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Apuntes
de una enfermera...
Las cinco cosas que la gente
más
lamenta en su lecho de muerte
Bonnie Ward es una enfermera
Australiana que trabajó durante muchos
años con enfermos terminales. Luego
de atender y cuidar miles de personas, llegó
a la siguiente conclusión, acerca de
qué cosas se lamentaban las personas
cuando tenían conciencia de que su
vida había llegado al fin. He aquí
los arrepenti-mientos más comunes:
1. Ojalá hubiera tenido el
coraje de vivir una vida fiel a mí
mismo, no la vida que otros esperaban de mí.
Este fue el lamento más común
de todos. Cuando las personas se dan cuenta
de que su vida está a punto de terminar
y miran hacia atrás con claridad, es
fácil ver cuántos sueños
no se han cumplido. La mayoría de la
gente no había cumplido aún
la mitad de sus sueños y tenía
que morir sabiendo que era debido a las elecciones
que habían hecho, o que no hicieron.
Es muy importante darse cuenta que la vida
es una sola y pasa rápido. El tiempo
para hacer lo que tenemos que hacer es hoy.
El corazón sabe y no se equivoca.
2. Ojalá no
hubiera trabajado tan duro. Esto salió
de cada paciente de sexo masculino que cuidé.
Se perdieron la juventud de sus hijos y la
compañía de su pareja.
Este sistema materialista nos presiona día
a día con el trabajo, las finanzas
y el dinero. A veces para darle lo “mejor”
sacrificamos realmente lo más valioso:
El tiempo que pasamos juntos.
3. Ojalá hubiera
tenido el coraje para expresar mis sentimientos.
Muchas personas suprimieron sus sentimientos
con el fin de mantener la paz con los demás.
Como resultado, se conformaron con una existencia
mediocre y nunca llegaron a ser lo que eran
realmente capaces de llegar a ser. Muchas
enfermedades se desarrollan como un resultado
relacionado con la amargura y el resentimiento
que cargan.
Lo que no se expresa se imprime, generalmente
en el cuerpo. Siempre es conveniente expresar
los sentimientos, tanto los negativos como
los positivos. ¿Cuándo fue la
última vez que le dijiste a alguien
que lo querías?
4. Me hubiera gustado
haber estado en contacto con mis amigos.
A menudo no se dan cuenta realmente de los
beneficios de los viejos amigos hasta después
de semanas de convalecencia, y no siempre
fue posible localizarlos. Muchos de ellos
habían llegado a estar tan atrapados
en sus propias vidas que habían dejado
que amistades de oro se desvanecieran por
el paso de los años. Pese a los lamentos
profundos acerca de no dar a las amistades
el tiempo y el esfuerzo que se merecían.
Todo el mundo pierde a sus amigos cuando está
muriendo. Es común para cualquier persona
en un estilo de vida ocupado, dejar que las
amistades desaparezcan. Pero cuando usted
se enfrenta con su muerte de cerca, los detalles
físicos de la vida desaparecen. La
gente quiere tener sus asuntos financieros
en orden si es posible. Pero no es el dinero
o el estatus lo que tiene una verdadera importancia
para ellos. Quieren poner las cosas en orden
más para el beneficio de aquellos a
quienes aman. Por lo general, sin embargo,
están demasiado enfermos y cansados
para manejar esa tarea. Al final todo se reduce
al amor y las relaciones. Eso es todo lo que
queda en las últimas semanas, el amor
y las relaciones.
5. Me hubiese gustado
permitirme a mí mismo ser más
feliz.
Muchos no se dieron cuenta hasta el final
de que la felicidad es una elección.
Se habían quedado atrapados en patrones
y hábitos antiguos. El miedo al cambio
les había hecho vivir fingiendo a los
demás, y para su yo, que estaban contenidos.
Cuando muy adentro, anhelaban reír
de verdad y tener esa estupidez en su vida
de nuevo. Cuando usted está en su lecho
de muerte, lo que los demás piensan
de ti está muy lejos de tu mente. ¡Qué
maravilloso es ser capaz de sonreír
otra vez, mucho antes de que te estés
muriendo! La vida es una elección.
Es su vida. Elija conscientemente, elija sabiamente,
elija honestamente. Elija felicidad.
Luego de analizar estos temas
comunes, que el ser humano lamenta antes de
partir, podemos capitalizar estas experiencias
y ver en nuestra vida cuales son aquellas
cosas pendientes que hace tiempo venimos posponiendo
y ponernos manos a la obra.
Tenemos un tesoro en nuestras manos llamado
tiempo, no lo desperdiciemos, es un recurso
que se agota.
Carlos Murúa
[email protected]
FB y twitter: @muruacar
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Revista
El Abasto, n° 180, junio 2015
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