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…Tener agallas, como
vos tuviste,
fanática, leal, desenfrenada
en el candor de la beneficencia
pero la única que se dio el lujo
de coronarse por los sumergidos.
Agallas para hacer de nuevo el mundo.
Tener agallas para gritar basta
aunque nos amordacen con cañones.
María
Elena Walsh
La primera imagen que vieron
sus ojazos fue el rostro arrugado por los
fríos de todos los mayos que habían
quedado escritos en el rostro de la comadre
mapuche Juana Rawson de Guayquil. Elegimos
creer que fue un siete de mayo. Había
nacido Evita. Ese día y cada uno de
los días que le siguieron fue siendo
Evita, hasta el presente, aunque ella lo supiera
mucho más tarde. Porque cada acontecimiento
de su vida –insignificante o gigantesco–
la conduciría hacia la construcción
de la mujer que cambiaría la vida de
los argentino para siempre.
En la serie “Germán, últimas
viñetas”, Oesterheld en diálogo
con su personaje Ernie Pike le pregunta: ¿Pike,
usted cree en el azar o en el destino? Pike
sonríe y responde ¿Y a Ud. quién
le escribe las letras Germán? Los interrogantes
acerca de las intervenciones del destino y
el azar rondan la existencia de Eva convirtiendo
su vida en un territorio de narrativas enlazadas.
“... (disposición y azar) determinan
el destino de un ser humano” dice Freud
y este escrito se trata de eso precisamente:
descubrir que aquel 7 de mayo de 1919, no
sólo nació una niña en
una humilde familia de Los Toldos, con cuatro
hermanos, una madre sin marido y un padre
patrón de estancia. En ese instante
y junto con ella nacía Eva Perón,
la figura que habilitó y materializó
el ingreso a la política de las mujeres
argentinas y que dejó una obra material
y simbólica que cambió para
siempre la historia.
La mujer que se inventa a sí misma
Nacer es ineludible. Nacer
desde el cuerpo y desde la subjetividad. Ese
cuerpo que nace por la inevitable compulsión
de la biología, le imprime un lugar
en el espacio, le asigna una familia, la encuadra
en un tiempo histórico, le otorga un
género y una clase social. La vida
se convierte entonces en saber qué
hacer con eso. Descubrir a medida que va creciendo
que ese fragmento de la historia del país
no solamente no la ampara sino que la interroga
permanentemente en su condición, hace
que se inscriba en su subjetividad el impulso
por la lucha de sus derechos. Los busca por
todos los medios. Tanto los busca que sabiéndose
sin linaje, hace de esa falta su bandera y
motor para hacerse visible y por medio de
esa visibilidad, acceder al reconocimiento
que – de donde ella venía –
era lo más parecido a la existencia
civil. Además y por si fuera poco,
se llama Eva. Eva, la primera mujer. Eva,
el instrumento para la tentación de
Adán. Eva, la curiosa que arrastró
al pecado a la criatura divina. Eva, la madre
de la humanidad.
En el camino del vivir,
guardará imágenes que la aferran
al no olvido. Dice José Pablo Feinmann
“El bastardo, al no provenir de un padre
o una madre, como la sociedad burguesa ha
establecido, no tiene Ser. No Es. El bastardo
no tiene nada detrás. Pero habrá
de luchar por Darse el Ser. “Ni durante
un instante se imagina que está condenado
a la pobreza y la bastardía”
(Sartre). El bastardo, para superar su bastardía,
debe actuar. Actuando se elegirá a
sí mismo. Decidirá lo que habrá
de ser. Irá en busca de su Ser. Se
hará Ser. Será lo que haga de
sí.” Y en Eva esa lucha por el
Ser se teje ante la vista de todos, encarnada
en las obras que llevó adelante durante
su existencia. En ellas y desde ellas escribió
para siempre la condición del recuerdo
de su origen: “Yo no me dejé
arrancar el alma que traje de la calle”
(Mi Mensaje).
Sólo de ese modo
puede entenderse la espontaneidad con que
nombra a los sufrientes, los desposeídos,
con esa empatía y comprensión
que fluye entre aquellos que se saben compartiendo
la misma condición. “Descamisados”,
“grasitas”, se escuchan en su
voz como palabras familiares, cercanas, carentes
de lástima. Sólo de ese modo
puede entenderse que su obra haya despertado
la ira en sus enemigos y sin embargo aun permanezca
intacta en la memoria del pueblo más
allá de la feroz destrucción
a la que fue sometida. Aunque pretendieron
borrar su nombre de la historia y del corazón
de los hombres y mujeres de la patria, aunque
su cuerpo fue vejado y desaparecido, aunque
su figura fue manipulada y su palabra tergiversada,
a partir de ella, la vida de los argentinos
jamás volvió a ser la misma.
