EL
NUEVO CONSUMADOR
Comprar con la cabeza
Es una tendencia que crece
lenta, pero imparable. La impulsa un nuevo
protagonista: el consumador. Personas
que eligen productos elaborados sin explotación
ni de las personas ni de la tierra. Sostienen,
así, una red que no compite y se
alimenta de otras redes que se tejen por
amistad, donde conviven la autogestión,
la ecología y la libertad.
La nueva especie que decide
la suerte de esta cadena de producción
de vida merece un nombre nuevo: consumador.
Una palabra que creamos y criamos junto
a colectivos y organizaciones que forman
parte del cambio. Consumador porque suma,
aporta, integra. No compite, se relaciona,
recorre y sostiene diversos espacios del
mismo escenario, cuyo arquetipo es la
feria, donde conviven bombachas de diseñadoras
independientes con quesos agroecológicos.
“Ya no hace falta
ir hasta el campo para buscar alimentos
sanos”, dicen los Caracoles y Hormigas,
una de las distribuidoras más jóvenes,
formada por 5 miembros. Esa premisa les
permite dar respuesta a la demanda de
alimentos de calidad, sanos y sin explotación
humana ni ambiental. Bruno, Vanesa y Federico
son tres jóvenes sub 30 que integran
la cooperativa que lleva más de
200 productos a más de 300 nodos
y notan: “Se ha volcado cierto sector
del consumo a este tipo de redes porque
ya no quieren apostar al mercado comercial,
entendiendo que inflan los precios, compiten
y juegan con el consumidor. Hoy podés
plantearte cambiar radicalmente la forma
de consumir porque hay una respuesta”.
Puente del Sur, la distribuidora
más antigua, tiene 12 miembros
y llega a más de 500 personas,
cuenta esta nueva tendencia desde la experiencia:
“Están creciendo las compras
colectivas, volviendo a la vieja lógica
de juntarse con amigos, vecinos, parientes
y hacer una compra mayor, colectiva”.
Las distribuidoras de
alimentos agroecológicos y cooperativos
se cuentan con una mano, y en su mayoría
no reparten alimentos frescos: sí
yerbas, aceites, quesos, productos de
limpieza, fideos, libros y revistas como
esta. Nacieron como forma de articular
aquello que más le cuesta al productor:
encontrarse con el consumidor que busca
eso que él necesita venderle. Ahí
es donde entran en este juego las distribuidoras
sociales, porque establecen una cadena
más corta (productor-distribuidor-
consumidor), que lleva las producciones
de los campos a la ciudad y de las quintas
a las puertas de las casas.
La buena noticia: “Hay
un crecimiento del fenómeno de
las ferias”, asegura Malena Fellacara,
politóloga de la UBA quien realizó
el único trabajo teórico
sobre las ferias autogestivas. Ese crecimiento
se nota en algo raro: el impacto de este
modelo comienza a ser estudiado por académicos.
“Lo asocio a que, por un lado, hay
más información sobre los
alimentos, su toxicidad, quién
los produce y también más
cuestionamientos sobre el precio; y por
otro lado, es un momento en el que los
emprendimientos que surgieron con una
lógica autogestiva maduraron y,
con una conciencia más clara, están
pensando en otras formas de hacer economía”.
Definición
y cambio
Hace falta crear un nuevo
término para definir algo nuevo?
Respuestas:
Caracoles y Hormigas: “Podemos seguir
diciendo consumidor, pero no consumista.
El concepto tratamos de resignificarlo
desde el lado de abastecimiento: cómo
uno aprende a abastecerse”.
Puente del Sur: “El
término consumidor se metió
fuerte en los 90 y terminó reemplazando
al de ciudadano. Nosotros, en cambio,
lo politizamos: hablamos de un sujeto
activo, que tiene el desafío de
ser constante, consecuente con sus ideas,
organizado”.
Fellacara: “Tiene
que ver con pensar otros modos de entender
el consumo; no como un acto aislado e
individual sino como un acto social y
político, que tiene una implicancia:
'yo con este dinero que gané trabajando
elijo este modelo de producción
y no este otro'”.
Puente del Sur va más
allá: “El hecho de decir
'no quiero poner en mi café el
azúcar manchada con sangre de Ledesma
y por eso elijo azúcar agroecológica'
es un hecho político: estás
eligiendo con quién compartir tu
mesa. Tenemos que tomar conciencia del
poder real que tenemos como consumidores”.
