La Catedral del Tango
de Almagro
Un rezo de bandoneón
Como sobre gustos
no hay nada escrito, tampoco hay nada
parecido a cómo vivir el tango
en la ciudad. Es así que, lejos
de la iconografía del farolito,
el empedrado y el malevo de esquina, en
Almagro, La Catedral se levanta desde
su sede, ubicada en Sarmiento y Medrano,
como un espacio donde confluye una atmósfera
artística con un dos por cuatro
que da baile a todas y todos.
“Un espacio detenido en el tiempo”.
Así lo viven sus referentes, quienes
tanto en la semana como los fines abren
las puertas de Sarmiento 4006. Es que
la atmósfera en la que uno se adentra
una vez subidas las altas escaleras de
concreto nos devuelve a las dimensiones
de un enorme galpón a la vieja
usanza.
Tal como cuentan
los integrantes de este emprendimiento,
donde hoy funciona La Catedral, hace añares
se levantó el techo de este edificio
histórico, el cual “es parte
del patrimonio cultural artístico
y turístico del barrio de Almagro”.
“Primera utilización
como silo de granos, luego como fábrica
de lácteos, más tarde funcionó
como frigorífico, y finalmente
recuperado para la cultura argentina”,
comentan como parte de la historia de
este sitio, a la vez como reconstrucción
del barrio de antaño.
“La arquitectura
del mismo es de 1880 aproximadamente”.
La construcción es una techumbre
y piso de madera. Doce metros separan
las tablas —testigos de primera
mano de los ochos y los interminables
pasos milongueros— del techo a dos
aguas. En el medio, el arte irradia por
todos los muros de La Catedral. “Ambientación
de reciclaje. Museo del despojo”,
definen sus integrantes.
Lo cierto es que el panorama que se desprende
de la sala principal de La Catedral encanta:
parejas y parejas copando el centro del
lugar bailando al compás tanguero
mientras las mesas del fondo y la barra
reciben con los brazos abiertos a tantos
otros parroquianos. Todos ellos, bajo
el amparo de decenas de obras de arte,
cuadros, intervenciones, piezas históricas
o algún bártulo suelto que
haya quedado por ahí. Todo tiene
su ida y vuelta.
“…Quizá
el tango, en parte, dé sus razones
a esta travesura artística. Lo
marginal, dado históricamente por
su olvido cíclico, que lo azota
fortaleciéndolo —señalaron
los artistas Tiziano Fabris y Elizabeth
Menta, autores de las sillas de La Catedral
como una intervención artística
en el lugar—, lo lastimero y lo
nostálgico que es su sello irreductible
y su ser 'fragmento' identitario argentino
presente en cada uno de nosotros, aun
negándolo... todo esto está
presente acá”, es una respuesta
posible a tanta armonía.
Es cierto que
en varias oportunidades nos referimos
al tango “for export” y al
turista que viene desde no sabemos donde
a interiorizarse sobre la cultura rioplatense.
Con justa razón debemos decir que
en La Catedral se ha dado una alternativa
a los de “ajuera” para que
se adentren en los pasos criollos, pero
a la vez que estén bien cerca del
espíritu barrial que se vive en
la esquina de Sarmiento y Medrano. Debe
ser esa esencia la que llama y lo ha vuelto
un punto de encuentro más que concurrido
en este aspecto.
Si de mover los pies
hablamos, vale aclarar que de lunes a
lunes hay clases de tango. A la vez se
ha sumado el folklore. Las milongas diarias
y el baile que arranca desde las 18 hasta
pasada la madrugada es testimonio que
en la pista central de La Catedral no
se da respiro.
Y sin embargo, los pataduras
también tienen su lugar. Aparte
de la barra y los copetines de ocasión,
como hablábamos de las intervenciones
artísticas, también vale
resaltar que se hacen muestras de forma
periódica. La experimentación
y la apuesta nuevos lenguajes y formas
de interpelar a los parroquianos es una
constante. Una de las últimas exposiciones
llevada a cabo consistía en “Pisos
nómades, muestras de lo real”.
“En una suerte
de efecto santo sudario, transferimos
las marcas de lo real a un manto, tomamos
estampas de veredas y asfaltos con su
mugre asentada en las grietas, sus caminadas
formas y elementos adheridos, buscamos
en el piso indicios, marcas que hablan
por sí mismas”, comentaron
Fabris y Menta, autores de la iniciativa.
En definitiva, podemos
concluir que en La Catedral tenemos una
versión local, autóctona
y experimental donde convive el tango
con manifestaciones artísticas.
Vecinos y turistas pueden trasnochar milongueando
que algo es seguro: por fortuna, sobre
gustos no hay nada escrito.
J.M.C.