Figurita repetida
Diciembre, como tantos
otros, desborde generalizado. Primero
huelga policial en Córdoba donde
grupos de supuestos civiles aprovechan,
no se sabe si con “visto bueno”
o por creatividad propia -sumada a su
escasez en el trabajo mental- haciendo
saqueos simultáneos. Pronto el
turno será para robar en La Plata
y Concordia mientras más policías
reclaman aumentos salariales en la Provincia
de Buenos Aires. Y se expande el reclamo
gremial policial con sus consecuentes
saqueos por casi todos los rincones de
la nación como un tumor maligno.
El gobernador
Daniel Scioli les ofrece más de
ocho lucas y media neto, en la mano, y
para algunos no les va. Los sindicalizados
quieren más.
Todo en el marco de los treinta años
del retorno de la democracia cuyos festejos
intentan opacar unos cuantos con ganas
de tomar el timón del barco para
hacer de las suyas. O al menos extorsionar
lo más que puedan.
La verdad
es que este diciembre no es como aquel
del 2001. No porque entonces haya estado
bien que muchos saquearan y dejaran fundido
a unos cuantos y llorando a algún
chino, sino que la gran diferencia es
que hoy, quien no tiene, puede obtener
apoyo desde el estado porque hay subsidios
y un estado con un discurso de inclusión.
Y hay más trabajo, hay más
dinero. De hecho tanto que muchos saqueadores
andan en 4 x 4 o motocicletas. Y lo que
se llevan no son víveres sino alcohol
y televisores LED, y otros artefactos,
que luego mostrarán por las redes
sociales confirmando que no solamente
son amorales sino que además idiotas.
Mientras la mayoría
de los medios masivos se estuvieron deteniendo
en las imágenes de los robos, en
el miedo y en buscar al culpable político
quedan pocos periodistas que hablan de
la debacle moral que implica todo esto.
O sea, no hay uniformados y ¿¡por
eso se les ocurre a algunos que hay vía
verde para afanar lo que se les dé
la gana!? ¿¡En qué
cabeza cabe!? ¿Quiénes son
estos argentinos que no forman parte de
la “buena gente” de este país?
Sería interesante hacer un estudio
sociológico para intentar comprender
cómo piensan lo que no piensan
en el bien común. Los que directa
o indirectamente piden un país
con mano dura y gatillo fácil.
Menos mal
que somos más los que pensamos
que no es un policía quien impide
que no robemos, matemos o violemos. Somos
nosotros mismos quienes hemos internalizado
ciertos códigos de convivencia
que cualquier ser humano con capacidad
intelectual media reconoce como necesarios
para que la convivencia en sociedad no
sea un caos. Un caos que algunos se encargan
de llamar “anarquía”
para que nos olvidemos de la opción
de vivir sin líderes. Cuando lo
que realmente deberíamos lograr
es “liderarnos” a nosotros
mismos para que estas cosas no pasen...
¡Qué lindo será este
país cuando nos llegue nuevamente
esta figurita repetida donde las fuerzas
de seguridad nos vuelvan a intentar extorsionar
y les demostramos –de una vez por
todas– que podemos vivir sin ellos!
Que son un servicio más, pero que
no todo se desbanda porque no estén
un rato. Lástima que mientras eso
no pase se sigue repitiendo lo de tantos
diciembres mientras continuamos conviviendo
con delincuentes comunes en 4 x 4.
Rafael Sabini
[email protected]