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Encuentro con el vecino y excombatiente Silvio Katz

Memorias de una guerra

El 2 de abril se conmemora un nuevo aniversario de la Guerra de las Malvinas. Para homenajear y recordar a los caídos, la revista El Abasto entrevistó a un ex combatiente y vecino del barrio, Silvio Katz.

    Las Malvinas están formadas por dos grandes islas, Gran Malvina y Soledad y por unos 200 islotes más pequeños. Las islas son una dependencia británica, reivindicadas desde siempre por la Argentina. John Davis, un navegante y explorador inglés, podría ser el primer europeo que descubrió las islas en 1592. El capitán inglés John Strong navegó por el estrecho que separa las islas en 1690 y lo llamó Falkland, apellido de un vizconde (de allí proviene el nombre inglés).     En 1764, colonos franceses de Saint Maló (de allí deriva el nombre de Malvinas o Malouines) se establecieron en Malvinas orientales y colonos ingleses hicieron lo mismos en las occidentales. En 1770, España compró la parte francesa y en 1774 expulsó a los ingleses haciendo valer el Tratado de Tordesillas. La Argentina acabó con el dominio español en 1816 y en 1820 reclamó la soberanía de las islas.
    En 1829, el gobierno porteño creó la comandancia política y militar sobre las islas designando a Luis Vernet como titular, quien hizo respetar nuestra soberanía. En 1833, Gran Bretaña retomó el control de las islas y las declaró colonia en 1892.

Previo a la Guerra
Silvio creció en un hogar no practicante; celebraban las fiestas y hacían una que otra visita a la sinagoga. Su padre escapo de la Segunda Guerra Mundial, llego a la Argentina a los 12 años. “Mi papa volvió de la guerra muy callado, y de la guerra no se podía ni hablar”, cuenta Katz. La religión en su casa era muy importante, pero cuando su padre murió, él tenía nueve años, y desde ese momento la religión fue volviéndose cada vez algo más distante.
Silvio tenia 19 años cuando su vida dio un giro, y lo que él pensó acerca de ella se derrumbó: “Era vago, un laburador al mango y un soñador a full. Creía que había un mundo mejor”.

-¿Cuál fue tu sensación cuando llego la noticia en tu casa de ir a luchar a la guerra?
-La noticia que iba a ser una guerra la tuve el primero de mayo cuando empezaron los bombardeos. Hasta esa fecha era un campamento, parecíamos boy scouts. El primero de mayo era un día que no iban a llegar los ingleses, nos mentían. Yo me entere en el campo de batalla.

-¿Que imagen antes de partir le viene a la memoria?
-Había mucha gente en el regimiento y no pude ver a mi familia, no me despedí de nadie. Hasta donde yo sé estaba mi hermano en la reja. Me arrepiento y me amarga esa situación. Es una cuenta pendiente, más cuando uno llega a cierta edad.

-¿Cómo lo llevan a Malvinas?
-Yo estaba haciendo el servicio militar en el Regimiento de Infantería Mecanizado 3, en La Tablada. Salimos el 9 de abril y llegamos el 11 a Malvinas, el 17 de abril me iban a dar de baja. Nos llevaron engañados a Malvinas. Apenas llegamos a Comodoro Rivadavia, nos embarcaron en otro avión y nos llevaron a las islas. En ese momento no hubo logística, fue todo improvisado. Estuvimos con ropa de verano y con armamento que había sido descartado de la Segunda Guerra Mundial y con militares que no sabían trabajar en una guerra. Desde el vamos era imposible que esa guerra se ganara.

En la Guerra
El 2 de abril de 1982 las fuerzas argentinas desembarcaron y ocuparon las islas durante 74 días, pero el 14 de junio los ingleses lograron la segunda usurpación tras ganar la guerra de Malvinas. “15, 20 día o un mes como mucho van a ir cambiando hasta que los ingleses se cansen, nos decían. Nunca los ingleses pensaron eso y nunca nos cambiaron por otros. Todos los días decíamos nos vamos a ir, pero nunca nos fuimos”, cuenta Katz.

