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MÚSICA
Chocho de Edu Schimt
Este
disco solista del ex Árbol cuenta con
diez canciones donde la esencia de este multi
instrumentista y letristra brilla, convence
y deja con ganas de más. Rock, un poco
de folclore y una gama armónica y contagiosa
de ritmos muestran un trabajo compacto y llevadero.
Letras de optimismo, como “El Quijote
de Morón”, o “Hoy”
que reza: “Vas a ver que me voy a animar
a dejar tantas cosa atrás y mirar adelante”.
También hay espacio para la instrospección,
como “Volvés” o “Ro”
y la sátira como “El enroscado”.
El resultado final es un disco que se escucha
de principio a fin y vuelta a empezar, la
solidez de la obra convence; a Edu es lo escucha
y siente con sus mejores herramientas pulidas
y listas para el momento el rock. El plus
es el arte de tapa e interior, ilustrado por
Milo Lockett. Otro dato interesante: el disco
está grabado en el Estudio del Abasto,
que inició en las calles de este barrio
y ahora tiene una sede en General Rodríguez.
Mucha historia musical, a la que se suma ahora
Chocho, una alegría por ver a Edu otra
vez sobre escenarios. J.M.C.
Transformador de Richter
Desde
1999 la banda de electrorock ha acumulado
la experiencia de giras porteñas y
por el interior, participó de concursos,
incluso en el disco “Quiero ser Abuelo”,
homenaje a Miguel Abuelo. Estos kilómetros
de rock en su haber les ha hecho llegar hasta
Transformador, un disco doble en el que vuelcan
toda su personalidad en un trabajo parejo,
con canciones pegadizas y trabajadas hasta
el detalle. La temática de las letras
es diversa, da pie a repensar el amor, como
en “Una Canción De Amor Que No
Me De Vergüenza” hasta un paneo
de época en la letra “No Bailen”,
que reza: “Faja de clausura, cinturón
de castidad”. El planteo general de
Transformador ofrece agite y un sonido de
calidad, síntoma de una banda consolidada
y firme, a la que le quedan muchos escenarios
más por conquistar. J.M.C.
El pueblo de Quiroga nos
invitó
a la quinta edición de Rock al Campo
Esta revista viajó casi trescientos
quilómetros al interior de la provincia
de Buenos Aires hasta Quiroga (partido de
9 de Julio), donde viven cerca de dos mil
habitantes. Las casas bajas, las calles de
tierra fuera del área céntrica
marcada por la plaza principal y más
allá el campo verde son el paisaje
donde durante dos días —27 y
28 de diciembre— se agitó a un
pueblo entero al ritmo de decenas de bandas,
muchas de ellas emergentes de la movida porteña.
Quienes estuvieron atrás
de esta quinta edición, retomada luego
de años de no hacerse, son los integrantes
del grupo rockero Jaqueca, lugareños
de Quiroga. La convocatoria, la invitación,
el agite y la garantía para encarar
un festival de estas dimensiones corrió
por su cuenta y los frutos quedaron a la vista:
durante dos días la plaza principal
estuvo colmada de gente de distintas generaciones
que disfrutaron, bailaron y cantaron hasta
el amanecer.
Puede que la imagen más
potente de esta quinta edición de Rock
al Campo se haya dado al alba del domingo
29, cuando después de haber pasado
toda la noche a pura música, los integrantes
de Jaqueca cerraron el festival con su tema-himno
“Salpica el barro”, canción
en homenaje a Quiroga.
Su estribillo fue cantado
sobre el escenario por la banda y los músicos
invitados. Decenas de artista en escena se
coparon mientras abajo el público seguía
firme y coreaba la canción insignia
del pueblo. Niños, abuelos, jóvenes,
adultos. Todos se sumaron a un instante donde
se ratificó el poder de la autogestión,
el empuje colectivo y las ganas de encontrar
a una comunidad unida por su cultura y tradición.
J.M.C.
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Revista El
Abasto, n° 163, enero 2014
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