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El vecino Rubén Seijas diseñó un sistema para la salud

Columpio de Inversión: ejercicio, cuidado de la salud y diversión

En el barrio de Almagro, el psicomotricista y terapeuta corporal Rubén Seijas diseñó un sistema postural que propone al balanceo como técnica para la exploración lúdica y orgánica.


    La sensación de hamacarse cuando uno es chico es de las pocas que persisten a lo largo de los años. Ya de grande uno se sube y, por minúsculo que sea, vuelve a asomar se vértigo, ese revoltijo de panza, el empuje y la coordinación para impulsarse; sea sentado o parado como hacen los más valientes. ¿Queda algo más de ese sentimiento mientras nuestro cuerpo está en movimiento?
    Pues, sí. Lo que a simple vista parece sólo un divertimento, con unos ajustes de manos especialistas puede desembocar en un ejercicio que complementa varias disciplinas —yoga aéreo, gimnasia, destreza y kinesiología— con un punto en común: el cuidado de la salud.
    Fueron más de quince los años en los que afinó el Columpio de Inversión el psicomotricista y terapeuta corporal Rubén Seijas, quien junto a Silvia Pereira realiza clases del llamado Sistema Postural Seijas en su salón del barrio de Almagro.


   Asistir a una clase representa iniciar un recorrido por el camino más sinuoso: relajarse. Así, en principio, se hacen ejercicios para acomodarse al columpio, encontrar un equilibrio y pasar luego a intentar realizar gimnasias de estabilidad que, con actividad frecuente, a lo largo del tiempo repercuten en una mayor flexibilidad, dominio espacial, aparte de otros beneficios como alivio de stress, mejor concentración mental y aumento de flujo de sangre al cerebro y el corazón.
    “Este implemento permite una óptima tracción de toda la espina dorsal, en especial para las personas que sufren de problemas de columna (en los discos, vértebras, alteraciones, desviaciones)”, señala Seijas, quien suma —con experiencia como entrenador— que “el sky, la acrobacia, el buceo, el montañismo y los deportes más apasionantes aplican el mismo principio de equilibro” que los columpios.
   Es que el mismo Seijas fue, en paralelo a creador, practicante de columpio: “Todo esto empezó cuando me detectaron dos hernias de disco. Me querían enviar al quirófano. Diseñé el sistema de columpios a modo de terapia y es al día de hoy que no me operé”.
Del mismo modo, aquel que tenga ganas de columpiarse, puede hacerlo sin condiciones físicas particulares. Este dato es relevante ya que abre el juego “para que se puedan sumar personas con discapacidades como problemas motrices”. Es un ejercicio inclusivo que brega por el bienestar del común de las personas, entendiéndolo como un ejercicio ameno que puede ir subiendo en complejidad, a gusto del practicante.
    Este incremento se puede apreciar durante una clase cualquiera. Lo que inicia como un simple bamboleo para aclimatarse a la experiencia del columpio luego puede virar en gestos acrobáticos, pero también pasar por estadios que están más ligados con la relajación y hasta el autoconocimiento, más que nada en detectar los puntos de apoyo, la postura que usa uno al caminar y —atención los pasados de nervios— hasta qué nivel uno puede verdaderamente relajarse y aliviar tensiones.
   En definitiva, luego de una hora y media de clase subido al columpio, uno a pesar de los giros y el esfuerzo sale renovado. Lo que inició como una búsqueda personal luego viró a un sistema de columpios que convergen en la exploración lúdica y orgánica; un ejercicio que renueva la mente, relaja el cuerpo y es beneficioso para la salud.

J.M.C.


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Revista El Abasto, n° 162, diciembre 2013


 

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