Alta posicionamiento en buscadores y directorios Abasto

            

Agregar a Favoritos | Buscar | Preguntas | Mapa del sitio | Contactar |

INICIO GUIABASTO HEMEROTECA CARTELERA LINKS CONTACTO BUSCAR

 


   


 

Hace frío
y estoy lejos de casa
Hace tiempo
que estoy sentado
sobre esta piedra
Yo me pregunto
Para que sirven las guerras…

“Mil Horas”
Andrés Calamaro


DEJA VU
Una paradoja sui géneris se produjo en 1974, cuando un dúo de rock formado por ex alumnos del Instituto Social Militar "Dr. Dámaso Centeno” de Caballito, editaron el álbum “Pequeñas anécdotas sobre las instituciones”. Allí, una canción mordaz llamada “Botas Locas” declaraba en sus versos “si ellos son la patria, yo soy extranjero”. Ocho años más tarde, el rugido del filósofo y psicoanalista Rozitchner impugnaba la “gesta” a través de una carta que tituló “Las Malvinas, de la guerra sucia a la guerra limpia”. En su reflexión sobre el olvido social, descerrajó una verdad: “No habrá un destino diferente en la Argentina a no ser que también la mayoría de la población, comprometida en la aventura de las Malvinas, asuma la responsabilidad social de haberse convertido en cómplice de una guerra ofensiva conducida por unas fuerzas armadas compuesta de asesinos, ladrones y violadores, y haber quedado marcada, prolongando el genocidio militar, por el sacrificio de sus propios hijos”. Al mismo tiempo Néstor Perlongher, sacudía su pluma contra la orgía nacionalista desde la revista feminista “Persona” donde arrojó ácido sobre la “castidad” de la cuestión Malvinas señalando que “Resulta por lo menos irónico comprobar cómo la ocupación militar de las Malvinas… ha permitido a una dictadura fascistizante y sanguinaria como la de Argentina, agregar a sus méritos los raídos galones del antiimperialismo”. Fiel a su estilo, llamó a su ensayo “Todo el poder a Lady Di”.
    En abril de 1982 – según Gallup – casi el 90 por ciento de la Opinión Pública argentina estuvo a favor de la guerra de Malvinas. Esa opinión es la que el 10 de abril plesbicita las acciones de la Junta Militar en Plaza de Mayo donde más de 100 mil personas ratificaron a Galtieri cuando éste dijo “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Días atrás, el 2 de abril, desde el mítico balcón de la Casa Rosada Galtieri expresa que “Los tres Comandantes en Jefe, y el que les habla, no hemos hecho otra cosa que interpretar el sentimiento del pueblo argentino”. La Plaza interpela a Galtieri con otra consigna bélica reciente y ¿pendiente?: “Tero, tero, tero… hoy le toca a los ingleses y mañana a los chilenos”. Galtieri contesta: “Hoy 2 de abril recién hemos comenzado con la actitud de recuperar las Malvinas y toda su zona de influencia” y la Plaza replica “los vamos a reventar”. Como dice Charly… “el pueblo”…-ese pueblo de 1982-, “pide sangre”… como en 1978.
    A las 22 hs. del día 22 de diciembre de 1978, más de 250.000 efectivos de todas las fuerzas estaban listos para INVADIR Chile. El Estado Mayor había calculado que el primer día de la guerra, Argentina tendría 16.000 bajas y – si todo salía bien – sólo unas 30.000. El General Menéndez aseguró que para Año Nuevo brindaría con champagne en la Casa de la Moneda y después se limpiaría las bolas en las aguas del Pacífico. La operación militar conjunta se llamó Operativo Soberanía.



    Una diferencia: la Operación Rosario en Malvinas fue llevada adelante en secreto, mientras que el ataque a Chile se realizó en forma por demás ostentosa y en medio de una algarabía y un triunfalismo bizarro. Las tropas en 1978 recibían una despedida como si se tratara de la selección de fútbol que va en pos de la conquista de “otro” trofeo. Cada tren que partía al sur repleto de conscriptos de apenas 20 años, brincando con bombos -cual barrabravas- y gritando con frívolidad “¡El que no salta es un chileno!” (al tiempo que cientos de mujeres los despedían con besos y flores), eran imágenes que no permitían la representación de la guerra. Eran otras las islas, pero -como en 1982-, fue el mismo extravío chauvinista, el mismo pueblo y la misma dictadura. La memoria, ha decidido olvidar aquellos días en que la navidad sería celebrada en las trincheras.

