El Buenos Aires de principio
de siglo XX tenía una fisonomía
singular. Palacetes que representaban
lo más rancio de la oligarquía
terrateniente porteña que no renunciaba
bajo ningún concepto a ser hijos
de la Europa de las luces y un sinfín
de terrenos con calles de barro y amplios
fondos donde los habitantes trabajaban
sus quintas. La estación de Once
y la creación de la Sociedad Anónima
Mercado de Abasto Proveedor fueron haciendo
de ese rincón porteño un
escenario donde la vida de Buenos Aires
florecería en anécdotas
y recuerdos. Es así que Firpo y
el Abasto mantuvieron una relación
muy particular. En el año 1905
se habilitaron los Corrales del Abasto,
dos amplios tinglados laterales, uno a
lo largo de Lavalle, entre Agüero
y Gallo, y otro sobre la calle Guardia
Vieja, también entre Agüero
y Gallo… Junto con gran parte del
ex Mercado Modelo se traslada también
a la zona la fonda de Luis Sanguinetti,
que será instalada en la esquina
SE de Anchorena y Guardia Vieja (hoy peatonal
Carlos Gardel), bajo el nombre de Chanta
Cuatro. La fonda pasará más
tarde a manos de José “Pepe”
Bonello, boliche conocido entonces por
la mejor sopa de cebolla de la ciudad.*
El antiguo Chanta Cuatro era un hotel
familiar de dos plantas, con bar, restaurante,
patio y una cancha de bochas. Le habían
puesto así por la magistral jugada
que puede obtenerse en el ladrillo deportivo.
Consiste en lo siguiente: Si la bocha
lanzada desplaza la rival y quedan ella
y sus tres compañeras en posición
de mayor cercanía estamos frente
al chanta cuatro. Es la máxima
jugada posible en las bochas. Y parece
ser que a muchos le interesaba el convite.
No sólo por el partido de bochas
–donde Gardel se daba sus gustos
deportivos– sino por la sopa de
cebolla que servían y a la que
Luis Ángel Firpo no renunció
jamás.
Luis Ángel había sido estibador,
albañil, guardahilos del Telégrafo
de la Nación y empleado de Farmacia.
La gran oportunidad que le diera el destino
de mostrar la potencia de sus puños
aquel día que quisieron robarle
la recaudación del horno de ladrillos,
hizo que su vida cambiara por completo.
Trabajar y entrenar se volverían
tareas cotidianas. Así, bajo la
dirección del profesor Martínez,
comienza a entrenar en 1916. Pronto llegará
su debut el 10 de diciembre de 1917 en
el cual Gardel apostó unos mangos
a favor del contrincante oriental, quien
ganó por K.O en el primer asalto.
Todavía el Zorzal no conocía
al “Toro salvaje”, con quien
trabaría amistad tiempo después
compartiendo con él interminables
diálogos en el café El Banderín.
Pero mientras esperamos que lleguen esos
días, vemos cómo con el
movimiento de la ciudad promovido por
el ferrocarril y los puesteros del Abasto,
comienzan a crearse los escenarios de
la vida cotidiana en ese rincón
del Buenos Aires centenario. Fue así
que en Agüero 566 se levantó
el Club El Porvenir del Plata y allí
nomás el Abasto Boxing Club, donde
Luis Ángel Firpo tuvo sus primeras
oportunidades como pugilista.
Luis Ángel Firpo, primo hermano
del gran director y compositor de tangos
–Roberto Firpo– cultivó
amistad con Gardel y Razzano. Muchos mixturan
y confunden las historias de ambos, quizás
por las amistades comunes que profesaban.
Pero de hecho, las virtudes de Roberto
pasaban por su creatividad musical al
punto de ser quien introdujo en el tango
el aire romántico, que hasta entonces
era ajeno a ese género. Menos avispado
que su primo, cuando en 1916 al estrenar
en Montevideo “La cumparsita"
de Gerardo Hernán Matos Rodríguez,
que por entonces era una página
de dos partes, Roberto Firpo le compuso
la tercera. Olvidó un detalle:
no firmó conjuntamente la obra.
Con los años, “La cumparsita”
reportaría millones de pesos en
derechos de autor.
A Luis jamás le hubiera pasado
algo así. Chúcaro el hombre
no aceptó nunca tener representantes,
confiando ciegamente en el temprano consejo
que le diera el hermano de don Félix
Bunge. Así acuñó
una de sus frases célebres. Sostenía
que si él recibía los golpes,
sería él quien disfrutara
de los beneficios. Uno de los ejemplo
de su visionaria mirada acerca de la brevedad
de la carrera del boxeador, lo muestra
la anécdota que cuenta que al llegar
a Nueva York para iniciar su campaña
previa al Combate del Siglo, su primera
pregunta fue si la pelea iba a ser filmada.
Ante la negativa, mostró su insistencia
en que se filmase absolutamente convencido
que los derechos de exhibición
en los cines le brindarían buenos
dividendos.
Llegado el momento de pensar acerca de
la derrota de Firpo frente a Dempsey,
el investigador Marcos Vistalli responsabiliza
al mismo Firpo catalogándolo de
avaro. "Su error fue no pagarle 15
mil dólares a Jimmy de Forrest
que fue su entrenador y era el mejor que
había en ese momento. Lo echó
y puso en el rincón a un amigo,
un boxeador amateur argentino, Horacio
Lavalle, que no supo imponerse en el momento
que debía frenar el robo".
Lejos de esa premisa, advertimos que Luis
Ángel fue leal a quienes cuidaron
de él en el inicio de su vida,
dejando bien en claro además, que
él no pelearía al estilo
norteamericano: es decir, no pelearía
sucio. Cuentan que los medios de difusión
estadounidenses pusieron en palabras la
amenaza que significaba este púgil
venido del sur del planeta. Frente a una
comunidad profundamente racista y expansionista,
el Toro Salvaje ponía en jaque
“el sueño americano. Estaban
convencidos de que si Firpo llegaba a
ganar la pelea, ellos deberían
revisar hasta la “Teoría
Monroe”.
Es así que Firpo, a diferencia
de otros boxeadores que llegaron a Estados
Unidos y quedaron atrapados por la mafia
de los managers reduciéndolos prácticamente
a la esclavitud hasta despojarlos de todo
lo que tenían (en algunos casos
hasta su vida), Luis Ángel Firpo
leyó con lucidez el escenario en
el que se desplegaría su carrera.
Por ello, luego de la pelea con Dempsey,
todas sus ganancias y volvió a
la Argentina no sin antes registrar su
nombre en varios productos como zapatos
y sombreros y –a la mañana
siguiente a la pelea– cerrar un
acuerdo con la firma Stutz Beacart para
importar su propio modelo: el “Firpo
Stutz Beacart”.
Esto hizo que al llegar al final de sus
días, su fortuna ascendiera a varios
millones de pesos, cinco estancias y varias
agencias de autos.
Luis Ángel Firpo no tuvo hijos.
Poco se sabe de su esposa quien le encargó
al artista Luis Perlotti la realización
de una escultura que lo muestra con su
bata y sus guantes dispuesto a darle la
última batalla a la muerte. Se
sabe sí que su reserva, cautela
y percepción, hicieron de él
un mito y un pionero. Luego de su pelea
con Dempsey, se legalizó el boxeo
en Capital e instituyó el 14 de
septiembre como Día del Boxeador.
J.F. & V.D.
* EL ABASTO en http://primerapagina93.blogspot.com.ar/2010/10/el-abasto.html
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