Las distribuidoras nos ayudan, también,
a trazar el perfil de estos nuevos consumadores:
“Básicamente, muchos jóvenes,
familias y personas que comparten espacios
de trabajo. Gente que ha reemplazado los
productos del supermercado por compras
comunitarias. De los 200 productos que
tenemos, en general, los que siempre compran
son yerba, aceite y productos de limpieza”.
Elecciones
Este nuevo consumidor también merece
llamarse consumador porque, literalmente,
consuma: lleva hasta el final ese circuito.
Lo concluye, pero para que vuelva a empezar.
Sabe que su compra sostiene a la red en
el tiempo y en la intención. Es
su socio vital, el motor y el final de
toda la cadena. Su compra la financia.
Su no-compra la desarma. Controla así
la ética y la eficiencia de todo
el sistema. Hay diez preguntas clave que
definen su función y que se hacen
explícitas cada vez que elige un
producto:
¿Quién lo produce? Evita
el consumo de productos de empresas que
explotan a sus trabajadores.
¿De dónde viene? Evita el
consumo de productos cuya elaboración
degrada el medioambiente.
¿Cómo llega? Se preocupa
por la cadena de intermediarios que inciden
sobre el precio.
¿Qué tiene? Se alimenta
de manera sana, sin tóxicos ni
agregados.
¿Cómo se hace? Evalúa
cómo se produce el producto que
se compra.
¿Cómo lo puedo preparar?
Diagrama la dieta, intercambia conocimiento
con el comerciante/productor.
¿Para qué? Distingue aquellos
bienes y servicios realmente necesarios
de los superfluos, aprovecha la variedad
de los productos agroecológicos.
¿Cuánto sale? Busca el “precio
justo”, sin plusvalía sino
el que sostenga al productor.
¿Cuál es su nombre, señora?
Vinculación
con los productores/comerciantes, la feria
como espacio de socialización.
¿Qué días está?
Compra previendo que el circuito se sostenga,
fomenta las redes de comercialización
alternativas.
La idea no es molestar al vendedor con
todas estas preguntas porque su compra
es la respuesta. Así, otra de las
características del consumador
es la de romper el molde pasivo y limitado
del consumidor/góndola, al cual
el sociólogo Zygmunt Bauman describió
de la siguiente manera: “aquel que
busca una satisfacción rápida
con compromiso cero, una relación
breve e intensa con responsabilidad nula”.
Por el contrario, este tipo de redes le
demandan un papel activo: por ejemplo,
más esfuerzo para encontrarse con
aquello que eligió y por eso quiere.
Tejiendo futuro
La separación fordista
de tareas se vuelve, entonces, más
compleja en esta nueva red: hay productores
que distribuyen y comercializan, y consumadores
que se acercan para vincularse y entender
qué están tragando. La idea
es que si les va bien a unos, les va bien
a todos.
Más mezcla: “Ha
habido casos en los que asesoramos a productores
sobre cómo establecer los costos,
para que no terminen autoexplotándose”,
cuenta la distribuidora Puente del Sur.
“Y los clientes también nos
ayudan a nosotros: una de las camionetas
con que distribuimos fue posible comprarla
porque recibimos un gran aporte de una
de nuestras consumidoras, que estuvo secuestrada
durante la dictadura y decidió
repartir la indemnización entre
diferentes emprendimiento sociales, entre
ellos nuestra distribuidora”.
Para poder aliviar las
tareas de unos y otros se fueron construyendo
redes que funcionan como contención
y conexión y que pueden verse claramente
en el caso de las distribuidoras y las
ferias: consumidores que saben qué
consumen (consumadores) y productores
que organizan su producción (no
desechan) en base a pedidos.
Los distribuidores también
tienen su propia identidad y no se limitan
tan solo a hacer circular la producción.
Se preguntan, por ejemplo, hasta dónde
y cómo crecer. “¿Usamos
las mismas estrategias que tiene el sistema
para expandir la comercialización
o tenemos el desafío de ir construyendo
otros canales?”, cuestiona Caracoles
y Hormigas. Analiza Fellacara: “La
comercialización es una de las
etapas más complejas de los emprendimientos
que surgen con lógicas diferentes:
cómo vender lo que hacés
dentro de un mercado que está regido
por una lógica competitiva, feroz,
individualista, cuando tu emprendimiento
se rige por otras lógicas, y que,
además, busca activar un consumo
más consciente. Ahí aparece
la necesidad de construir mercados alternativos”.