De la beneficencia a los derechos
Fue a partir de 1946 cuando
la enfermería comenzó el camino
de la profesionalización, de la mano
de la dignificación del trabajo de
la enfermera que impulsaron el Dr. Ramón
Carrillo – titular de la Secretaría
de Salud Pública – y Eva a través
de su Fundación. Por entonces la formación
a la que accedían las enfermeras era
por medio de la Cruz Roja Argentina y establecimientos
dependientes de la Sociedad de Beneficencia
de la Capital Federal (Hospital Rivadavia
y la Maternidad Peralta Ramos). Las ingresantes
tenían entre sus tareas más
la limpieza y mantenimiento de los establecimientos
que la atención de los pacientes. En
1947 el Dr. Carrillo implementó el
"Plan Analítico de Salud Pública",
donde se dio inicio a la formación
de personal idóneo fusionando las escuelas
de enfermería en una institución
que dependía de la Fundación
Eva Perón: se inauguraba así
el 4 de septiembre de 1950 la “Escuela
de Enfermeras 7 de mayo”.
La presencia de Eva sobrevolaba
cada decisión, acompañando a
las estudiantes con su diálogo permanente,
expresando su orgullo por ese caudal de mujeres
que habían elegido el camino de convertirse
en misioneras de la paz, como ella las nombraba.
Inspiraba verlas desfilar, bonitas, delicadas
y fuertes y orgullosas presentándolas
como abanderadas del pueblo argentino y recibiendo
la gratitud de todos aquellos que habían
recibido su ayuda. Más de 30 países
del mundo recibieron la asistencia de la Fundación
Eva Perón por medio del envío
de profesionales de la salud, medicamentos,
ropa, alimentos, entre otros elementos de
primera necesidad.
Para llegar a esos lugares
era necesario algo más que la excelencia
académica. Las enfermeras recibían
instrucción en manejo de jeeps y motos,
en adiestramiento de perros que iban a ser
compañía y transporte de botiquines
con medicinas mientras preparaban las tiendas
de campaña transformán-dolas
en hospitales para cuando llegaran los médicos.
Esa fue la tarea que realizaron
en el Ecuador de 1949 Amanda y Lucía.
Un terremoto devastador había dejado
miles de heridos, muertos, destrozos, epidemias.
Eva envió a un grupo de enfermeras
de la Fundación hacia el país
hermano para socorrer a las víctimas
del terremoto. Estuvieron un tiempo acompañando
con sus labores y pericias a los esforzados
médicos que trabajaban rescatando y
curando a los heridos de las consecuencias
del golpe de la naturaleza. Así fue
que, luego de tanto trabajo, el 27 de septiembre
regresaban a casa en avión desde Ecuador.
Pero la vida les jugaría una mala pasada.
Cuando estaban por llegar a la base de Morón,
la máquina empezó a incendiarse.
Ante la mirada impotente de los familiares
y amigos, el humo se tragó todo: los
blancos uniformes, las jóvenes sonrisas
y las alas de aquellos valientes ángeles.
Eva Perón no tenía consuelo.
Obstinada y decidida a que ningún nombre
se perdiera en el olvido tomó la decisión
de bautizar a la Ciudad de los Niños
con el nombre de una de las enfermeras fallecidas:
Amanda Allen, mientras el nombre de Lucía
Komel – la otra enfermera que perdió
su vida en cumplimiento de su labor solidaria
– engalanó por mucho tiempo el
edificio del “Hogar de Tránsito”.
La Fundación y sus
actividades vinieron a desmontar la lógica
de la beneficencia para dar paso a la premisa
“Donde existe una necesidad nace un
derecho". En forma sincrónica,
un mundo nuevo se abría para el pueblo
argentino.
La “Escuela de Enfermeras
7 de mayo” formó a 858 enfermeras
y 430 especialistas hasta 1955 cuando el golpe
de estado se apropió y vació
la obra de inclusión que había
llevado adelante la Fundación Eva Perón.
Las enfermeras fueron perseguidas con saña
y crueldad. Allanaron sus casas, quemaron
sus uniformes, destruyeron sus libros y apuntes.