¿Qué es la Patria?
En aquella simple canción (que fue censurada, obvio) dos adolescentes a través de unos versos inauditos y desquiciados -pero de una lucidez implacable-, cuestionan la esencialidad del discurso patriótico-militar. Ese discurso postula que las fuerzas armadas guardan una condición de esencialidad respecto a la patria.     Allí, ellos (los militares), se han erigido como la última reserva moral de la patria; como los custodios de los valores y la seguridad de la Nación. Un discurso que posiciona al Ejército como el realizador material del destino de grandeza reservada a la Argentina; ubicándolos como los que encarnan y definen los fundamentos de la argentinidad y constituyen la única institución capaz de salvar a la patria de sus enemigos internos y externos. Alimenta una imagen donde las fuerzas armadas son sanas, inmaculadas, incorruptibles, incapaces de hacer algo contrario al interés nacional. Es por todo esto que en su estructura no existe nadie que pueda juzgarlos por sus acciones, excepto ellos mismos. La patria son ellos.
   Aquellos jóvenes Charly García y Nito Mestre –al escribir en esa melodía que trascenderá el tiempo y quedará en la historia de la música– “si ellos son la patria, yo soy extranjero”, impugnan con poesía la matriz discursiva del discurso patriótico-militar. Sui Géneris viene a decir que hay otra Patria que no está en el cuartel. Lamentablemente el campo intelectual nacional y popular fue impotente para destrabar lo que dos muchachos lograron con una canción.

Mambrú se fue a la guerra
Néstor Perlongher, uno de los referentes más lúcidos del Frente de Liberación Homosexual –conocido como el maldito- gritó algunas verdades apenas Galtieri lanzó su grito de guerra para recuperar las Malvinas. “En el plano de la retórica política, no deja de ser revelador como los opositores multipartidarios –que arrastran también a comunistas, montoneros y trotskistas (en particular el PST - Partido Socialista de los Trabajadores)– se han prestado a la puesta en escena de esta pantomima fatal, llamando no a desertar, sino a llevar aún más lejos una guerra que caracterizan de antiimperialista; la URSS, que detenta hoy el 40% del comercio exterior argentino puede explicar el alborozo de la izquierda –especialmente del PC–, que hace años pregona un gobierno de coalición cívico-militar. La ultraburocratizada y semiclandestina CGT ha donado un día de salario, ya esmirriado, para las tropas. Y hasta la masacrada izquierda, delirante de euforia patriótica, tiene que apoyar esas medidas y otras más radicales. Así, presuntas vanguardias del pueblo revelan su verdadera criminalidad de servidores del Estado. En medio de tanta insensatez, la salida más elegante es el humor: si Borges recomendó ceder las islas a Bolivia y dotarla así de una salida al mar, podría también proclamarse: todo el poder a Lady Di o El Vaticano a las Malvinas para que la ridiculez del poder que un coro de suicidas legitima, quede al descubierto”.
   Este testimonio lúcido y comprometido, quedó consagrado a la clausura, sin más memoria. Igual que pasó con los soldados que volvieron del frente.

