la manzana del Colegio Nacional y de la Universidad. Este hecho simbolizaba un retroceso en la tímida lucha que se venía librando en los espacios políticos por lograr el imperio del Estado en la administración de las cuestiones públicas en detrimento de la hegemonía mantenida hasta entonces por el poder clerical respecto de las instituciones de la vida civil. Así se movilizó el Club Universitario, los diarios opositores y activistas de la comunidad y el domingo 28 de febrero se produjo el incendio del Colegio del Salvador. Y Telémaco –que estaba signado desde su nacimiento para combatir– fue protagonista.

Será por esta participación en la vida social y política de la época que muchos años después, frente a los acontecimientos de la Reforma del 18 y en sintonía con el Manifiesto Liminar de los jóvenes estudiantes cordobeses, el mismo Hipólito Irigoyen lo nombrará interventor de la Universidad Nacional de Córdoba, ovacionado por los propios estudiantes reformistas quienes vieron en él a uno de los suyos. Sin embargo, todas estas actividades no opacarían sus inquietudes científicas y académicas. Al mismo tiempo que los acontecimientos políticos lo conmovían profundamente, continuaba con su inicial curiosidad acerca de la anatomía humana, y sus patologías. Al recibirse de médico, su tesis doctoral “Contribución al estudio del empacho” lo catapultó a la fama. El empacho era una de las patologías más diagnosticadas entre los niños de su época. El Dr. Susini lo investigó y estableció su clasificación clínica: empacho agudo y crónico, destacando que el primero se presenta en los primeros meses de vida y el segundo después del primer año.

Por si fuera poco, fue discípulo de Luis Pasteur, Robert Koch, dos titanes que se encontraban en una encarnizada competencia por lograr una vacuna contra el ántrax. Ambos habían incentivado a Telémaco a que dirigiera sus investigaciones sobre el carbunclo que halló vinculado con el ántrax.

En 1886 fue director de la Asistencia Pública trabajando con ahínco para mejorar la calidad de los servicios hospitalarios. Y con todo lo aprendido junto a sus maestros se ocupó de mejorar la calidad de vida de la población divulgando los conocimientos que tenía acerca de la importancia de la higiene y su incidencia en la prevención de enfermedades. También fue profesor titular de la cátedra Estudios Anatomopatológicos. Cátedra que con el tiempo se convirtió en el Instituto de Anatomía Patológica creando además el Museo del mismo nombre. Telémaco siguió trabajando denodadamente por la salud de la población en sus investigaciones y en sus cátedras.

Pero lo más apasionante de la vida de este inquieto porteño, es que no murió sin antes participar de las aventuras de su hijo primigenio: Enrique Telémaco Susini y su pandilla.

DE TAL PALO, TAL ASTILLA
Ser hijo de ese padre sembró en Enrique Telémaco Susini la pasión por el conocimiento y la inquietud por todo lo que el mundo de ese momento ofrecía. Enrique nació en Gualeguay, provincia de Entre Ríos. Cuando en 1906 su padre asumió como cónsul argentino en el Imperio austrohúngaro, Enrique asistió al Conservatorio Imperial de Viena donde egresó como profesor de canto y violín. Su estadía en Europa, le permitieron hablar con fluidez francés, alemán, italiano y ruso. Estudió brevemente física y química en Berlín y París y al retornar a Buenos Aires en 1909, con sus juveniles 18 años, inicia sus estudios de medicina en la UBA recibiendo su diploma de doctor en medicina a los 22 años, luego de escribir una galardonada tesis.

En 1910 Marconi había llegado a la Argentina convocado por los festejos del Centenario a bordo del barco “Princesa Mafalda”. Y sus investigaciones sobre la telegrafía sin hilos no iban a detenerse por hallarse en nuestro país. Fue así que en una jornada memorable, en Bernal, Marconi eleva un barrilete de seis metros cuadrados con el que remontó una antena que desde Quilmes, logró enlaces directos con Irlanda y Canadá. Obvio que Enrique estuvo allí. Para ese entonces, Enrique ya era un fanático radioaficionado, igual a los otros tres locos con quienes en 1920 llevaría a cabo la trascendente transmisión radial y lo acompañarían en varias de sus gloriosas y pioneras aventuras.

En 1916, ingresa como médico en la Armada. En 1918, terminada la Primera Guerra Mundial, la Marina lo envía a Francia para que investigue los efectos de los gases asfixiantes sobre las vías respiratorias y el uso de los transmisores. De allí, regresa con vivencias que marcarán para siempre su vida. Vuelve fascinado por los avances en la radio. Y según cuenta la leyenda, se trajo de contrabando válvulas, rezagos y equipos de radio del ejército francés e italiano en buen estado escondidas bajo un enorme sobretodo. Seguramente -con esos elementos pirateados- ya tenía en mente usarlos en su “hobbie”. Para ese entonces, a Enrique la vida le sonríe: lo ha conocido a Albert Einstein quien deja dicho que el tipo es "una de las primeras inteligencias de la Argentina".