Y como si fuera poco, destruyeron los legajos
de los hospitales con las historias clínicas
de los pacientes. A los enfermos mentales
los sacaron a empujones de los hospitales,
los arrastraron hasta una ruta cualquiera
y los fusilaron sin piedad. Los locos molestaban,
por locos y por inútiles. Por lo demás,
todo lo que tuviera que ver con la Fundación
fue destruido. De los hospitales, los vándalos
robaron lo que pudieron y lo que no, lo rompieron:
vajillas, nebulizadores, aparatos de presión.
Ninguna huella debía quedar del paso
de Eva y de la Fundación en la vida
del pueblo argentino. A través de la
prohibición de su nombre y el despojo
de su obra, pretendieron arrebatar el Ser
que había conquistado para sí
y para los desangelados de la historia. No
contaban los bárbaros con la marca
indeleble que la dignidad y los derechos habían
escrito en el corazón de los humildes.
De lo doméstico
a lo público
Desde aquel primer padrón femenino
confeccionado en 1883 en Pampa del Chañar
(San Juan) hasta la sanción de la ley
13.013 de sufragio femenino en 1947, transcurrieron
generaciones de varones y mujeres, amores,
desencantos, pasiones, frustraciones y luchas.
Los rostros de Fenia Chertkoff, Elvira Rawson
de Dellepiane, Alicia Moreau de Justo, Julieta
Lanteri, Cecilia Grierson, Emar Acosta, Victoria
Ocampo y otros tantos más o menos anónimos,
han sido urdimbre y trama de la historia de
nuestro país, tejida con fricción
hasta el momento de ingresar a la vida política
en el registro de su más concreta materialidad.
Eva, la mujer que ha se
ha sublevado durante toda su vida contra la
frase “¿con qué derecho?”
–pregunta a la que no se ha resignado
ni sometido, pregunta que ha considerado la
base de la injusticia en su vida y en las
vidas de los de su condición–
sabe que desde su posición tiene a
su alcance el instrumento para desarticular
esa pregunta: la definitiva sanción
de la ley de sufragio femenino y el acceso
de las invisibles al espacio político.
Si el camino para la conquista
de derechos había sido difícil,
la capacitación cívica y la
preparación de las mujeres para desempeñarse
en los espacios políticos y partidarios,
sería arduo también. En ese
momento todo estaba por hacerse.
Para volverse eco en la
voz del pueblo, su propia voz surca el aire
e ingresa en los hogares. Para encontrar sus
propios ojos, verse reflejada en el pueblo
y mirarse a sí misma desde el pueblo,
sale a la calle y busca entre los silencios
de los campos y los cañaverales, entre
las selvas y los montes, entre los lagos y
ríos de la patria, a las miles y miles
de mujeres encerradas entre las paredes de
sus casas o de las casas de sus padres o de
las casas de sus patrones. Eva ES en cada
rostro de las censistas, en cada mujer que
ha abrazado Su Causa, la única razón
por la cual toda su existencia adquiere sentido:
darse el ser que le había sido negado.
Para esto era necesario
saber “cuántas somos y dónde
estamos”. Una a una fueron elegidas
personalmente por Eva para realizar un censo
nacional de mujeres peronistas. “Las
delegadas son verdaderas misioneras de la
doctrina peronista en la acción y en
la prédica, y las mujeres que colaboren
con ellas con desinterés, perseverancia
y lealtad serán las futuras dirigentes
del movimiento en cada distrito.”
Las veintitrés responsables
de la organización y puesta en marcha
del Partido Peronista Femenino eran muchachas
jóvenes, sin experiencia política
previa, incansables y leales. En ellas la
bondad, la amabilidad, la firmeza y perseverancia
debían rendir cuenta día tras
día.
Bíblicamente dejaron
atrás padre, madre, seguridad y amparo,
tomaron sus pocas pertenencias y salieron
al mundo a encontrar a todas las Evas ocultas
en todos los rincones de la patria. Mujeres
pequeñas e intrépidas ampliaron
los límites de la nación internándose
en la Argentina oculta, escribiendo en sus
interminables papelitos las ignoradas historias
de vida.
Hormiguitas viajeras infatigables
ellas se hicieron eco de la pasión
y fundaron los espacios para que otras mujeres
vieran el mundo con nuevos ojos. ¿De
qué modo pretenderían borrar
la cercanía con que Eva se había
instalado? Su vida misma se había hecho
creaciones imborrables en la memoria de los
humildes.