Y entonces, la soberanía ¿dónde está?
Ante la pregunta por la soberanía, el texto de León Rozitchner, arroja luz acerca de una de las representaciones más manipuladas por el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional: “La Soberanía, con la Revolución francesa, descendió del monarca y la conquistó el pueblo como propia. Pero para los argentinos, de pronto, esa soberanía posible del cual el pueblo fue despojado por el golpe militar, se convirtió en una roca. Y la roca elevada a valor absoluto: la Soberanía cayó sobre unas islas, las Malvinas, puesta en ese soporte material mínimo para que le sirviera de base. Soberanía milica: la empresa heroica consistía en reconquistarlas. Los argentinos rememoraron viejas glorias perdidas: las invasiones inglesas y el aceite hirviendo, las damas mendocinas tejiendo las banderas. La pasión patrioteril le hizo olvidar a la gente que la soberanía verdadera reside en el cuerpo colectivo de los hombres. Fue una trampa propuesta por los militares para ocultar lo más próximo a cada uno y disolverlo, separando al sentimiento de solidaridad de sus raíces. Los argentinos se anotaron como locos. Y el efecto que el terror buscaba, destruir las determinaciones de la vida social concreta, los unificó a los argentinos en la muerte. Porque fue la amenaza diseminada del terror, ejercida como modelo sobre los asesinados, la que borró las diferencias para hacerles sentir que, igual que el poder militar, estaban todos salvados si acataban su voluntad y sus dictados: si se convertían en cómplices y actores de sus propuestas. Porque se había encontrado ahora una buena razón para reconciliarse con los asesinos y que les permitiera reconocerlos como los defensores de la patria –en el momento mismo en que, para hacerlo, había que pagar la cuota de muerte que volcaban los bravos ciudadanos en los otros: aun en los propios hijos.”

Para pensarnos hoy
Malvinas es el nombre de una guerra macerada en la muerte del cuerpo social previa al acontecimiento del 2 de abril, cincelada por el terror y prolongada como carne asesina por buena parte del Ejército argentino. Ejército que impostó el liderazgo épico de un pueblo por el reclamo de sus derechos territoriales y que no fue más que una mísera apariencia teñida de sangre. Rozitchner y Perlongher no olvidan la última mirada de los moribundos ni el torrente de muerte que anestesió los sentidos argentinos. Cuestionan de distintos modos cualquier alianza con la tortura y el asesinato que -por vías de una estrategia política programada por el Ejército argentino en manos de la Junta Militar- intentara “limpiar” su obrar. Aquellos que violaron, dislocaron y desgarraron los cuerpos por la presencia real de la muerte no pueden investirse en recuperadores de un territorio y del orgullo nacional en nombre del pueblo y para el pueblo.
   Al mismo tiempo, el pueblo argentino viene atravesado por la terrible incongruencia. Ese pueblo argentino que tiene en la memoria colectiva un agujero respecto del conflicto del Beagle (a cualquiera que se le pregunte sobre 1978, recordará el campeonato mundial de fútbol y a cualquiera que se le pregunte sobre Beagle, sólo la consulta popular de 1984 donde ganó el sí). El hueco está constituido por algo que en definitiva no sucedió pero donde sí existieron acontecimientos preparatorios para su realización. Los miles de ataúdes que vieron los soldados movilizados en 1978, las rutas atestadas por tanques y camiones del ejército, etc. no son recordados. Como dice Borges: “la memoria elige lo que olvida”. A diferencia de Argentina, Chile reconoce cómo “veteranos del Beagle” a sus casi 80.000 conscriptos. En nuestro país estos antiguos veteranos irrumpen tardíamente entre las filas de quiénes estuvieron en Malvinas.
   El mismo pueblo que tropieza dos veces con la misma piedra al no poder mirar a los conscriptos combatientes de Malvinas a los ojos a su regreso al continente ya que su presencia devolvió sin filtro la ausencia de gloria de aquella reivindicación legítima llevada adelante por manos bañada en sangre hermana. Malvinas, a 31 años de aquella experiencia traumática, es el lugar desde donde podemos pensarnos como sociedad. Cuesta, pero vale la pena.



El dibujo escolar de la Argentina contuvo – sobre todo a partir de la reforma de los programas de enseñanza en 1941 – al pie de la página dos islas rugosas y un pequeño triángulo que enmarcaba a la Antártida diciendo con su presencia que ellas también formaban parte de los contornos de la Patria. Si bien el tema Malvinas fue instalado en la sociedad argentina hacia fines del Siglo XIX mediante diversas estrategias de construcción de memoria colectiva como los mapas, las estampillas, los manuales, los organismos, fue a partir de 1930 que se profundizó su tratamiento y la escuela se estableció como el vehículo privilegiado para su transmisión ya que la relación entre la escuela pública y las causas nacionales siempre fue íntima y de larga data.


