Alfredo
Moffatt:
“Dediqué
mi vida a los pobres y
los cocos, y sigo dando batalla”
El
vecino de Almagro y psicólogo social
reflexiona sobre sus 50 años de
lucha y asegura que las nuevas generaciones
han tomado su legado de combatir las injusticias
sociales y la represión institucional.
El medio siglo de lucha
del psicólogo social Alfredo Moffatt
está documentado en las paredes
de su escuela nacional de psicología,
ubicada en pleno Almagro, Rivadavia 3482.
La casa antigua de techos altos y corredores
vidriados exhibe fotos con momentos de
reunión en universidades, manicomios
y centros culturales. Algunas son actuales,
otras están en blanco y negro y
sus protagonistas usan prendas de época.
Lo que une a todas estas instantáneas
es el aire comunitario y festivo. “Tengo
82 años y todavía doy batalla,
esto se trata del diálogo, de reconocerse
con el otro”, afirma.
En todos estos años,
el psicoterapeuta ha escrito seis libros,
ha enseñado y atendido pacientes
en el país y en el exterior. Estuvo
en Brasil junto al célebre educador
Paulo Freire, conoció La India
y colaboró durante un año
en un manicomio de Nueva York durante
la Guerra de Vietnam. Más cerca
en el tiempo brindó asistencia
en el incendio del supermercado “Ycuá
Bolaños”, ocurrido en Paraguay
en 2004.
Entre las experiencias
locales se destacan Cooperanza en el Borda,
que inició en 1985 y fue el contexto
donde nació Radio La Colifata.
También fundó y colaboró
en El Bancadero del Abasto y Las Oyitas
de La Matanza. Tras la masacre de Cromañón
ayudó con terapia de crisis a familiares
y sobrevivientes apenas ocurrido el incendio
de Once.
A la hora de definir
dónde sitúa su forma de
ver la psicoterapia, este vecino de Almagro
evoca el legado de su maestro, Enrique
Pichón Rivière, generador
de la teoría de grupo conocida
como grupo operativo e introductor del
psicoanálisis en el país,
a quien elogia y señala que fue
denostado por los círculos académicos
porque criticaba sus arbitrariedades.
Moffat señala
a la psiquiatría como una forma
de anestesiar, sin ir al fondo del problema.
Ligado hacia los sectores más pobres,
como una respuesta represiva de las instituciones.
“Antes
yo era mala palabra en las universidades,
ahora son los estudiantes los que me invitan
a cátedras libres donde participan
más de 400 estudiantes”
Moffatt asegura que
sus postulados también molestan
en ámbitos académicos por
cuestionadores. “Antes yo era mala
palabra en las universidades, ahora son
los estudiantes los que me invitan a cátedras
libres donde participan más de
400 estudiantes”, exhibe como un
cambio de paradigma.
Tanto allí como
en sus libros y demás ámbitos
defiende una psicoterapia vinculada con
la filosofía existencial: “Sartre
decía que la identidad es una historia,
no es un aparato psíquico, es una
historia; a cada instante estás
dentro de una historia, estás entre
ayer y mañana. Es una concepción
donde la búsqueda de libertades
es de la identidad”.
“Una terapia existencial
es un diálogo para entrar en el
bosque infernal de los traumatismos infantiles
acompañado. Como terapeuta vas
con un paciente, que vivió una
situación jodida, hasta el traumatismo.
Uno lo guía hasta que da con ese
momento doloroso. La persona vive un momento
de catarsis cuando recuerda eso que le
angustia. Pero eso que angustia luego
le pone palabras, lo relata. Esa angustia
que era fantasmal pasa a otro nivel. Lo
fantasmal da angustia, pero el relato,
aunque sea jodido, se comparte; es distinto.
Aparte Sartre decía que yo soy
la mirada del otro, existimos porque estamos
en grupo, porque hay diálogo”,
añade.
El psicólogo
asegura que situaciones de dolor y crisis
han rodeado su vida, en la cual ha tenido
que dar batalla frente al “sistema
de injusticias” que guía
a las sociedades desde tiempos milenarios,
donde los “pobres y los locos”
son las víctimas más dañadas.
“De esas injusticias
para que nadie luche contra ellas está
la represión sobre la mente, que
la hacen los psicólogos para los
ricos y los psiquiatras, unos policías
de blanco delantal, para los pobres. Para
la represión física esta
la policía, integrada por hombres
a los que se les enseña a pegar;
y se les enseña que pegar y reprimir
está bien, porque tienen una causa
noble”, analiza.
Además, Moffatt
asegura que son los valores burgueses
los que terminan de articular este mecanismo
regido por injusticia y la desigualdad.
En este sentido, su lucha de medio siglo
se resignifica y se revitaliza en las
nuevas generaciones que buscan otras terapias
y concepciones que busquen fomentar en
el individuo y la sociedad un diálogo,
en vez de sólo dar directivas arbitrarias
para obedecer y sostener este sistema
represivo y angustiante.
J.M.C.