Quizás por eso José María
Castiñeira de Dios le regaló
en sus versos la frase profética “Volveré
y seré millones”. Porque esa
fue el camino de la trascendencia humana que
habilitó la política. Millones
de Evitas comenzaron a hacerse visibles. Debajo
de las piedras estaba Eva, entre los matorrales;
en el medio del desierto caminaba Eva, entre
los médanos; de los ranchitos llenos
de vinchucas salía Eva, sobre las ruinas.
Y mientras ella iba camino
hacia la historia, su rostro sonreía
desde los lugares más recónditos
del alma humana y los lugares más visibles
de la vida social.
El 11 de noviembre de 1951 votaron 3.816.654
mujeres.
El Partido Peronista conquistó
al 63,9% del electorado ofreciendo para la
dirigencia nacional las primeras flores: 23
diputadas y 6 senadoras (si se cuentan a las
legisladoras provinciales fueron electas en
total 109 mujeres) que ocuparon sus bancas
en 1952.
Damnatio memoriae
Hay que remontarse al imperio
Romano. Al gobernante que legalizó
la religión cristiana. Al emperador
que la iglesia ortodoxa considera santo. Hay
que hablar de Constantino “El Grande”
y sus legislaciones contra el “Tyranus”.
Hay que hablar del senatus consultum de Roma
y sus decretos judiciales, para lograr comprender
el origen de los actos de revancha oligárquica
llevados a cabo por la Fusiladora contra Eva
y su Fundación. Y hay que hacerlo en
latín, esa lengua muerta con la que
conspiró la Acción Católica
Argentina y llevó a cabo su contrarrevolución.
El castigo más nefasto
que un romano podía recibir se denominaba
damnatio memoriae. Esta expresión
latina, en el sentido actual significa -lisa
y llanamente- "destrucción del
recuerdo”. En algunas oportunidades
se combinaba con otra sanción conocida
como abolitio nominis, que consistía
en borrar el nombre del condenado de toda
la historia –como si jamás hubiese
existido-; y por último la llamada
rescissio actorum, que consistía
en abolir toda la legislación que hubiera
promulgado el tyranus. Estos castigos estaban
dirigidos a quienes fueran considerados enemigos
del Estado –obvio – por una nueva
autoridad con potestas.
En síntesis, se procedía
a arrancar las placas que recordaban su labor
edilicia, se suprimían sus emblemas,
se decapitaban o destruían las estatuas,
se estropeaba su rostro de las pinturas, se
retiraban de circulación las monedas
que hubiese acuñado con su nombre y
efigie, se suprimían de los registros
oficiales, se anulaban sus acciones políticas
y legislativas, incluso, hasta su propio nombre.
Esto solía ir acompañado de
la confiscación de sus bienes, el destierro
de su familia y se perseguía y exterminaba
física o moralmente a sus camaradas
y partidarios más fieles. Así,
se pretendía borrar de la memoria oficial
y de la memoria colectiva el recuerdo de un
determinado personaje, sus obras, sus logros
y hasta su propia existencia.
Eso fue lo que hicieron
porque Eva ya había pasado a la inmortalidad.
Primero fue el bombardeo aéreo sobre
Plaza de Mayo. Luego, desde el barco maldito,
nave insignia de la sedición, las cinco
torres del “17 de Octubre”, se
movieron lenta y armoniosamente. Los quince
cañones principales de 152 mm apuntaron
a la destilería “Eva Perón”
en La Plata. El mismo movimiento hicieron
los otros ocho cañones secundarios
de 127 mm. Una tonelada de explosivos británicos
sembró la destrucción. Su gemelo,
el “9 de julio” acaba de rendir
Mar del Plata. Es el 19 de septiembre de 1955.
El Presidente Constitucional
Juan D. Perón -que asumió su
segundo mandato con el 60% de los votos- es
obligado a renunciar. La “Revolución
Libertadora” acaba de triunfar.
El milico que ocuparía
el cargo del Dr. Ramón Carrillo, saquea
su casa un día antes de asumir. Es
el coronel Ernesto Alfredo Rottger. A ese
coronel le corresponde la tarea de reemplazar
a un brillante neurocirujano, neurobiólogo
y médico sanitarista. Se le ordena
la misión de “desperonizar”
el sistema nacional de Salud Pública.
Debajo de él, la Dirección de
Asistencia Integral tiene otro incomparable
objetivo: intervenir, desmantelar y disolver
toda la obra de la Fundación Eva Perón.
Es la Asistente Social Marta Ezcurra, fundadora
de la juventud de la Acción Católica
en 1931.
