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Persistir en la búsqueda por la excelencia

Vengo notando, y diría que cada vez con mayor intensidad, que la mayoría de la gente busca el camino más corto para lograr las metas. Incluso aunque eso implique un sacrificio de la calidad del fruto logrado. Es como una especie de fast food en cuestiones que poco tienen que ver con la comida (aunque sí con la alimentación espiritual).
   Cada vez hay más conciencia de que el tiempo es escaso. Y por otro lado hay una cultura de “pasarla bien” pero sin siempre comprender la esencia de lo que eso implica. Entonces surgen las tentaciones de salidas rápidas. Me recuerda a una frase del finlandés Tikkanen que decía “los problemas complejos tienen soluciones erróneas, sencillas y fáciles de comprender”. Y así surgen, por ejemplo, escuelas que dan reconocimientos más rápido que otras, con el costo de bajar las exigencias y con la triste realidad de no siempre llegar a comprender muy bien la esencia de lo que se haya estudiado.
    Al no comprender la esencia y mantener la situación en un estado de apariencia solamente logramos bajar la calidad y además modificamos el sentido de las cosas. A tal punto que muchas veces éstas dejan de tener sentido. La vida así puede dejar de tener sentido.
    Se ven chicos desmotivados… en la flor de la vida, cuando la vida es un descubrimiento tras otro… No por culpar, pero todo tiene un origen.
Familiares que viven yendo “de casa al trabajo y del trabajo a casa”, cumpliendo en el laburo con una tarea alienante y en el hogar gastando horas de vida mirando televisión… También hay maestros desmotivados… Cuando la base fundamental de ser maestro es motivar, cuestión que exige que uno mismo esté motivado. Y existen médicos desmotivados… ¿cómo cuida un médico así la salud de otra gente? Hay profesionales desmotivados en todas las profesiones. Colegas mediocres que editan cualquier pamplina en lugar de buscar hacer lo mejor que pueden. Y oficios: técnicos que prometen y no cumplen. Gente a la que se le paga para limpiar y solo lo hace “por donde mira la suegra”. Empresas de cable e internet que te dejan meses sin servicio y cuya burocracia excede incluso a la pública. Taxistas que ni se bajan a abrir un baúl aunque vengas cargado con dos valijas. Choferes de buses que ni paran en las paradas simplemente porque no les da la gana. Todos sabemos a qué me refiero cuando digo que hay mucha gente desmotivada. Es más, muchos de nosotros podemos llegar a hacer cuestiones a desgano. El ritmo en que vivimos para poder tener ingresos y proyectos muchas veces nos hace hacer las cosas a un ritmo que no es exactamente el del espíritu zen, percibiendo cada aroma. Por otro lado, nadie es perfecto.
    Pero ver eso en uno puede ser un primer paso para cambiar. Tampoco es que nos autoexijamos la perfección. Los antiguos griegos manejaban el concepto de areté al referirse a la búsqueda de la excelencia. “Somos lo que hacemos día a día; de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito” sostenía Aristóteles. Buscar la excelencia no es creerse perfecto, sino hacer lo que corresponde, lo mejor que podamos. “Hagas lo que hagas, hazlo bien” decía Abraham Lincoln. Walt Disney le agregó a esa frase “… para que vuelvan y además traigan a sus amigos”. Uno fue un gran político el otro un exitoso empresario de la cultura popular.
    Mahatma Gandhi fue un paso más: “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”. Gandhi rescata así la excelencia como un mérito en sí, corriéndose de la cultura del resultado, del premio, del reconocimiento externo, del ego inflado. La excelencia per se, como modo de vida -junto a los principios- como camino* .
    Y tal vez en respuesta a este modo de vida donde poco importa la excelencia pero mucho el resultado -fama, dinero- retrucan nuevamente hoy, con amor, el slow food, el vegetirianismo, el veganismo, el ayurveda, la medicia china, el yoga, la meditación y todos los métodos de autoayuda y autoenfoque que remarcan nuestro rumbo en esta tierra. Experiencias dignas de recorrer.

Rafael Sabini

*Camino en este contexto se puede entender como el “Do” de las artes marciales de Japón y Corea.
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Revista El Abasto, n° 173, noviembre 2014



 

 

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