- ¿Qué sentimiento tuvo al tocar tierra en Malvinas?

-Me sentía una persona con mucha surte, porque tenía la exclusividad de conocer algo que nadie conocía. Todos lo conocían por el mapa. Yo decía, mira cuando vuelva podía contar como era.

- ¿Estaban preparados para combatir?
-En un año y dos meses de servicio militar, si fuimos seis veces a tiro es mucho. Yo era francotirador porque tenía mucha puntería. Cuando fui me dieron un arma que no servía para nada. También era radio operador, y no me dieron una radio para manejarme. No tenía preparación en ese momento. Cuando llegaron los ingleses mandaron a aquellos que tenían cinco o seis años de experiencia. Nosotros que no la teníamos nos quedamos en la retaguardia juntando cosas.

-¿Tenia fe de que iba a salir de aquella situación?
- Al principio y hasta casi terminar la guerra yo animaba a mis compañeros. Yo les decía que unos nacieron para contar la historia, y otros no. Estaba convencido que la iba a contar, salvo los últimos diez días que pensé que me moría. En el último tiempo estaba resignado, quería que terminara. En junio el poco humor que me quedaba y la fuerza de mis compañeros me ayudaron, sino, no habría vuelto.

- ¿Cómo fue el regreso?
-Yo volví acá y me pusieron debajo de una alfombra, y me escondieron. Cuando uno pierde en este país es vergüenza.
Cuando llegue a la cama del hospital mi mamá no me reconoció. Estaba arruinado. Le decía “mamá, mamá”. Ella buscaba en las camas y no sabía quién era el hijo. Estaba degradado físicamente.

Post guerra
La guerra finalizó el 14 de junio de 1982, Del lado argentino se perdieron 649 vidas, y por el lado ingles 255.
“La posguerra me costó mucho. Perdí amigos y a nivel personal recibí más discriminación que en la guerra. Hubo muchos que se dieron vuelta, yo di la vida por ellos, por el país y estos me dieron la espalda”, asegura Silvio

- ¿Cómo fue luego de la guerra la relación con su familia?
-Después de la experiencia de mi viejo, me decía mi mama que no tenía que hablar, y de eso no se habla. Cuando uno me preguntaba, decían que me dejen tranquilo. No por maldad, pero por desconocimiento me hicieron meterme todo para adentro. Y eso me llevo 22 años de desgracias.

- En la actualidad, ¿cómo piensa que se encuentra la relación entre los excombatientes y la sociedad?
- Así como la juventud cambió, el pueblo también. Empezó a ver que no estábamos locos, que empezábamos hacer acciones sociales, hacer de todo. Lo que era con desconfianza empezó un poco con “abrimos y vemos”. Aun así en la provincia es mucho mejor que en capital, acá somos bichos raros.

- ¿Cómo es su relación con los otros veteranos?
- Tengo una deuda con ellos, porque no luché. Pero hace 9 o 10 años me puse la mochila de ex combatiente de nuevo y luche por los derechos.

- ¿Que piensa que todavía la sociedad les debe?
- Nos falta un abrazo a los veteranos de Malvinas, el último abrazo. Que la sociedad nos incluya, en muchos casos nos sentimos excluidos. La democracia nos tapó. Recién en estos últimos años uno está pudiendo hablar.
En la actualidad, Silvio trabaja en la cocina de un colegio y vive en el barrio de Boedo con su mujer y sus dos hijos, de 8 y de 11 años. “Tuve que hacer terapia, cuando nacieron mis hijos afianzamos con mi pareja”, afirma y agrega Katz: “Somos los desaparecidos con vida, porque nos hicieron desaparecer como los 30 mil. Pero volvimos”.

Federico Aizen
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Revista El Abasto, n° 154, abril 2013.


 

 

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