Marta Ezcurra ordena el
día 23 de septiembre la ocupación
militar de cada una de las Escuelas Hogar.
Su política de shock es muy clara:
retirar y destruir todos los símbolos
del gobierno. Con los niños como mudos
testigos, en cada uno de los patios, el fuego
hace arder pilas de frazadas, sábanas,
colchones, pelotas y juguetes diversos con
el logo de la FEP, que los valientes soldados
previamente han arrancado de sus camitas y
dormitorios. Los bustos de Eva son decapitados.
Dispone la intervención inmediata de
cada uno de los institutos el día 24
de septiembre. Convoca para ello, a los miembros
de los “comandos civiles” (Acción
Católica Argentina) quienes de inmediato
comienzan a realizar la depuración
de adictos a la “tiranía”.
En medio de un odio demencial, ordena el desalojo
inmediato de todos los niños y niñas
internados en la Clínica de Recuperación
Infantil Termas de Reyes, en Jujuy. La transforma
en un casino para la oligarquía.
Manda tirar al río
Mendoza, toda la vajilla y cristalería
(importada de Finlandia y Checoslovaquia)
con la que han comido los “cabecitas
negras” en las unidades turísticotermales
de alta montaña de Puente del Inca
y Las Cuevas. Manda destruir todos los frascos
de los Bancos de Sangre de los Hospitales
de la Fundación porque contenían
sangre “peronista”. Manda secuestrar
todos los pulmotores porque tienen placas
metálicas con las palabras “Fundación
Eva Perón”. Ordena el asalto
militar contra la Escuela de Enfermeras, y
dispone su cierre definitivo.
Determina la confiscación de todos
los muebles de los hospitales, hogares para
niños, hogares escuelas y hogares de
tránsito por ser demasiado lujosos
para los ahora sin privilegios, se los llevan
a sus casas los “comandos civiles”.
Los camiones del ejército llegan a
los edificios y depósitos de la Fundación
y parten llenos. Dispone la desactivación
absoluta de todos los programas de turismo
social por ser “un peligroso ejemplo
de demagogia populista y antidemocrática”
en las Colonias de Vacaciones de Córdoba,
Mar del Plata y Buenos Aires. Decide el cierre
definitivo de las casi 200 proveedurías
de alimentos de primera necesidad, la clausura
del Plan Agrario, el Plan de Trabajo Rural
y los Talleres Rodantes. Resuelve la intervención
de los Hogares de Ancianos y el cierre de
los Hogares de Tránsito. A pedido del
Coronel Ernesto Alfredo Rottger -su Jefe y
Ministro- ordena que sean expulsados a la
calle todos los estudiantes de la Ciudad Estudiantil
“Presidente Juan Perón”.
El Coronel la necesita como centro de detención
para encerrar a todos los miembros del gobierno
constitucional detenidos. Allí caen
las flamantes diputadas, las primorosas enfermeras,
las militantes de los cien barrios porteños...
Cuando los interventores
envían los primeros informes de las
Escuelas Hogar, Marta Ezcurra descubre con
escándalo que “la atención
de los menores era suntuosa incluso, excesiva,
y nada ajustada a las normas de sobriedad
republicana que convenía para la formación
austera de los niños. Aves y pescado
se incluían en los variados menús
diarios. Y en cuanto a vestuario era renovado
cada seis meses”. (En San Juan un niño
pobre comía 100 gramos de carne por
día y 6 cucharadas de leche. En Jujuy,
-por año- un niño comía
43 kilos de carne, en La Rioja 27, en Catamarca
26, y en Santiago del Estero tan sólo
19,6 Kilos), en las Escuelas Hogar Eva Perón,
los niños comían carne todos
los días. Marta Ezcurra cambiará
el menú y el nombre de todas esas escuelas.
“Queda prohibida en
todo el territorio de la Nación: las
imágenes, símbolos, signos,
expresiones significativas, doctrinas artículos
y obras artísticas, la utilización
de la fotografía retrato o escultura,
el escudo y la bandera peronista, el nombre
propio del presidente depuesto, el de sus
parientes, dichos objetos ofenden el sentimiento
democrático del pueblo Argentino y
constituyen para éste una afrenta que
es imprescindible borrar” (Decreto-ley
4161/56).
Ya todo es ausencia. La
“violencia evangélica”
ha destruido el mejor de los sueños
de aquella niña que un siete de mayo
se echó a andar por la vida buscando
incendiar al pueblo con el fuego de su corazón.
Viviana Demaría y
José Figueroa
[email protected]
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