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APORTES & CARTAS


Sebastian Coelho

A raíz de la hermosa historieta del último numero de la revista El Abasto, donde se mostraban los angoleños colocando el empedrado en el barrio allá por finales del 1800 y comienzos del 1900.
En el bar de la Casona [Humahuaca 3508] venía siempre a tomar una cervecita, a eso de las seis de la tarde, Sebastian Coelho, angoleño, descendiente de holandeses, periodista muy reconocido en su país, exiliado. Vecino de Humahuaca y Billinghurst.
Eran los comienzos del nuevo siglo y momentos especiales en la vida de la argentina… 2001,2002... y sus relatos y su sabiduría hacian brillar lo que contara.
De Angola lo echaron por pasar música en la radio de las diferentes tribus que existían/existen ahí.
Casi, casi, que después del embajador venia él, en el orden de importancia. ¡Si hasta hay un sitio en Internet que lo da como creador de la bandera de Angola!
Tal es así, que un día, sentado en la mesa de la ventana del bar de la Casona, atiende el celular y yo le veo que se alegra ante una noticia que le dan. Su rostro se desencaja. Luego de cortar me pide otra lata de cerveza y un vaso.
Cuando llego a su mesa me invita a sentarme con él. Y me dice: “Me acaban de llamar de Angola… ¡terminó la guerra!” Me dice “y quiero, necesito, brindar por ello… ¿me acompañás?...”
Emoción dejaba este Sebastián. Pelo blanco, barba blanca, como aquellos abuelos de cuentos. Setenta y pico de años.
Un día, mientras estaban sacando el empedrado de Humahuaca, nosotros queríamos que delante de nuestra Casona dejaran el empedrado y muchas charlas derivaban en ello.
Él al escucharnos, se acercó sigilosamente y como introduciendo un cuento nos dice: “Cuenta la leyenda que estas piedras las pusieron los primeros esclavos negros traídos de Minas, provincia de Angola (donde había la mayor cantidad de mujeres hermosas que los traficantes solicitaban con especial cuidado. «Hey tráeme las mujeres de Minas…» hasta que ese dicho quedo como tráiganme minas y de allí su palabra lunfarda que hoy determina a la mujer…).”
Y siguió: “Si hoy te recostás en el asfalto aún escucharás el ritmo y los tambores con los cuales los negros cantaban melancólicamente trabajando en poner el empedrado”.
Tiempo después, esta historia la escuchó nuestra queridísima amiga Diana Tarnofky y ella la contaba en sus relatos de cuentos que hacia en la Casona. Un día, mientras una mamá nos estaba pagando una gaseosa mira para afuera, y pega un grito: estaba su hijo acostado en el empedrado -que aún no habían sacado- intentando escuchar a los tambores.

Tres más de nuestro querido amigo Sebastian:
“Estoy convencido que lugares como éstos, pequeños, micromoleculares, son los que se necesita en las comunidades, para aglutinar vecinos y compartir momentos sociales. Yo vengo aquí todos los días porque apuesto a ustedes –y la forma que eligieron crecer- y espero les vaya bien”.
¡Gracias, Seba! Aún te recordamos. Desde algún lugar nos diste fuerza con argumentos para sostener los momentos difíciles, que económicamente son muchos, pero socialmente es una maravilla lo que hemos descubierto. Y vos lo viste. Y nos lo hiciste creer.

Otra: un día me dice: “¿Cuántos son de familia ustedes, en tu familia base?” “Seis”, le digo, “papá, ma y cuatro hermanos…” Él me dice: “Nosotros somos 78…” y nos pasó a explicar esa forma familiar completa-mente distinta a la occidental y cristiana .
Por último, cuando regresó luego de su regreso a Angola, luego de treinta y pico de años sin ir, después de que terminó la guerra, nos contó: “Llegué con el avión a mi ciudad/pueblo y en la misma explanada del avión, sin siquiera haber tocado el piso, un coro de trescientos negrxs, estaban cantando. ¡Me recibieron cantando las canciones que a mi me prohibieron pasar en la radio! Fin de ciclo para mi… ¡sabes que emoción!”

Tiempo después, se acercó a la Casona, y nos abrazó fuertemente a Matías Barquiza y a mí y nos dijo: “Muchachos, lo que me pasó en mi viaje a Angola hizo darme cuenta que cerré el circulo de mi vida, los vengo a saludar porque me despido...”
Un mes después de esto se despidió del mundo…

El rincón donde, al final colocamos las 42 piedras de empedrado que nos quedamos resultó en el primer patio de la Casona. Para algunos de nosotros, los mas viejos de la Casona, ese espacio aún se sigue llamando Sebastian Coelho. ¡Gracias maestro! ¡Tarea cumplida!
¡Y un saludo grande a toda tu familia! ¡Y para tu África querida y Angola en especial!
¡Te queremos!

Guille Castañeda
Habitante de la primera hora casonera


Referente nostálgico
¡A los chochamus salu...!
Siendo un sexagenario que se fue del barrio ya hace cuarenta y pico de años, los ratos de nostalgia de mis calles, el Abasto Abasto, olores, las pilas de tomates, las medias reces que cortaban Corrientes y... Jean Jaurès entre Sarmiento y Valentín Gómez, la casa en que nací, crecí y abandoné.
Quisiera saber si es posible recibir noticias frescas de lo que pasa en la forma de e-mail, una vez por mes o algo así... Hacen un hermoso trabajo y sería bueno recibir noticias...
Gracias mil
Arieh Gal

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Revista El Abasto, n° 160, octubre 2013


 

 

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