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El gobierno porteño persiste en sus
modalidades tan capitalistas, aunque ahora
campee la espiritualidad por doquier.
Hace unos años Macri acusó
a los cartoneros de ladrones, porque le
robaban la basura, es decir, porque con
su recogida de materiales reciclables disminuía
lo que la municipalidad pesaba y pagaba
a las empresas que gozaban de la concesión
para la recolección de “la
basura”.
Macri veía así disminuir su
ingreso por la basura por tonelada que él
usufructuaba como propietario de una empresa
de recolección de residuos.
Las preguntas previas, eran allí:
¿el trabajo de los cartoneros era
socialmente benéfico, social, ambientalmente
favorable?
Si hay que responder sí a ello, lo
que hace agua es el criterio de pagar el
servicio de recolección de residuos
por peso. Porque “naturalmente”
ese criterio lleva a incrementar los residuos,
no a disminuirlos. Como ejemplificamos por
la queja macriana.
Es que hay funciones, cuestiones, de la
convivencia social, y urbana, que son muy
refractarias al tratamiento comercial. ¿Se
puede medir en dinero la necesidad de salud?
¿Y la de educación?
¿Tendría sentido convertir
al aire en mercancía? Habría
ganancia empresarial, sin duda, pero la
sociedad sería un infierno mucho
mayor del que lo es en las condiciones actuales.
El arbolado urbano ofrece un nuevo capítulo
de aquellos afanes mercantiles que vimos
con los residuos domiciliarios. La ciudad
ha visto desplegarse a una serie de cuadrillas
que están “podando”.
Ya lo vimos con los ojos de Sergio Kiernan
en el número anterior. Se trata
de empresas tercerizadas. Sin embargo,
como cubriéndose las espaldas,
estos operarios y sus jefaturas suelen
ser acompañados de técnicos
agrícolas.
Una de las tales empresas tercerizadas
tiene un nombre que termina en “electric”
o “eléctrica”, peregrina
identificación si de trabajos botánicos
se trata y no del tendido de cables y
similares, pero no nos vamos a extrañar
de semejante mixtura profesional si sabemos
que la dirección de estas áreas
del gobierno de la ciudad están
dirigidas por un periodista y por un contador,
que en términos profesionales tampoco
deben andar muy cerca del reino vegetal…
Estamos viendo que no hay árbol
que no sufra alguna poda, aun cuando en
general, y en términos de la preservación
del arbolado urbano, son relativamente
pocos los árboles que necesitan
podas.
Pero la explicación es sencilla,
brutalmente sencilla: estas empresas cobran
por poda. Por árbol podado. Por
eso tan poco queda en pie.
Macri ha fusionado la mercantilización
habitual con lo democrático. Sabedor
de la opinión bastante generalizada
entre los habitantes porteños en
contra de las hojas, sobre todo otoñales,
confundidas con “basura”,
del miedo al follaje que esconde delincuentes
(generalmente imaginarios) o alimañas
(más imaginarias todavía),
de los reclamos de clarear copas para
lograr, mediante el alumbrado público
luz permanente las 24 horas; el miedo
impele a abolir lo nocturno tan necesario
para el reposo de plantas y animales (humanos
incluidos); actitudes que le arrancaran
a un director de Espacios Verdes de la
capital, años ha, la exclamación:
-lo único que parece satisfacer
a estos vecinos son árboles de
plástico, sabedores de ello, el
gobierno comunal les ha dictado a los
equipos de poda una consigna: “hagan
lo que quieran los vecinos”.
Siguiendo opiniones vecinales, se les
hace fácil mutilar árboles
en casi todas partes. Aunque no en aquellos
barrios o cuadras donde los vecinos han
preservado hermosos ejemplares, jamás
podados, y que sirven para dar sombra
y frescor en verano, en tanto muy a menudo
con hojas caducas permiten el paso del
empobrecido sol invernal. Ejemplo, en
Belgrano: la calle Melián (O más
cerca, Honduras).
Macri está indudablemente renovando
la ciudad. Con esta poda y la “superpoblacion”
automotriz muy pronto va a resultar totalmente
sinsentido hasta el nombre de “Buenos
Aires”. Porque no habrá follaje
suficiente para renovar su aire, por lo
demás muy pero muy contaminado.
En Av. Lisandro de la Torre, casi Av.
Alberdi, en Mataderos, hay una plaza,
“de los Mataderos” donde tenemos
que hablar ahora de un matadero de árboles:
es una plaza de dimensiones considerables,
con dos lados de más de cien metros
y allí no han dejado un solo árbol
con su forma natural, con las ramas hacia
el cielo. Todos han sido tronchados, mutilando
ramas de hasta 30 cm. de diámetro…
Me pregunto quien podrá transitar
esa plaza en verano.
Vale la pena tomar en consideración
que en una plaza ni siquiera se necesitan
las podas y recortes de dirección,
que son a menudo inevitables con el arbolado
urbano en veredas, por los balcones, los
cables, las esquinas… con lo cual
la mutilación es todavía
más incomprensible e imperdonable.
No deja de dar vergüenza ajena escuchar
a la “filosofía” macriana
impregnándose de “amor”
con el hinduista Raví Shankar (que
pertenece a un partido político
de la India que no se ha caracterizado
por ser particularmente amoroso en la
realidad del subcontinente indio), en
tantos nuestros “hermanos árboles”
son tan maltratados… por unos pesos.
Mutilar árboles debería
ser algo repudiable. No comercialmente
deseable o conveniente. Incluso la política
de jirafización de los árboles
que procura aminorar la mutilación
brutal, la del tronchamiento, es igualmente
nociva para el follaje urbano.
A algunos árboles se les corta
la copa casi al ras. La razón que
esgrimen los equipos de poda es que se
trata de árboles con troncos principales
podridos y por lo tanto con el peligro
potencial de ser derribados con una tormenta,
por ejemplo. Eso puede ser cierto, pero
ante eso corresponden dos medidas, que
están faltando sistemáticamente:
una suerte de faja que denuncie el estado
del árbol y su rápida quita
y sustitución por un ejemplar nuevo.
Porque lo que vemos hasta ahora es sencillamente
que disminuye la cantidad de árboles,
de copas, de protección y clorofila
en la ciudad.
Y, lo peor, la proliferación en
la ciudad de árboles con muñones,
que sin duda se van estampando en los
imaginarios sociales de los niños
que la habitan.
Luis E. Sabini Fernández
[email protected]
La contradicción
con lo que vemos...
El 29 de agosto:
Día del Árbol
Una de las noticias del portal del Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires cuenta que
desde las autoridades porteñas se
“rindió tributo a su frondoso
arbolado con una plantación masiva
en la Reserva Ecológica”. El
acto -donde se instalaron “más
de mil ejemplares”- fue encabezado
por el ministro de Ambiente y Espacio Público,
Diego Santilli.
“El Calentamiento Global es una realidad
que sufrimos en carne propia. La semana
pasada compartí una charla con Al
Gore y si la temperatura mundial aumenta
un grado, podemos tener muchas consecuencias.
Por eso es importante tener más verde
para generar más O2 y mitigar”,
explicó el ministro.
Por otro lado prometieron que a partir septiembre
se plantarán 4500 árboles
en todos los barrios porteños como
“continuidad del Masterplan de arbolado
público” y remató el
ministro: “Los árboles son
un sello característico de Buenos
Aires y debemos cuidarlos y conservarlos”.
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Revista El Abasto, n° 147, septiembre
2012.
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