Encuentro a tres voces
con jóvenes de la tercera edad:
Manuel Romero, Carlos Puente,
y Manuel Oscar Rodríguez
Los chicos siempre serán
chicos
La vejez es una etapa,
que como las anteriores, tienen sus ventajas
y desventajas. El mundo occidental ha
representado a los ancianos, como personas
improductivas, y aburridas por sus reiteradas
historias. Pero por lo contario -como
son considerados en otras partes del mundo-
ellos son nuestras raíces; personas
con una vasta experiencia y conocimiento,
son importantes libros vivientes que nos
enseñan diferentes aspectos de
la vida para que el resto de la sociedad,
trate al menos, de cometer los menores
errores posibles.

Foto: Manuel Romero, Carlos
Puente, y Manuel Oscar Rodriguez.
Manuel Romero (77 años), Carlos
Puente (77 años) y Manuel Oscar
Rodríguez (79), son amigos desde
la infancia, y compartieron muchas experiencias
juntos. “Éramos una barra
que parábamos en la esquina, de
Sánchez de Bustamante y Cangallo.
Éramos entre 25 y 30, todos hombres.
No había internet, el entretenimiento
era la esquina”, comenta Puentes.
“Teníamos
18 años cuando se empezó
hacerse la cena anual”, resalta
Romero. Este evento lo continúan
realizando, todos los 30 de abril, hasta
el día de hoy. “Lo hacíamos
en diferentes lugares pero siempre dentro
del Abasto, en la vieja cantina de Don
Carlos, en Chanta Cuatro, en el Morocho
del Abasto”, explica Romero, y agrega:
“Los que quedamos nos seguimos reuniendo,
ahora dura menos porque estamos más
grandes”.
Recuerdos del
barrio
Los muchachos jugaron al fútbol
en la cortada de la calle Sánchez
de Bustamante, entre Perón y Díaz
Vélez, los sábados a la
tarde y los domingos por la mañana.
“Los desafíos era contra
el equipo de la barra de la Plaza Almagro”,
detalla Romero. “Las cuatro esquinas
explotaban, el vigilante de la esquina,
un tal Soto, venía y nos preguntaba
que van hacer, se iba una hora y nos dejaba
jugar. Cuando aparecía
él, se paraba el partido. El policía
era un personaje del barrio, no como ahora”,
recuerda Carlos. El empedrado era la superficie
donde se disputaba el juego: “Jugábamos
con una pelota de goma que comprábamos
en la tienda de León, en Sarmiento
y Bustamante”, detalla Romero.
-Pero en aquella
época ¿No estaba prohibido
jugar en la calle?
Rodríguez: “Sí, estaba
prohibido jugar en la calle. Sí
te llevaban a la comisaría no pasaba
nada, pero te tenía que ir a buscar
tu viejo. Solo pensar que tu viejo tenía
que dejar de laburar para irte a buscar,
era como sí te pasarán seis
tanques por encima” (risas de Romero
y Puente).
Pero a diferencia de los
partidos de fútbol que jugaron
en la calle, en el año 1948 y 1949,
se realizó el campeonato Evita.
“El dato más importante,
es que por primera vez, hubo revisación
médica para los chicos. Un micro
acondicionado se paraba en la calle Bustamante.
La revisación médica consistía
en sacarte una radiografía, ver
si tenías un problema pulmonar.
Pero antes nunca se había hecho
una cosa así”, comenta Rodríguez.
-¿Concurrían
algún club en el barrio?
-El club fue una asignatura pendiente
que tuvo la barra de Sánchez de
Bustamante, entre Perón y Díaz
Vélez. Para carnaval, justo en
esa cuadra, salía la comparsa “Los
Juveniles”, una de las cabezas de
las comparsa era el Cholo Hernández,
compositor de tango, creador de, por ejemplo,
“Amor de marinero”.

Foto: Junio de 1953, los galpones
de Cangallo (hoy Perón) y Gallo
(canchas de Salguero Fútbol).
El tiempo transcurre,
la sociedad sufre cambios y muta. Pero
aquellos años donde el tranvía
circuló por la ciudad de Buenos
Aires, la calle fue un lugar de encuentro
y de entreteni-miento, el respeto por
la otra persona fue fundamental al igual
que la educación. “En esa
época había miedo, había
respecto”, sintetiza Rodríguez.
“En un partido de desafío,
pasaba una persona mayor con una chica,
y se paraba el partido. Una de los problemas
que se vive hoy es la falta de respecto”
comenta Romero. Deduzco, por lo que cuentan,
que la disciplina y los castigos, como
formas de educar, pudieron haber dado
buenos resultados en aquella época.
“Hoy los hijos le dicen boludo a
los padres, antes ni se te ocurría
pensar en eso”, afirma Rodríguez
y cuenta: “Yo aprendí a fumar
en los galpones (foto), sí te veía
fumando un tipo grande te casaba del cuello
y te llevaba a lo de tus viejos, que ahí
se armaba”.

Foto: S. de Bustamante 234,
año 1946, Lechería de Rodríguez
(del padre de uno de los entrevistados).
Romero, Puente y Rodríguez,
son unos de los tantos personajes de las
historias que transcurrieron en el barrio.
Como todo personaje sufre cambio, pasa
por diferentes experiencias y situaciones;
pero lo más lindo es que nuestro
barrio, el Abasto, es uno de los tantos
escenarios de esas historias por contar.
Bienvenidas.
F.A.