Las pequeñas
acciones cambiarán al mundo
Hace unos días,
comenté una vivencia en el portal
de Facebook de la revista, bajo el título
de “Crimen callejero, con acción
directa vecinal” donde se pone en
manifiesto lo que más abajo quiero
desarrollar… Iba por Virrey Liniers
casi Rivadavia, y vi como una mujer grandota,
de unos treinta años se acercaba
rápidamente a otra a quien tomó
violentamente de los pelos y la apretó
contra una pared, luego la tiró
al piso y la goleó. Los automovilistas
y los transeúntes tuvieron una
mínima reacción, aparte
de las miradas: bocinas y acercamientos,
ante lo cual la mujer corrió hacia
la calle mientras se colocaba una cartera,
presuntamente de su víctima, y
subió a una moto al grito “dale,
arrancá”… Lo interesante
fue que la moto no pudo avanzar mucho,
el primer coche le jugó una mala
pasada con una imprevista marcha atrás
de apenas un metro, el segundo hizo lo
mismo, ante la intención de ir
hacia la bicisenda se le adelantó
un colectivo... Estas reacciones, hicieron
que se enlenteciera la huída mientras
más gente se les acercaba rápidamente.
No llegaron a poder seguir por la bicisenda
porque ya los estaba sujetando un grupito
de vecinos prácticamente en simultáneo
en que apareció el primer policía
de la Federal que actuó muy profesionalmente
y al que en segundos se le sumó
otro compañero. Viví una
sensación de profunda alegría
al ver la reacción coordinada de
mis conciudadanos y una fuerza policial
eficiente. Entendí que pese a muchos
intentos, el miedo no nos ha paralizado.
Durante añares
la humanidad viene idealizando figuras
endiosadas, se estampan remeras con la
cara del Che o se alaba a Jesús,
pero no con la misma frecuencia se ponen
teoría y praxis de la mano. O los
superhéroes, aquellos seres con
poderes especiales que se entregan para
resolver las injusticias. La sensación
es como que se pone fácilmente
en el afuera lo que tendría que
venir desde dentro. Nosotros estamos vivos
aquí y ahora, y es nuestra responsabilidad
actuar aunque más no sea para defender
una injusticia. Es nuestro deber como
seres humanos reaccionar ante una necesidad
seria. Si la precaución indica
tener cuidado, bien, tengámoslo,
siempre se puede buscar ayudar desde el
margen, sin necesariamente sobresalir.
Lo mismo si hay un accidente, acá
la gente, hay que reconocerlo, da una
mano, se acerca, pide ayuda. Y ese tipo
de acciones son fundamentales para que
funcionemos bien.
Hacernos cargo de nuestras
vidas no es solamente no vivir con nuestros
padres. Hacernos cargo es buscar hacer
lo correcto. Es no culpar al otro por
lo que realmente no corresponde. El mundo
se refleja a través de nuestros
ojos y conviene comenzar el cambio “por
casa”: ´es más fácil
usar zapatillas que cubrir de goma-eva
toda la tierra´, dijo alguien por
ahí.
En el fondo no importa
si el otro está con o contra este
gobierno, si es facho o zurdo. Importa
que es un ser vivo que necesita una mano.
Y si el corazón está cargado
de afecto no hay ideología que
lo corrompa. Podrá ser de derecha
y, sin embargo, considerar que la gente
siempre tiene derecho a una correcta atención
médica (véase Psico de Michael
Moore), o podrá ser de izquierda
y ser terrible amarrete, que no comparte
ni una golosina. Lo que importa realmente
es actuar con amor. Y por eso la gran
revolución cristiana viene con
Jesús, porque lo que realmente
importa siempre, es el amor. Lo demás
son matices.
El simple hecho de aportar
cada cual desde su lugar, haciendo lo
correcto desde sus ideas y convicciones,
es el granito de arena que necesitamos
aportar siempre, cada cual, para que este
mundo sea un lugar mejor.
No se trata necesariamente
de grande acciones. Simplemente de estar
en conexión. De estar atentos.
De dar, que en la entrega hay retorno.
Recordemos que, pese a que día
a día nos taladren el cerebro con
intención de dividirnos, juntos
podemos.
Rafael Sabini
[email protected]