Prepotencia violenta
o institucionalidad democrática
Unos jóvenes idealistas
no quisieron hacer caso y decidieron rebelarse
para hacer cumplir sus sueños que
implicaban cuestiones como no vender el
país, cuidar a su gente, ampliar
la democracia… El método
que eligieron los condenó: al levantarse
en armas, los que tenían la sartén
por el mango reprimieron, mataron, robaron,
secuestraron, torturaron, violaron, raptaron
y unos cuantos “-ron” más…
A ellos y a unos cuantos más, por
las dudas… Y todo desde el estado
y con ayuda de la potencia mundial que
desde que nació ocupa países
para quitarle sus recursos naturales (con
la excusa de “defender la democracia”).
Todo se escondía, mientras: “deme
dos”, copa ´78, autopistas
y TV color… Así algunos prefirieron
no ver lo que sucedía detrás
de lo que se mostraba, pese que había
unas “viejas locas” que daban
vuelta la plaza principal.
Pronto los representantes del imperio
acá, los que portaban el garrote
mayor, se creyeron buenos perros del amo
del norte. Cuando el whisky se les subió
a la cabeza decidieron enfrentar a nadie
menos que a la mamá de su amo,
su fundadora, al país de las artimañas
piratas, a su aliado más importante.
Sabemos por quién tomó partido
quién y cómo terminó
aquello: con hijos de nuestro suelos sufriendo
más por el frío, el hambre
y el maltrato de quienes debían
inspirar con coraje que ante el enemigo
que venía bien equipado y preparado
para lo que fuere. No hubo tampoco intenciones
reales del cuerpo de mando de enfrentarse
al imperio, el objetivo real era aunar
al país para tapar las atrocidades
que se estaban cometiendo.
La farsa cayó. Con el tiempo la
luz fue alivianando ese velo que intentaba
taparlo todo. Con mucho esfuerzo las Madres
de Plaza de Mayo, divididas, fueron cada
vez más aceptadas. En definitiva
el reclamo era lícito: “¿dónde
están nuestros hijos?” Abuelas
de Plaza de Mayo dijeron que si había
embarazadas en las líneas reprimidas:
“¿dónde están
esos chicos, nuestros nietos?” Ya
pocos se animaron a oponerse a semejante
discurso de justicia que esquivaba hasta
el Punto Final y la Obediencia Debida.
Luego reclamaron Hijos. Y convengamos
que no hubo venganzas. Si hubo, y hay,
sed de justicia, que poco a poco se está
haciendo. La memoria es un ejercicio cotidiano
que todos debemos hacer, porque el ser
humano es capaz de cualquier cosa con
tal de permanecer cómodo.
Los medios que cuidaron aquella noche
de terror, que robaron Papel Prensa bajo
tortura, tiran en contra del país
porque la tajada que les tocó no
es la que pretenden para ellos. No es
que sean malos y quieran torturar. Lo
que quieren es poder y dinero. Y tiene
jueces y periodistas cipayos en sus lineas.
Eso sucede también en el imperio
donde un juez local puede condenar a toda
una nación, como la nuestra, a
favor de especuladores inescrupulosos.
Especuladores asociados que -de no lograr
lo que quieren vía legal, como
implantar sus modelos de explotación
de la materia prima- son capaces de quemar
depósitos con información,
matar gente, provocar guerras, derribar
edificios propios (o ajenos) para fomentar
saqueos y un largo etcéteras. Íntimos
con los que enviaron a toda Sudamérica
expertos de tortura y logística
para enfrentarse a la “subversión”.
Esa que ahora llaman “terrorismo”.
Hoy los pintan árabes y les quitan
el petróleo. Mandan a que se mate,
torture, secuestre, viole. Lo hacen en
Palestina. Lo hacen en Libia. En Irak,
en Afganistán.
Los que apoyan eso se nutren del odio.
Los que sobornaban, y manejaban el país
a su antojo, cuando no siempre pueden,
odian. No les importa endeudar. No les
importa el futuro de nuestros hijos.
Nuestra salida viene siendo aceptar el
discurso de la “democracia”
y articular buscando la justicia mediante
las instituciones, de modo legal, limpio.
El camino de la paz y el amor no es un
baile sobre rosas. Además nadie
es puro amor o puro odio. Hay confusiones
y hasta nos autoboicoteamos. Pero cuando
pensamos, cuando sentimos, cuando pensamos
con el corazón deberíamos
entender que del fango está renaciendo
una nación interesante. Está
en nosotros defenderla. No es coherente
ir en contra de nosotros mismos. Unidos
y con fe podemos lograr lo que para muchos
suena imposible. Permitámonos soñar.
Rafael Sabini
[email protected]