   La escuela tuvo desde sus orígenes el destino de ser el dispositivo “argentinizador” por excelencia instalado para formar el sentimiento de pertenencia nacional. Su meta consistió en unificar un territorio habitado por pueblos originarios, criollos y una gran masa de inmigrantes.
   Un símbolo indiscutido en esta dirección fue la ceremonia del izamiento de la bandera. “El hecho de que la bandera presida, sea centro de la jornada escolar, marca a la escuela como institución del Estado nacional; donde hay bandera hay Estado”. La huella impresa mediante los actos escolares tradicionales –grabando durante décadas en la subjetividad infantil las significaciones y símbolos que alimentaron la formación del ciudadano como súbdito de la patria– exaltaron aspectos de la historia y apelaron a su fuerza disciplinadora.
   La ciudadanía argentina –construcción de sentido en constante dinamismo, renovándose a medida que se amplían las conquistas de derechos– se cimienta en una base subjetiva amasada en la escuela. Es allí donde se cifra el sentido de la patria enlazando el sentido de las acciones presentes a heroicos metarrelatos. Así fueron socializadas generaciones de argentinitos, construyendo representaciones que hicieron posibles un lazo de profunda implicación por medio de las cartas entre aquellos niños escolarizados y los ciudadanos de uniforme que se encontraban en Malvinas.


   Es en la escuela y desde ella donde los argentinos aprendemos a reconocer y amar lo propio, a conmovernos o indignarnos a través de las historias de mujeres y hombres que invitan a identificarnos, a discernir los derechos que nos asisten en cada tiempo histórico. La escuela es el vehículo privilegiado de la Memoria porque en ella circulan palabras que soportan los sentidos consensuados de la cultura. Como humanos salimos del espacio familiar para ingresar a la escuela que –al decir de Doltó– para el niño es la sociedad. Y agregamos, no es una sociedad en abstracto. Es esa sociedad donde circulan las significaciones imaginarias sociales que constituirán su condición de ciudadano de la nación.


   Por esto es imperioso desmontar el discurso falaz que circuló durante una parte importante de la historia –y que en algunos sectores aún perdura– que afirma que la condición de ciudadano argentino se adquiere en los cuarteles. Nada más falso. Fue precisamente en los cuarteles del siglo XX donde se traicionó a la patria cada vez que se impugnó el principio sanmartiniano: “Jamás desenvainaré mi espada en luchas entre hermanos”.


   En la carta de Sandra es visible que es en virtud de la operación que la institución escolar realiza sobre los sujetos que podemos reconocer un sentido que nos interpela y nos convoca cuando escuchamos hablar en términos de Patria Grande o de hermanos latinoamericanos. Esa niña, recorrida por el discurso escolar, reconoce que es el paraguas de la historia el que los liga a través del tiempo y el espacio, el que habilita la hermandad.
Muchas cartas contenían dibujos, huellas de manos, corazones y símbolos en sintonía con la intención de transmitir abrigo y aliento. En definitiva, rescatando estas significaciones compartidas, entendemos que la multiplicidad de cartas enviadas por los niños de las escuelas a los civiles bajo bandera en Malvinas arraigaran en quienes las recibieron nutriendo su impulso vital y sujetándolos a un sentido cuyo alcance les permitió transitar la encrucijada en la que se encontraban atrapados.
   Por otra parte, en Enrique Brunt –integrante por entonces del Regimiento 25 de Infantería que llegó a Puerto Argentino como soldado conscripto el 10 de abril de 1982– las cartas reverberaron en el silencio de su mente y su corazón desde su regreso hasta 30 años después. En aquel momento, acompañó cada bocado con palabras y dibujos de niños y esos alimentos sostuvieron su vida tanto material como simbólica. Hasta las cartas quemadas, las que fueron transformadas en calor para soportar el frío, esas también salvaron vidas. Y aun hoy siguen teniendo fuerza vital, ya que salir a buscar a sus remitentes, implica un movimiento subjetivo reparador. Es un paso más hacia el regreso a casa invitando al conjunto a revisar el comportamiento social frente al dolor por los caídos y la derrota en la guerra, a la revisión crítica del pasado reciente, a construir las preguntas por el sentido de Malvinas y a partir de allí arrojarnos a la tarea de imaginar el país que queremos para nosotros y las generaciones futuras.


