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APORTES & CARTAS
¿Cómo elegir
colegio secundario?
La elección de
la escuela secundaria lleva al núcleo
familiar a tener que averiguar cuáles
son las opciones y seleccionar la que
mejor cumple con las expectativas del
niño. Muchas veces se elige la
escuela secundaria por cercanía,
disponibilidad de cupo, asistencia de
amigos, hermanos y excompañeros,
por la seriedad de la institución
y casi nunca por la orientación.
Lo primero que se debe hacer es una charla
entre los padres sin que intervenga el
niño y ponerse de acuerdo con algunas
cuestiones por ejemplo los permisos para
viajar: en qué zona de la ciudad
puede desplazarse sólo, ya que
en esta etapa se comienza a tomar cierta
independencia. Esta charla permitirá
definir algunas cosas que harán
que algunas escuelas queden afuera de
la elección.
Luego de esto será interesante
investigar sobre la oferta educativa posible,
ya junto con el niño se comienza
a ver las distintas propuestas. Es fundamental
que en esta etapa se tenga en cuenta que
materias le gusta más al niño
o en que materias tiene mejor nota.
Según la Ley Nacional de Educación
26.206 (de diciembre del 2006) la escuela
media se divide en dos ciclos: el ciclo
básico común igual para
todas las orientaciones y un segundo ciclo
diversificado, orientado según
las distintas áreas de conocimiento.
También es importante que el niño
visite la institución ya que en
la decisión pesa la cuestión
edilicia y el trato que recibe en las
charlas para conocer el lugar. Sin dudas,
un chico muy motivado hacia una escuela
en particular puede dejar de lado el estado
edilicio. La visita a los colegios permitirá
ver el clima que se respira, el comportamiento
de los alumnos, y otras cuestiones que
dan pistas al niño de cómo
es el ambiente.
Para los niños y también
para los padres el paso de la escuela
primaria a la secundaria es muy movilizante
y genera momentos de tensión ya
que los chicos dejan un grupo de compañeros
al cual pertenecen y una institución
que es conocida y se enfrentan a algo
desconocido, y los padres ponen en juego
expectativas, deseos propios, enfrentan
el crecimiento de los hijos y su propio
envejecimiento, y ya su opinión
es motivo de debate, no eligen los padres
como sucedió con el jardín
de infantes y la escuela primaria.
Los padres deben propiciar el diálogo
con el niño y es importante que
recuerden y cuenten a sus hijos la propia
experiencia.
La decisión si bien es compleja
no resulta definitiva ya que siempre tendrán
la opción de cambio.
Algunos consejos:
- Tener en cuenta las materias en que
el alumno tiene mayor facilidad o mejor
nota.
- Ayudar al niño que a través
del dialogo pueda expresar sus preocupaciones.
- Estimular a hablar del cambio tratando
de dar respuesta a todas sus dudas.
- Visitar la posible futura escuela con
el niño para que se vaya ambientando.
Existe una página
del Gobierno de la Ciudad que se puede
consultar donde figuran los colegios,
su ubicación (algunos despliegan
plano de la ciudad), orientación
que en ellos se dicta, título que
otorga y teléfono o corr-e de contacto,
para ello ingresar a: http://www.buenosaires.gob.ar/
areas/educacion/niveles/media/
Marisa Sposato
Periodismo
in the pendiente
Sigan luchando por un periodismo independiente
y que refleje las realidades de los barrios
(antes decíamos de los 100 barrios
porteños... ¿ahora?) tengo
una muy buena amiga que hace la revista
"Desde Villa Urquiza" y que
también incursiona en programas
de tango "Tangoleti". Tenemos
que luchar por conseguir el resurgimiento
de los clubes de barrio bastante abandonados
hoy en día.
Rafael Andrés
Petruccelli
NARRATIVA
Suicidio
Sabrina nunca había
ido al psicólogo en toda su vida,
así que su primera sesión
tal vez llegaría a ser incluso
más importante que su primer matrimonio.
Atravesó las puertas de su departamento
rápidamente ignorando la suciedad
que se venía juntando hacía
vaya uno a saber cuánto tiempo,
hasta llegar al baño donde una
vez más intentó mojarse
un poco la cara a ver si se despejaba
un poco, pero no resultó. Miró
la hora. Era casi tarde.
