Osvaldo Peredo,
cantor de Almagro
Osvaldo Peredo
es un ícono del resurgir del tango.
Cantor de Almagro, Boedo y otros barrios
de Buenos Aires, se lo disputan las orquestas
juveniles que renuevan una magia que,
a la vuelta de los años noventa,
encontró nuevos baluartes y respiro,
para no quedarse en un museo. Testigo
de noches irrepetibles, su caudal para
una voz vivaz y sucia, Peredo concentra
la admiración de los que empiezan
a descubrir la música de sus abuelos
inmigrantes.
Entre la atracción
turística y los formatos de viejos
éxitos, no es fácil alimentar
esa cultura con nuevos testimonios y personalidad
propia. Acaso se pasó por alto
muchas veces que, antes que un género
más o menos de moda, es una cultura
rioplatense, que arrastra orillas y miserias,
bastante lejos de reflejarse en el tango
“académico” o bobo
que alejó tantas simpatías.
Una pobre parodia,
ésta última, de una música
que brotó en un mundo de lenguas
diversas y dialectos, prostitución,
juego clandestino, casas de madera, tambores
africanos y guitarras españolas,
mezcladas con habaneras cubanas, voces
europeas, costumbres camperas y mugre
portuaria. Sin perjuicio de las grandes
orquestas que vendrían a darle
vuelo internacional.
Osvaldo Peredo
es una de las pocas voces de Buenos Aires
que atesoran ese registro, ofrendado a
las nuevas generaciones, para que sepan
qué hacer con ellas. Alguna vez
el polaco Goyeneche ironizó que
había tenido que venir un italiano
para cantarle al Abasto, en referencia
a Luca Prodan y sus impresiones del barrio
de Gardel. Era un disparo contra los artistas
de rock, que rechazaron al tango por ruptura
generacional. Lo cierto es que las líricas
y tonos de tango, consciente o no, puebla
melodías de Luis Alberto Spinetta
y otros ídolos más recientes.
Ricardo Mollo devolvió la ironía,
cuando dijo que Goyeneche era punk, antes
que surgiera ese género en Inglaterra.
Tal por eso, el
platense Alorsa estaba lejos de sentir
ajena esa música. Sus alegatos
y canciones irreverentes, con tambores
candomberos, llegaron a Buenos Aires y
alentaron las noches de Almagro, un pilar
de recuperación tanguera, hoy con
nuevas perspectivas. Peredo, por su parte,
fue visto infinidad de veces por gringos
que se asoman por la Avenida Corrientes
hacia el oeste. Ya llevan la recomendación
para verlo. Como un reconocimiento, el
hombre nacido en Boedo fue invitado a
cantar en el festival de La Bellevilloise
de París, ciudad que conoció
con más de ochenta años,
ante el aplauso emocionado de compatriotas
y europeos.
Ariel Kocik*
*Colaboración espontánea.
Foto: Gapguiadeamores.com