La respuesta es el tejido
de redes. ¿Cómo se tejen
estas redes? “No es un movimiento
orgánico, sino distintos espacios
vinculados a una lógica más
territorial, no como el sentido de trabajo
de base que tiene, por ejemplo, un movimiento
social. No es que hay algo que los engloba
a priori, sino que surge por tejer lazos
entre las propias experiencias, como forma
de contención, que ayuda a la sostenibilidad
de los emprendimientos”. Se generan
así alianzas insólitas:
mermeladas con libros, lavandina y carteras,
afinidades creadas por la heterogeneidad
de gustos del consumador o del distribuidor
o del productor. Llamémoslo por
su nombre: Amistades.
Se genera así otro
cambio radical del paradigma constitutivo
del consumo: no hay competencia. Si se
compite no se sobrevive: así es
la ley del consumo en la economía
social. Lo que en un lugar mata, acá
fortalece. Dice Caracoles y Hormigas:
“Lo que te une es compartir necesidades
en común o problemáticas
similares: discutir cuestiones de autogestión,
el 'cómo se hizo', cómo
abaratar costos, por ejemplo. También,
en el caso de las distribuidoras, lo que
vemos es que cada uno tiene su espacio
y que podemos abarcar distintas zonas
para complementarnos: es una locura que
estemos trabajando en zona sur si hay
compañeros que son de allá,
y encima los fideos que hay que repartir
los produce una fábrica recuperada
de Quilmes”.
El desafío de este
modelo parece entonces no “crecer
por crecer”, sino encontrar la escala:
ni más, ni menos. Puente del Sur:
“No pensar con la lógica
de 'tenemos que tener un millón
de consumidores'. Me encantaría
que esto llegar a la mayor cantidad de
gente posible porque eso significaría
que algo en la sociedad está cambiando.
Y desde ese punto de vista, somos una
hojita en medio del bosque. Me encantaría
que fuésemos muchas hojas, pero
no para competir, sino para generar otro
tipo de conciencia”.
Foto: Don Eduardo Zurakovsy, cosechando
yerba Titrayju. Por Patrick Christoph
Haar.
El medio es el medio
El otro rol que cumplen
estos circuitos es el de funcionar como
grandes medios de comunicación.
Dice Caracoles: “No hay que descartar
que todo esto está vinculado con
un montón de historias de lucha,
problemáticas con la tierra, espacios
vinculados a las asambleas ambientales,
fábricas recuperadas. Hay todo
un contenido: no es solo una circulación
de producciones. La idea es apostar a
un cambio desde lo productivo y la tarea
de las redes es transmitir esas lógicas”.
Puente del Sur: “Nosotros
escribimos una editorial todos los meses
que repartimos junto al listado de productos,
donde tomamos posición sobre ciertas
cuestiones y remarcamos las ideas y las
historias que hay detrás de este
tipo de consumo. Tratamos de ser un medio
de comunicación como red”.
También comparten con sus clientes,
vía mail, un listado mensual donde
promocionan los productos junto con los
datos que informan quiénes los
generan.
Equilibristas
Estas redes son autogestivas
pero no autistas: se relacionan con el
sector privado y el mercado de manera
indefectible. Fellacara: “Por ejemplo,
en la compra de insumos. Si sos productor
de dulces caseros y tenés que comprar
frascos y no hay un productor asociativo
comprás en el lugar que te ofrece
mejor precio y punto”.
“No es una economía
aislada”, plantean los Caracoles
y Hormigas. “Cuando se sacude el
mercado, los coletazos que llegan al sector
son peores, porque nunca estás
bien parado”.
En este escenario incipiente,
¿qué formas de gestión
han generado estas economías? Los
productores cooperativos del Parque Pereyra
Iraola hablan de la “libreta a mano”;
las ferias, también. Las distribuidoras
utilizan plataformas de Excel de manera
básica y completada de forma casera.
La escala humana que tiene esta forma
de gestión manual parece responder
a una necesidad de tener un soporte real
y concreto para no abstraer el intercambio
económico. El aquí y ahora
funciona como un escaneo con el que estos
proyectos leen la realidad: los cambios,
las complejidades y las singularidades
de cada consumador.
No es palabrerío:
estas economías pueden, por ejemplo,
mantener un mejor rango de precios frente
a la inflación, al no entrar en
circuitos financieros de pagos a plazos,
ni al hacer acopio de mercadería.