Hagamos un paneo de su currículum:

En el Departamento de Sanidad Pública fue asistente de Bacteriología y jefe de Vacunación Microbiana, contribuyendo a la fabricación masiva de vacunas. Se especializó en otorrinolaringología en Viena, introduciendo la foniatría en la Argentina. Trabajó en el instituto Pasteur de París, donde fue distinguido por el gobierno francés por sus trabajos científicos. Inventó el estalagmómetro, para el diagnóstico de tumores. Recibió el Premio Nacional a la Producción Científica por su tesis "El cáncer y su diagnóstico". Atendió a María Callas, Enrique Caruso y Carlos Gardel.

Un groso argento

Fundó la “Asociación de la Crítica” de periodismo especializado en arte. Dirigió el Teatro Colón Contribuyendo a la creación del cuerpo estable y de la escuela de danzas, dotándolo además de escenarios giratorios, nuevos sistemas de iluminación y decorados. Crea la compañía radiotelegráfica “Sociedad Anónima Radio Argentina” con estaciones en Uruguay, Nueva York y Madrid. Dirigue "La Scala" de Milán. Administra el teatro "Regio" de Roma. Dirige del "Teatro Argentino de La Plata". Fue presidente de la Sociedad de Empresarios Teatrales que inauguró y reformó teatros como el Politeama, Avenida, Astral, Ariel, Odeón, Auditorio de la Asociación Wagneriana, etc. Es autor de 60 obras de teatro. Su comedia En un viejo patio porteño, recibe el Primer Premio Nacional de Cultura. El 17 de octubre de 1951 se lleva a cabo la primera transmisión de televisión en la República Argentina, Susini dirige las cámaras en ese día histórico. Luego será el primer director general del primer canal argentino: Canal 7. Dirige el primer Festival de la Vendimia en Mendoza. Fundó los Estudios de Cine Lumiton (Sociedad Anónima Radio cinematográfica Argentina Lumiton) que harían historia en la época de oro del cine argentino. En 1933 estrena la película Los Tres Berretines (la segunda película sonora del cine nacional). En el año 1938, en el Festival Internacional de Cine de Venecia, por su película La Chismosa recibe el premio Copa de Plata al Mejor Director y el primer lauro internacional para el Cine Argentino... etcétera.

Luis Romero Carranza, con sus 22 años, ya había cosechado un extraño prontuario como radioaficionado. Había sido obligado por las autoridades en 1914 a desmontar su antena instalada en su casa. Este acontecimiento se dio en el escenario de la Primera Guerra Mundial. A pesar de que Argentina no intervino en la Guerra, en cierto sentido se vio involucrada cuando Gran Bretaña quiso apresar al barco argentino “Presidente Mitre” acusándolo de que entre su pasaje transportaba alemanes. Si bien el barco fue devuelto, el gobierno se dedicó a buscar sospechosos de haber transmitido información secreta a barcos enemigos a través de la radio. Sin embargo, esa vivencia no amedrentaría a Luis, ya que junto con sus amigos le darían vida a una de las aventuras más emocionante de la historia argentina: la primera transmisión radial de alcance masivo. Todos los conocimientos que tenía hasta entonces fueron puestos al servicio de crear el mito más apasionante de la historia de la radiofonía. Con el tiempo, el ahora Dr. Luis Romero Carranza especializado en radiología, continuaría otros caminos también ligados a las comunicaciones. Fundó la primera fábrica de celuloide virgen para cine y patentó -antes que la RCA Víctor de los Estados Unidos- un sistema de grabación de sonido para películas.

La comunidad

A César Guerrico de 22 años le tocó la parte más osada. Construir la base donde se montaría la antena en la cúpula de la casa de remates que tenía su padre que se encontraba en la esquina de las calles Cerrito y Charca. “Guerrico y Williams” era propiedad del padre de César y al situarse cerca del teatro, se convertía en el mejor lugar posible para conectar el andamiaje de transmisión que requería el equipo de 5 kw instalado en el techo del Coliseo y que tomaba el sonido desde el paraíso de la sala del teatro por medio de un micrófono diseñado originalmente para equipos de ayuda a hipoacúsicos. Toda esa parafernalia alcanzaría unos 10 km. César finalmente se recibió de médico y logró renombre en su profesión. Pero nunca abandonó su amor por la fuerza transformadora que intuyó en la radio. Esa que sería sintonizada por los inmigrantes, y la que les enseñaría a hablar y los conectaría con el país elegido. Habían venido luego de la Primera Guerra Mundial, no conocían el idioma y la radio les resultó el medio más idóneo de integración. Fue así que su pasión lo llevó a convertirse en director de Radio Splendid, entregándole sus días a su gran sueño.