Salió a la calle así como
estaba y subió al colectivo. Saludó
al chofer porque creía absolutamente
en la buena educación, pero no
recibió respuesta. Estaba harta
de sentir que nadie la veía y aunque
algún tiempo atrás lo hubiera
querido, la rutina la estaba aburriendo
y ya no era entretenido empujar a la gente
para luego desaparecer y que el golpeado
le echara la culpa al pasajero que estaba
inmediatamente atrás que nada tenía
que ver, y a veces hasta le rompiera el
tabique de un golpe seco que hacía
eco en todo el colectivo. Sabrina se hubiera
descostillado de la risa de haber podido;
y no poder también le molestaba.
Era hora de terminar con ese sentimiento
de vacío asqueroso sin motivo y
sin final, y dicen que para hacerlo desaparecer
realmente hay que querer. Era una prueba
a su voluntad. Lo único que quedaba
era ver a la psicóloga que decían
que era tan buena que analizarse no llevaría
más de una sesión.
Prestó atención a todo lo
que tenía alrededor. Era la última
vez que lo vería, muy probablemente
todo terminaría esa tarde y era
mejor que así fuera.
Sabrina casi se pasa la parada pero por
suerte una señora tocó el
timbre y pasó por delante de ella
sin darse cuenta de que estaba. Sabrina
lo consideró como una total falta
de respeto pero enojarse no serviría
de nada, y con pasarse la parada tampoco
perdía nada, así que hizo
aún más silencio y bajó
luego de la mujer. Qué irrespetuosa.
La gota que rebalsaba el vaso. La gota
que hacía que su decisión
fuera aún más firme. Para
existir así mejor ni existir.
Sin tocar timbre subió al tercer
piso y se paró frente a la puerta
F, que estaba cerrada y de donde colgaba
un reloj que le decía que llegaba
justo a tiempo. Se ubicó en el
sofá que estaba inmediatamente
en frente de la silla donde la doctora
ya estaba sentada, esperándola.
Al momento la mujer dijo su nombre y Sabrina
asintió. Luego se presentó
ella misma: simplemente Rocío.
Sabrina esperó alguna clase de
reacción de parte de la doctora,
porque se imaginaba que tratar a alguien
como ella no sería fácil;
pero la doctora, muy canchera, le pidió
que dijera todo lo que sentía sin
omitir nada, y ella sin inmutarse.
Sabrina no estaba muy segura, así
que decidió probarla empezando
por decir que ya no quería existir
más. Rocío no se movía,
sólo la miraba esperando que dijera
algo más. Entonces Sabrina empezó
a hablar porque no podía perder
nada, nada se pierde cuando nada se tiene.
Y entonces habló. Pero no sólo
con sonidos. Habló como nunca lo
había hecho tal vez porque nunca
había hablado para ella. Rocío
la escuchaba inmóvil pero relajada,
asintiendo de vez en cuando, o murmurado
“ajáses”.
Lo único que interrumpió
a Sabrina fue el silencio, un silencio
que sólo ella gobernaba y la había
dejado pensando con los ojos todavía
más blancos que de costumbre. Rocío
aprovechó para interrumpir sin
mirar la hora, porque el título
ya amarillento que colgaba en la pared
le decía que ya era el momento
y su tiempo realmente había terminado.
- Y entonces, Sabrina, ¿qué
es lo que creés que realmente te
mantiene acá?
- Que nunca había hablado, doctora
-respondió Sabrina mirándola
con una increíble paz.
Luego se paró y, sin tomar aire,
soltó el suspiro que había
quedado pendiente. El aire rozó
los cabellos de Rocío y los hamacó
un poquito. Sabrina perdió el color
por completo y se desvaneció dejando
una especie de vapor de luz blanca que
ascendió hasta perderse en el techo,
y que Rocío seguía con la
mirada, sonriendo, totalmente acostumbrada.
- Otro cliente satisfecho, sos buena che-
murmuró sonriendo, hasta que se
levantó a atender la puerta, porque
el timbre había sonado por uno
de verdad.
Sabrina Gaitán
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Revista El Abasto, n°
162, diciembre 2013
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