Es el 30 de marzo de 1982 en la Provincia de Mendoza. José Benedicto Ortiz era Secretario General de la Asociación Obrero Minera Argentina (AOMA). Con sus 53 años, enfrentaba a la Dictadura con la primera huelga y movilización nacional que la CGT Brasil –con Ubaldini a la cabeza- había convocado bajo el lema “Pan, Paz y Trabajo”. Una columna de unas 800 personas ocupa la cuadra de la calle Mitre hasta Pedro Molina. El Canal 9 capta en vivo las primeras imágenes de la concentración obrera que aguarda en ese lugar a la columna principal. También, muestra el gran operativo policial-militar que ha blindado todo el perímetro parquizado de los alrededores de la Casa de Gobierno.
   Cuando el reloj marcó las 17.45, un camión de Gendarmería Nacional aparece por la calle Pedro Molina a contramano. Sobre él, unos 20 uniformados disparan sus fusiles FAL hacia el cielo. El periodista Edgardo Palet cándidamente afirma al aire que las fuerzas de seguridad están disparando salvas, pero todos ven cómo la copa frondosa de los altos plátanos son taladas por la metralla y sus ramas caen al paso del carruaje mortífero. El grueso de los obreros hace flamear las banderas argentinas y comienzan a entonar las estrofas del Himno Nacional, otros huyen. Los gendarmes ahora apuntan hacia abajo y las balas de FAL acribillan el pavimento de calle Mitre. Ya no buscan amedrentar. Uno de ellos apunta al hombre que enarbola una bandera de la Patria. Es José Benedicto Ortiz quien queda tendido en el piso boca arriba. Su herida es captada con nitidez por las cámaras del Canal 9 cuya transmisión se corta súbitamente. Junto a él, caen cinco personas más, alcanzadas por esa munición de guerra: Raúl Aldo González, Bruno Antinori, Juan Enzo Ortiz, Ricardo Jorge García y Héctor Mairán.
   El Comando de la VIII Brigada de Montaña monta un operativo de copamiento de todos los centros médicos con la complicidad de la Justicia Federal. José Benedicto Ortiz llega en una ambulancia al Hospital Central. Un Comité Médico -convocado ad-hoc por las fuerzas represivas- lo atiende mientras se encuentra incomunicado y bajo custodia militar. Su agonía termina el 3 de abril. El informe médico dice “muerte por neumonía”. No sólo eso, el entonces fiscal Carlos Ernesto Fuego dictaminó que “el fallecimiento de José Benedicto Ortiz se debió a un acto propio, solamente a él imputable y no cabe responsabilidad alguna del Estado Nacional, toda vez que el hecho que causa la muerte es culpa exclusiva de la víctima”… y más: el juez federal Gerardo Walter Rodríguez, ordenó la confiscación de las imágenes de Canal 9, pero le encargó al mismo Ejército que retirara las cintas que servirían de prueba clave, las que obviamente “desaparecerán”.
   Su hijo Raúl Ortiz, al querer iniciar el juicio por la muerte de su padre fue al Comando del Ejército a buscar un certificado. “Eran los últimos días de la dictadura y fui al comando a pedirlo. Me encerraron y me tuvieron una semana preso en la VII Brigada. En esos días me trasladaron a Campo Los Andes. Y cada milico que entraba a la celda me decía: “Me imagino que te despediste de tu familia porque no volvés más”. Cuando me largaron, reanudaron las amenazas. 'No se te ocurra venir otra vez, hoy te salvás, pero la próxima sos boleta”.
El sol incaico del pabellón de Belgrano, no iluminará su muerte. El manto de neblina que rodea la guerra que ha comenzado un día antes, lo impedirá. Recién a 30 años de su fusilamiento, la Legislatura de la Provincia de Mendoza le realizó un homenaje póstumo.

