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Graffitis:
resistencia,
belleza e idiotismo

Los graffitis tienen una historia gloriosa.
   Han sido una expresión de verdades resistidas, de verdades no oficiales.
No necesariamente opuestos, pero han desempeñado un papel fermentario al lado de, por ejemplo, la cartelería, “puramente” informativa.
   Podríamos considerar graffitis a las pinturas rupestres. Los milenarios murales de animales en las cuevas, como las tan “famosas” de Altamira, en España, es decir de entre las primeras expresiones de arte que se conocen.
   Tales pinturas han dado pie a que investigadores consideren que los hombres de entonces, los nómades cazadores, tenían mejor visión que la nuestra puesto que registraban la curvatura de las patas cuadrúpedas al correr, en el sentido opuesto al habitual de la articulación, porque efectivamente al correr algunos cuadrúpedos llegan a “torcer” las patas también hacia adelante y no solo, articulación de rodilla mediante, hacia atrás. Algo que hoy no captamos, pero que los registros fotográficos nos han permitido “ver”.
   Los graffitis han sido los mensajes, a menudo fugaces y a escondidas, de la resistencia a los diversos regímenes que los humanos hemos sufrido o nos hemos sabido dar…
   Algunos se han hecho penosamente ilustrativos como el montevideano de tiempos dictatoriales: “LA FAU NO SE DISU […]”, sin duda sorprendidos sus autores.
   Otros se han hecho maravillosamente explícitos como tantos de Banksy (aquí ilustramos con la “rotura” del muro de la infamia construido por los israelíes para robarles más tierra todavía a los palestinos y de paso, encerrarlos un poco más, todavía).

En general, los graffitis llevan mensajes. Mensajes de resistencia. Por eso no es de extrañar que una vertiente de graffitis provenga de dibujos y leyendas en los baños públicos. Muchos son descargas groseras de ciertas actitudes vergonzantes que sólo se atreven a plasmar en tales sitios; sin embargo, algunos textos y dibujos de los retretes tienen valor testimonial y cierta pujanza crítica que la sociedad no tolera abiertamente y por eso se vehiculizan con esa clandestinidad.
   Desde hace un tiempo, relativamente reciente, ha habido un desarrollo más explícito de lo estético que de algún modo ha cambiado el acento del mensaje.
Sin pretender darle un “orden de aparición”, porque carezco de conocimiento para ello, registro otra vertiente que también es llamativa y que se ha expresado con creciente fuerza con los desarrollos estéticos de los graffitis, y es el trompe l'oeil, que ha producido obras formidables, que lamentablemente en Buenos Aires nos han llegado sólo mediante internet y no plasmadas en las calles o plazas de la ciudad.

A partir de la experiencia de grafiteros en el subte de Nueva York, se ha ido extendiendo, esto sí en Buenos Aires, un auge de graffitear los vagones de trenes subterráneos (e incluso los de superficie) y colectivos.
   A diferencia de los graffitis más o menos ocultos de los baños públicos o las técnicas de trompe l'oeil, el graffiti sobre vagones presenta una uniformidad, una pobreza estilística llamativa.

   No sólo es copia. Copia sin ningún aporte, ni siquiera color local. Constituyen así expresiones de colonialismo mental; llega siempre lo cocinado y lo ya resuelto. Imaginamos apto para quienes sueñan con Nueva York como su capital mental.
En los subtes de Nueva York, en el comienzo de “esta fiebre” se cuidaba de pintar “parcelas”, las cuales eran bajas, no más de un metro de las paredes del vagón a partir del piso, para no entorpecer la visión de los pasajeros. Poco a poco, sin embargo, los graffitis fueron ocupando más espacios con las consignas top to bottom [de arriba a abajo] o la de end to end [de punta a rabo]. El “arte” hacía metástasis…
   Es lo que arrecia ahora en los vagones de trenes de superficie o subterráneos en Buenos Aires.
   Lo más preocupante es el contenido. Se trata siempre, o casi siempre, de letras. Que, al menos teóricamente, deberían integrar palabras (para eso se usan las letras). Aquí, lo pintado son palabras casi siempre ininteligibles. O tal vez reservada, su comprensión, a los autores. Es decir a una red que se llama, sociológicamente, sectaria. De quienes se hablarían a sí mismos… repitiendo lo que se hace en Nueva York…
   Ininteligibles, casi siempre el mismo estilo, el mismo tipo de letra, casi hasta la exasperación.
   E invadiendo a menudo todas las paredes del vagón, incluidas las ventanas. Que por algo siempre han sido transparentes. Es el mínimo respeto para que el pasajero no se sienta más arriado de lo que está, llevado en un vehículo colectivo y sin mando propio. Si ni siquiera puede ver dónde se encuentra, cuán cerca puede estar “su” estación, la indefensión, la sensación de ser un objeto transportado, aumenta.
   Lo más triste es que estos grafiteros aludan a cierta rebeldía para extender mensajes monótonos, todo menos creativos, que arrebatan a muchos pasajeros sus mínimos saberes.
   Merece investigarse esta derivación del sentido del graffiti. Fue inicialmente y durante mucho, mucho tiempo, una expresión de diálogo, desesperado o no, diálogo social. Esta reiteración de letras iguales y no significantes, insignificantes, constituye una expresión de monólogo, y esto sí es preocupante. Si se tratara de forma y color, algo muy respetable y que seguramente mejoraría la estética de los vagones, no deberían recurrir sólo a letras…
   Tiendo a entenderlo como otra expresión de la pérdida de vínculos entre humanos, y un triunfo así de los poderes, cada vez más globales y a la vez más interesados en quebrar relaciones espontáneas para mejor controlarnos mediante mensajes “sabiamente” dispuestos desde los centros de poder mediático, político, ideológico, económico y militar…
   Un detalle a considerar es el costo del equipo y la materia prima propiamente dicha; los tachos de pintura son muy caros y a quien esto escribe le gustaría saber cómo se financia esta actividad que algunos de sus autores entienden “subversiva”. Ver, por ejemplo, si no proviene de alguna agencia de Agit Prop de los EE.UU…

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]

Consultado sobre un panorama de los graffitis en la actualidad", J. Alonso Sanchís, El posgraffiti, España.


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Revista El Abasto, n° 155, mayo 2013.


 

 

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