La lógica especulativa no corre,
lo cual les origina tantas fortalezas
como debilidades. El arte de la autogestión
es de equilibristas. Por eso, las fragilidades
se contienen con una red: “En marzo,
cuando se dispararon los precios, algunos
productores iban avisando que, por las
dudas, iban a aumentar un 10 ó
15%. Nosotros justo estábamos armando
la lista y nos preguntamos si teníamos
en cuenta la variable del aumento o no.
Decidimos difundir esto que estaba pasando
entre nuestros consumidores, directamente.
Les dijimos 'está pasando esto,
ustedes bien saben', y les dijimos que
no íbamos a aumentar ese mes, hasta
que la cosa aclare. Sin embargo, teníamos
en claro que después, cuando renováramos
en stock, íbamos a estar en problemas
si no juntábamos esa diferencia.
¿Qué hacemos? Otra vez abrimos
el juego para que fueran los consumidores
los que ofrecieran una propuesta. Y entre
todos surgió la idea de colaborar
a través de un bono solidario.
Eso nos permitió comprar la misma
cantidad sin bajar el stock”.
Otro punto importante,
entonces, que marca el cambio en la gestión:
en contra del oscurantismo y la especulación,
la transparencia.
Modelos
En busca de esta sostenibilidad,
además de los vaivenes del mercado,
aparece otro factor desestabilizador:
el Estado, en todas sus variantes. “Las
ferias, generalmente, prefieren que no
haya injerencia del Estado en la construcción
de esos espacios”, dice Fellacara.
“Pero pensar de que no hay injerencia
es una mirada ingenua, porque la economía
social está en permanente vínculo
con el Estado, de una u otra forma: si
no querés apoyo, promoción,
subsidio, puestos, lo que fuere, perfecto,
pero si aparece la policía cuando
ocupás la calle o una plaza y ahí
también está el Estado”.
La otra postura, cuenta
Malena Fellacara “apoya el papel
del Estado como nodal y necesario para
la expansión de esta economía”.
¿Cuál prevalece? “El
desafío es correrse de esas posturas
y analizar cuáles son efectivamente
los vínculos que tiene el Estado
con la economía social. Pensando
al Estado no como un actor homogéneo,
sino todo lo contrario, palpable en los
distintos niveles: el nacional, el municipal,
los ministerios”.
Los Caracoles y Hormigas
proponen una fórmula: “Nosotros
antes de acceder a ciertos financiamientos
lo que hicimos fue reflexionar si lo que
hacíamos era sustentable o no.
Que no sea dependiente de una inyección
externa, sino que esa inyección
ayude a acelerar ciertos procesos que
de otra forma tardarían más
tiempo”.
Puente del Sur define
esta relación como “muy complicada”:
“Muchas veces no se encuadra la
distribución dentro del trabajo
autogestivo; se ve como una actividad
más de las comerciales o privadas.
Está fantástico que vos
apoyes a un productor en medio del norte
de Mendoza haciendo tomates, pero al tipo,
además, le tienen que llegar botellas
para fraccionar la salsa, necesita una
empresa de logística para sacar
esa mercadería hacia los centros
urbanos y una red de comercialización
para llegar a los consumidores. Hoy están
faltando todas esas conexiones con el
Interior”.
Caracoles y Hormigas:
“Todo este sector necesita cierto
financiamiento. Nosotros encontramos que,
desde la gestión nacional, se han
apropiado mucho de lo que es la economía
social, pero con otra intención.
Buscan que el desocupado que no puede
entrar en la economía formal desarrolle
un emprendimiento, pero con una intención
de re conectarlo a la economía
formal, al sistema capitalista. Hay un
acompañamiento, pero para volver
a insertarlo. No para desarrollar otro
tipo de economía”.
Lo que apunta Caracoles
y Hormigas no es al subsidio económico
o al acceso al crédito puntualmente,
sino a profundizar este modelo: “Lo
que falta no es solo el aporte económico,
sino el ideológico. La discusión,
la posibilidad de generar insumos de otra
manera, de producir de otra manera. Si
no, se genera un sector económico
que no cambia nada y termina siendo el
precario, el plan B o el patito feo, que
sirve mientras no haya otro trabajo que
te reconozca como trabajador formal, con
derechos. Si no se empodera como sujeto
trabajador al producir en la economía
social, no pasa nada. No hay cambio. Y
este es un sector que mueve muchísimo,
pero para el Estado seguimos siendo parte
de una economía informal. El debate,
entonces, no pasa sólo por plantearle
al Estado nuestras reivindicaciones, sino
discutir la economía que queremos
construir desde acá”.
