Afirma
Ágnes Heller que la memoria cultural
es construcción y afirmación
de la identidad. En tanto que un grupo de
personas conserva y cultiva una memoria
cultural común, este grupo de personas
existe. Siempre que la memoria cultural
cae en el olvido, un grupo de personas desaparece,
con independencia de que la circunstancia
quede registrada o no en los libros de historia.
La presencia o la ausencia, la vida o la
decadencia de un pueblo no dependen de la
supervivencia biológica de un grupo
étnico, sino de la supervivencia
de la memoria cultural compartida.
De acuerdo a dicha pensadora, el presente
histórico tiene su propio pasado
(el pasado del presente) y su propio futuro
(el futuro del presente), que se refieren
a la continuidad dentro de la discontinuidad…
el pasado del presente es ayer, el futuro
del presente es mañana. Ambos pueden
estar distanciados en el tiempo.
Lo que los hace ser ayer y ser mañana
es el hecho de que tienen lugar en el ámbito
de una estructura constituida, entendida
y meditada como identidad”. Por ello
dirá la hermosa frase que dice “Nuestro
pasado es el futuro de otros, y nuestro
presente es el pasado de otros. Somos los
otros”
Eric Hobsbawm (recientemente fallecido el
1ero de octubre de 2012) atestigua que "La
destrucción del pasado, o más
bien de los mecanismos sociales que vinculan
la experiencia contemporánea del
individuo con la de generaciones anteriores,
es uno de los fenómenos más
característicos y extraños
de las postrimerías del siglo XX.
En su mayor parte, los jóvenes, hombres
y mujeres (...) crecen en una suerte de
presente permanente sin relación
orgánica alguna con el pasado del
tiempo en el que viven".
Pero ¿quién o quiénes
pueden hacer que la memoria traiga al presente
a la historia inconclusa? No son, por supuesto,
los satisfechos, "los que no necesitan
interpretar de nuevo la historia porque
les va bien con la que ya tienen".
Son los insatisfechos, los que tienen necesidad
de otra historia porque con esta no se sienten
identificados y que son capaces de "interrumpir"
a la historia actualizando un pasado no
caduco. La memoria y el olvido, ambos necesarios
para la ocupación significativa del
tiempo, obran como mecanismos de la actualización
del pasado: para sobrevivir a la memoria
de los horrores de la historia, pero también
para cobrar las facturas de la insatisfacción
con lo no realizado y, aún, posible.
Es desde nuestra insatisfacción que
ofrendamos estos instantes de la historia
con el secreto anhelo de que en los corazones
lectores se produzca la magia de ligar el
pasado para significar el presente y aventurarnos
a soñar el futuro.
Viviana Demaría
y José Figueroa
[email protected]