Es el 29 de marzo de 1982 en la Provincia de Buenos Aires. Desde la base naval Puerto Belgrano zarpa hacia la isla Georgia del Sur la corbeta ARA Guerrico. A bordo, va el conscripto clase 1962, Mario Almonacid Vargas, de la Brigada de Infantería de Marina Nº1. Se ha embarcado junto a 40 camaradas y deben tomar el Puerto Grytviken. Una tormenta los obliga a navegar entre olas de 10 metros.    Navegan durante dos días sin comer ni dormir. El buque entra a la bahía Cumberland recién al anochecer del 2 de abril, por lo que la operación debe esperar el amanecer. En la madrugada del día 3 de abril, el buque se dirige a Puerto Leith, donde todo el personal y materiales es trasbordado al transporte polar ARA Bahía Paraíso. Desde éste, partirían los infantes a bordo del helicóptero Puma del ejército, mientras realiza misión de observación el helicóptero naval Alouette. El ARA Guerrico los cubriría con fuego naval.
   Mario había nacido en Comodoro Rivadavia. Su padre Humberto Almonacid y su madre María Vargas se establecieron en el país en 1953. Vinieron desde Puerto Montt - ese lugar al que tanto le cantaron Los Iracundos- buscando nuevos horizontes. Humberto y María se nacionalizaron argentinos. En el humilde hogar del Barrio Ceferino Namuncurá la vida nunca fue fácil. Cuando Argentina y Chile estuvieron al borde de la guerra por el Canal de Beagle, Humberto se encontraba trabajando en Agua y Energía. Gendarmería organizó campos de concentración en los que se confinaba a los chilenos desde las 7 de la mañana hasta aproximadamente las 10 de la noche, hora en que se los devolvía a su domicilio, o las temidas razzias para extraditar masivamente a los indocumentados, que eran subidos a camiones y trasladados inmediatamente, hacia la frontera sin que pudiera mediar una comunicación con sus familias.
  En 1978, antes de las operaciones militares, la Dictadura lo echó por considerarlo sospechoso de espionaje, es decir, enemigo. Desde entonces, hizo changas como electricista. Con esfuerzo, Mario se recibió de Técnico Electromecánico y en octubre de 1981 ingresó a la infantería de Marina a cumplir el servicio militar obligatorio que le demandaba su país, la Argentina. Allí, juró defender la Patria hasta perder la vida.
   El ataque se efectuaría en tres oleadas. Los infantes serían desembarcados por un Puma del Ejercito Argentino, mientras un Alouette de la marina realizaría misión de apoyo y reconocimiento. A las 11:10 se intima -en inglés- la rendición de Grytviken, recibiéndose como respuesta que "el único personal que hay en la base es un civil del Grupo de Investigación Antártica", lo cual no es cierto, ya que se sabe que hay 22 Royal Marines. Estos toman posición de combate a las 11:36 en Shackleton House. A las 11:40 horas se produce el helidesembarco argentino entre el muelle y la estación de radio en King Edward Point. Seguidamente los elementos de infantería de marina inspeccionan edificios próximos y cuando se inicia el avance en dirección de Shackleton House reciben fuego de armas automáticas por lo que piden al "Bahía Paraíso" que cambie el orden del 2do por el 3er vuelo a fin de poner en tierra al grupo que lleva un mortero 60 mm. El cambio no pudo ser cumplido dado que la 2da ola ya había despegado a las 11:47. En ese grupo, va hacia su gloria Mario Almonacid Vargas.
   A las 11:50, el helicóptero Puma va dejando una estela de humo por el cielo de Grytviken. Su piloto evita un desastre mayor. Cae de costado con sus 15 ocupantes. Los Royal Marines se ensañan contra el Puma abatido. El artillero del Alouette, se baja con la MAG de 12 kilos y dispara contra ellos desde la cintura.    El ARA Guerrico penetra a la dársena para atraer la atención del fuego del enemigo hacia el buque. Todo se sacrifica para proteger a los infantes del helicóptero derribado.
   Mario Almonacid Vargas ha caído en combate por su patria el 3 de abril. Su sangre limpia el honor de su padre que esa dictadura infamó cuatro años antes de este día. Varias escuelas y calles llevan su nombre con orgullo.