Un ejemplo concreto demuestra
qué modelo prevalece: “Para
que un alimento orgánico sea certificado,
tenés que pagar un sello, caro,
que exige ciertos requisitos - que esté
lejos de una ruta, que tu vecino no fumigue-
que para un sector frágil y vulnerable
se complica. Debería ser al revés:
el que esté fumigado debería
tener una etiqueta que te avise que se
usaron agrotóxicos. Hay una legislación
para lo orgánico, pero no para
lo transgénico”.
Ser o no ser
Qué aporta la academia
a este debate? Malena Fellacara critica
desde adentro: “Se analiza la sostenibilidad
de la experiencias autogestivas con la
misma vara con la que se analiza una empresa
privada capitalista: es decir si es rentable
o no es rentable”.
Caracoles y Hormigas plantea:
“Es un terreno donde se está
avanzando de a poco, en el cual tiene
que intervenir el sector académico
para crear nuevas categorías. Este
es un espacio de la economía social
que no es netamente productivo: es también
filosófico”.
Es cierto: al avanzar
en la discusión, las palabras se
van quedando cortas para describir economías
no capitalistas, no explotadoras y que
no persiguen la acumulación de
ganancias. Fellacara: “Tenemos el
desafío de construir categorías
y conceptos de análisis distintos,
propios de esta otra economía que
no se rige por la acumulación de
ganancias, ni por la competencia feroz,
ni por el individualismo, sino todo lo
contrario. Tiene otras relaciones que
les son propias, tienen otros objetivos.
Entonces, la sostenibilidad hay que pensarla
desde un nivel más complejo, más
integral y más plural”.
La tarea pendiente es
no encuadrar la autogestión como
un territorio en el cual el Estado y el
mercado puedan eludir sus obligaciones:
“Pensar la autogestión no
como una bandera que se agita, ni tampoco
como un resultado que tiene una fórmula,
sino como una dinámica que hay
que construir en el día a día
del emprendimiento”, dice Fellacara.
Sacando cuentas
Qué hay, qué
falta y qué estamos construyendo?
Uno de los desafíos nodales de
esta economía, coinciden estos
referentes, tiene que ver con la llegada
y el acceso a los productos: “No
todos podemos acceder a los productos
que se hacen con calidad. La demanda que
ha crecido más es la de alimentos
sanos y quienes los compran son de clase
media”, dice Fellacara. A esa clase,
justamente, le pesan los prejuicios que
estigmatizan a este tipo de experiencias.
Por un lado, están los que marginalizan:
comprar productos de la economía
social es comprar artículos de
“segunda mano”. Pero al mismo
tiempo, están los que snobizan:
comprar productos que respetan la ética
y la ecología es comprar “artículos
de lujo”. Ambas estrategias persiguen
lo mismo: que los consuman unos pocos.
La diferencia: en un caso, persiguen bajar
los precios; en el otro aumentarlos. Una
y otra dependen de quién se beneficie
con lo recaudado.
El precio no es un tema
menor. Carga con un peso político,
económico, ético y social
que controla toda la cuenta. “Los
productos, en esta economía, tienen
un 'precio justo'; un precio que no tiene
plusvalor sino el puro trabajo que le
está poniendo el productor”,
explica Puente del Sur. “El precio
justo no hace referencia a que es barato,
sino a una transparencia en la conformación
del precio donde uno puede explicar a
dónde va esa guita, para que sepas
que estás pagando laburo real”.
Ahí parece estar
el desafío actual: “A veces
tiene un precio que, comparativamente
a un producto de supermercado, es mayor,
pero es justo, en la medida en que no
conlleva relaciones de explotación,
ni laborales ni hacia el ambiente. Y por
otro lado, es un precio justo para el
consumidor que, en muchos casos, no tiene
que pagar la cadena de intermediarios”.
La posibilidad de vender más barato
que en la economía comercial se
imposibilita por una cuestión de
escala: lo territorial y lo pequeño
hacen al poder de esta economía,
y a la vez la limitan. (No mencionamos
en este punto los subsidios que reciben
las corporaciones para no deprimirnos
ni deprimirlos).
Caracoles y Hormigas:
“El precio justo es el desafío
de estos espacios. Esto tiene una producción
social, pero también un precio
razonable. Es lo que necesita la producción
alternativa para que sea viable. Nosotros
arrancamos a la inversa: el productor
nos pasa lo que él considera un
precio justo y nosotros le sumamos los
costos agregados: transporte, mantenimiento,
fraccionado, tiempo de trabajo”.