de la azotea

Miguel Mujica –sobrino de Enrique– comenzó esta aventura con apenas 18 años. La influencia de su tío y de su abuelo hizo que también se recibiese de médico. Como un gato, realizaba las acrobacias en las azoteas para montar los elementos para la gloriosa transmisión. El 31 de agosto de 1927, crearon la sociedad anónima “Radio Argentina S.A. (Radiar)”, con la intención de explotar un circuito radiotelegráfico en Onda Corta entre la capital argentina y Madrid. Desde su puesta en marcha, la nueva empresa de comunicación radiotelegráfica tuvo un enorme éxito, puesto que abarató sensiblemente los costes y redujo la dependencia que imponían otras grandes empresas europeas de telecomunicaciones. La Estación Receptora Radio Argentina fue emplazada en un cerro que se conoce aún hoy como “Cerro de la Radio”. El desarrollo de la exitosa empresa argentina, se truncaría en julio de 1936, cuando estalla la Guerra Civil Española. El cerro y la estación receptora se transforman en estratégicos objetivos militares. Miguel era el gerente en ese momento, y no duda en auxiliar como médico a los enfermos y heridos de ambos bandos, mientras es testigo de la destrucción total de Radio Argentina. Con el transcurso de los años llegó a ocupar el cargo de ministro de Comunicaciones durante el gobierno de Frondizi.

El valor inconmensurable de aquella emisión del 27 de agosto de 1920, es que fue la primera de carácter abierto y público, la primera que difundió una obra artística completa y mantuvo un servicio regular, y fundamentalmente la que ubicó en el centro de la escena a las producciones culturales alejándola de la función que cumplía en los escenarios bélicos. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que fue el inicio de la democratización de los bienes culturales de la humanidad.

En este sentido, hoy más que nunca, se vuelve imprescindible recordar aquella primera transmisión fundante. Básicamente porque el impulso que movilizó a aquellos visionarios a llevar adelante semejante aventura, estuvo sostenido en la convicción irrenunciable de que las creaciones humanas debían estar al alcance de todos.

En estos tiempos, en que la Nueva Ley de Medios vuelve a poner en valor la democratización de la palabra –luego de la larga noche impuesta por la última dictadura cívico militar y las posteriores políticas que con su indiferencia prolongaron el cepo comunicacional– reivindicamos la proeza de los cuatro pioneros como símbolo del horizonte al que nunca más debiera renunciar la radiodifusión argentina.

Es por esto que las emisoras comunitarias, se han convertido hoy en las legítimas herederas de aquel lejano -pero vigente- espíritu de los “locos de la azotea”.

Viviana Demaría y José Figueroa
[email protected]


Bibliografía Consultada
ALVAREZ, F. – 27 de Agosto de 1920, Nacimiento de la Radiofonía Argentina y Primera Transmisión Mundial – EL RECOPILADOR de Lomas del Mirador, Periódico on Line de Historia Barrial, La Matanza, BsAs, Ed. Viernes 26 de Agosto de 2011.
CICHERO, D. – Los locos de la azotea – Diario El Litoral, Ed. Viernes 30 de abril de 2010
ELIADES, A. – La regulación del servicio de radiodifusión en Argentina. Un abordaje histórico normativo, conceptual y en el derecho comparado – Artículo publicado en la Revista Argentina del Régimen de la Administración Pública (RAP). Año XXVI. 304. Año 2004. Págs. 25 a 60.
LAS ESTRELLAS DEL SUR – La primera transmisión radial del mundo se hizo en la Argentina – en http://www.loslobos.com.ar/la_primera_transmision.htm
NOTA BASADA EN UN ARTICULO DE JORGE LUIS EAST – Los Locos de la Azotea, la primer transmisión de radio del mundo entero se llevo a cabo en la argentina – en http://www.jegmedios.com.ar/archivos/Los%20Locos%20de%20la%20Azotea.htm
PAGES, V. – La primera Transmisión de Radio fue Argentina – Diario La Nación, Ed. Domingo 27 de agosto de 2000.
OLIMPIADAS NACIONALES DE CONTENIDOS EDUCATIVOS EN INTERNET – Estamos en el Aire Historia de la Radio Argentina – en http://www.oni.escuelas.edu.ar/olimpi99/interolimpicos/enelaire/Habiauna/antes%2720.htm
PALAZZESI, A. – 90 Años de Radiodifusión en Argentina – en http://www.neoteo.com/90-anos-de-radiofonia-en-argentina
PLANETA SEDNA – Los Locos de la Azotea Primera Transmisión de Radio en Argentina – en http://www.portalplanetasedna.com.ar/radio_argentina.htm
TELAM – Los locos de la azotea – Agencia de noticias de la República Argentina, Ciencia & Tecno, Ed. 2 de noviembre de 2011.
WIKIPEDIA - Enrique Susini – en http://es.wikipedia.org/wiki/Enrique_Susini
WIKIPEDIA – Telémaco Susini – en http://es.wikipedia.org/wiki/Tel%C3%A9maco_Susini

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Revista El Abasto, n° 146 , agosto 2012.

 

 

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