Viviana Demaría y José Figueroa
[email protected]



Referencias Fotográficas
Portada: Imagen del Cementerio Argentino de Puerto Darwin, Islas Malvinas. Terroba, T.
En la página 24: Fotografía de un tren con soldados argentinos partiendo al sur, durante el Conflicto del Beagle en 1978. http://wordpress.com
Las otras fotografías de soldados en Malvinas corresponden al libro de Guembe M.L.y Lorenz F. “Cruces: Idas y Vueltas de Malvinas”. Ed. Edhasa, Bs. As., 2007.

Referencias Bibliográficas
Perlongher, N. “Todo el poder a Lady Di. Militarismo y colonialismo en la cuestión de las Malvinas”. Revista Feminista Persona Nº 12, Bs. As., 1982.
Rozitchner, L. “Recordando”. Revista Lote Nº 11, Bs. As. 1998.
Amuchástegui, M. “Escolaridad y rituales” en Carli, S. “De la familia a la escuela. Infancia, socialización y sibjetividad”. Ed. Santillana, Bs. As., 1990.
Fanlo, L. “Emergencia de la matriz militar-discursiva argentina: el discurso de Leopoldo Lugones”. Avance de investigación sobre la Arqueología del discurso militar argentino proyecto en curso que se desarrolla bajo la dirección de Luis Fanlo acreditado por el Programa de Reconocimiento de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), período 2006-2007.
Alfonso, C. “La Corbeta Ara Guerrico y El Conflicto Austral Grytviken -Georgias Del Sur-, El “Ataque Frustado” y El Control Del Mar”. Boletín del centro Naval Nº 832, Bs. As. Enero/Abril 2012.
Sileone, A. “Malvinas como política de Enseñanza” en Observatorio Parlamentario Cuestión Malvinas, Honorable Cámara de Diputados de la Nación “La cuestión Malvinas en el marco del Bicentenario”. Biblioteca del Congreso de la Nación, Bs. As., 2010.
Comisión Provincial por la memoria. “Malvinas a 30 años de la guerra”. La Plata, 2012.
Revista Puentes N° 20. “Guerra de Malvinas, verdad, justicia y soberanía”. Comisión Provincial por la memoria. La Plata, marzo de 2007.
González Bazán, E. “30 de marzo de 1982, una gesta olvidada”. Latitud Ed. Bs. As. 2012.
Comisión Provincial por la memoria. “Pan, Paz, Trabajo y Libertad. Las formas de la resistencia obrera durante la última dictadura 1976 – 1983”. La Plata, 2012.
Parker, C. “Una historia malvinense de reverberaciones borgeanas: Mario Almonacid Vargas”. The Clinic Online. Chile, 2012.
Maldonado Zandalazini, M. V. “¿Guerra o excusa? La situación de los chilenos residentes en la norpatagonia argentina durante el conflicto del Beagle”. Neuquén, 2007. Convocatoria: A 30 años del Golpe de 1976. “Entre el pasado y el futuro. Los jóvenes y la transmisión de la experiencia argentina reciente”. Ministerio De Educación, Ciencia y Tecnología, Secretaría de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.
Díaz, G., “Una guerra que no fue. Los editoriales de La Prensa sobre el conflicto limítrofe con Chile (1977-1979)”, 3º Congreso de Comunicadores, Foro IV: La Radio, La Televisión y Los Medios Gráficos en el Siglo XXI. Bs. As. 2002.
Agencia Paco Urondo. “Mendoza: homenaje a 30 años de la muerte del gremialista José Benedicto Ortiz”. Abril 2012. http://lapacourondo.com.ar
Passarelli, B. “El Delirio Armado. Argentina-Chile”. Ed. Sudamericana, Bs. As.1998.


My Great Web page

Revista El Abasto, n° 154, abril 2013.


 

 

Webstats4U - Web site estadísticas gratuito El contador para sitios web particulares
Contador gratuito

 

Copyright www.revistaelabasto.com.ar - Mientras mencione la fuente permitimos su reproducción.