El desafío
En el Mercado Bonpland
el puesto más exitoso, lejos, es
el de frutas y verduras. Lo atiende la
cooperativa de productores familiares
del Parque Pereyra Iraola, conformada
por más de 80 personas, el 70%
bolivianas. En las quintas de Berazategui,
si bien confirman la tendencia, aclaran
que la escala productiva queda grande
para atender sólo el circuito de
ferias. También venden a mercados
mayoristas (Mercado Central, el de Tres
de febrero, el de Avellaneda), donde ganan
menos, trabajan más y denuncian:
“No hay mecanismos de control que
premien que tu cultivo esté hecho
sin agroquímicos. Y en el mercado,
el verdulero se lleva lo más barato”.
Y lo más barato sabemos qué
es: “Los cultivos con semillas híbridas
tienen mejor rendimiento”, dice
Carlos, tesorero de la cooperativa. Lo
suyo es un lamento a medias: cuenta sin
tapujos que él hace “aplicaciones
de pesticidas de baja intensidad”
porque “los productos entran por
los ojos”. Define así a un
tomate rojo, redondo y brillante frente
a otro amorfo; o un morrón del
tamaño de una taza de café
versus el de los cuatro pliegos de cualquier
verdulería.
¿Qué está
queriendo decir Carlos? La cooperativa
de productores familiares plantea que,
de haber más ferias, ellos ganarían
más –mucho más- y
podrían trabajar con menos aplicaciones
de pesticidas para combatir las plagas.
Pero que, por ahora, se trata sólo
de una “alternativa” que les
da más margen, pero no el suficiente
para subsistir: hay más producción
que demanda directa. El modelo que relatan
es el que trabajan de lunes a lunes desde
tempranas horas de la madrugada hasta
entrada la tarde. Tiene un nombre clásico:
Realidad.
Realidad es, entonces,
quién señala el otro desafío
en construcción: “La periodicidad,
la regularidad de las ferias frente al
supermercado abierto todos los días
las veinticuatro horas”, dice Fellacara.
“Pero lo que se busca, además
de poder multiplicar las ferias, es generar
un consumidor consciente, que planifique
su consumo, que sepa que el producto que
va a encontrar ahí es totalmente
diferente al del supermercado, para que
después asista deliberadamente
al circuito de ferias y también,
si quiere, lo construya”.
En eso estamos.
Periódico
Mu
Agenda
de redes
Estas son algunas de las ferias, distribuidoras
y emprendimientos que conforman redes de
economía social en Capital Federal.
Abasto
Productos de la Red Tacurú en la
Casona Cultural, Humahuaca 3508
Franca Matina jueves y viernes de 9 a 14:30
Boedo
Segundos sábados de cada mes,
en la Plaza Martín Fierro,
Cochabamba y La Rioja.
Palermo
Mercado Bonpland
Martes, miércoles, viernes y sábados
de 10 a 20, en Bonpland 1660.
Caballito
Feria del encuentro: 1º y 3º sábado
de cada mes, de 13 a 20, Plaza Giordano
Bruno, Honorio Pueyrredón y Neuquén
Chacarita
El galpón, Lacroze 4171.
Miércoles y sábados de 9 a
18.
Flores
Feria de Artigas: 1º sábado
de cada mes, CFP 24, Morón y Artigas
Villa del Parque
El fin de semana más cercano al 10
de
cada mes, en la Facultad de Agronomía
de la UBA, San Martín 4453.
Villa Pueyrredón
Centro Cultural Nunca Más, Nazca
y Cabezón
Sábados de 11 a 14. Productos de
La Minga. Sábados alternos con verduras
(conviene encargar)
Barracas
Iriarte Verde, Río Limay 1233
Jueves de 10 a 19 y sábados de 10
a 16.
Distribuidoras
Puente del Sur
[email protected]
Teléfono: 15-3939-3792
Caracoles y Hormigas
[email protected]
Teléfono: 15-6722-1518
Iriarte Verde
[email protected]
Teléfono: 4301-9710
Colectivo solidario
[email protected]
Teléfono: 15-3387-5500
Red Tacurú
[email protected]
Teléfono: 15-3195-3793 / 15-5157-0812
La Minga
[email protected]
Teléfono: 15-3688-1878